Carolina Pasluosta es microbióloga egresada de la Universidad Nacional de Río Cuarto y, desde su tesis de grado, trabaja con biológicos; en 2015, ingresó a la empresa Olega, ubicada en la localidad de Reducción, una de las principales compañías exportadoras de maní, y allí es la encargada del laboratorio de semillas. Además, es docente de nivel medio para adultos.
Hace algunos años, con su pareja, “el Negro”, como ella lo llama, compraron una chacra. Tres años más tarde se consolida con su emprendimiento Aromillo.
“Siempre tuve el sueño de montar un laboratorio propio. Al mismo tiempo, me empezaron a preocupar algunas cosas en la cosmética, algo me hacía ruido, algo no estaba bien, yo buscaba la cosmética real”, cuenta la emprendedora en diálogo con La Voz.
Emprendimiento: el camino por lo natural
Durante esa búsqueda, que ella misma llama ‘buceo’, se encuentra con la Asociación de Cosmética Natural Argentina (Acna), una organización civil sin fines de lucro que tiene por objetivo nuclear y potenciar la actividad de productoras a baja escala o artesanal. La cosmética natural es desarrollada por mujeres en un 90% y es su sustento familiar.
“Me capacité con los docentes de esta asociación. En un futuro, se espera que salga la ley nacional de cosmética natural, para que la Anmat no nos trate como empresas de talla industrial, y nos pida requisitos sobreexagerados, nuestra escala es artesanal”, explica, y agrega que por tal motivo solicitan una regulación que los habilite y les permita dar fe de condiciones de higiene.
Según Acna, la producción de cosmética natural hoy es una actividad no regulada; sin embargo, el número de productoras crece cada día. La asociación trabaja en el desarrollo de esa ley en la que aclaran que un producto cosmético parte de una preparación a base de sustancias naturales o sintéticas, o sus mezclas, y es de uso externo.
Al mismo tiempo, un cosmético natural es un producto elaborado a base de materias primas naturales, extraído de plantas, animales, microorganismos o minerales; puede ser obtenido por procesos físicos, reacciones de fermentación que ocurren en la naturaleza, y otros procedimientos de preparación, destilación, maceración, sin conservantes, aditivos ni colorantes artificiales.
Un cosmético natural no necesariamente es vegano porque, por ejemplo, a veces se hace uso de cera de abejas, aclaran.
Aromillo, una marca de cosmética natural
Pasluosta dio sus primeros pasos diseñando cremas, pensó en qué poco se conocen los árboles autóctonos, como el algarrobo, el espinillo, la peperina; y menos aún sus facultades.
“Aromillo es el espinillo, esa flor amarilla con un aroma tan particular. Así empiezo a sumar la lavanda y sus formulaciones, y la menta, entre muchas otras especies autóctonas. Comencé con las cremas y después con la limpieza facial”, recuerda.
Los productos Aromillo utilizan una gran base de productos naturales como la manteca de carité, el aceite de almendras, el aceite de olivas, leche vegetal, aceites esenciales, arcilla caolín, almidón de maíz, harina de algarroba, entre muchos otros.
“Es lo que usaban nuestras abuelas, pero traído a la modernidad”, grafica.
La marca cuenta hoy con 22 productos dentro de su cartera, y entre los últimos incorporados están los jabones de algarroba blanca versión exfoliante y el de algarroba negra pura sin aromas.
Cuando recuerda sus inicios, se sincera y cuenta que ella quería producir todo en su campo, desde los aceites hasta el producto final.
Los proveedores, un eslabón estratégico
Gracias a un trayecto de Mujeres en Acción, que dicta la comisión de Mujeres Empresarias del Cecis (Centro empresarial, comercial, industrial y de servicios de Río Cuarto), logró entender que debía centrarse en obtener proveedores de calidad.
“Formé parte de la primera edición de ese trayecto, una de las mentoras que tuve fue Mariela Martínez, ella me ayudó a diagramar mi modelo de negocio y a enfocarme en la calidad del producto. El logo de la marca fue diseñado por estudiantes de la Universidad de Mendoza (sede Río Cuarto), como parte de su práctica estudiantil. Porque uno, cuando es emprendedor, tiene que hacer muchas cosas, y hay que lograr un equilibrio entre hacerlas y que no se vaya perdiendo esa calidad del producto que uno pretende”, afirma.
La emprendedora logró superar esos ideales tal vez inalcanzables, fidelizó con sus proveedores, que actualmente son unos cinco fabricantes de insumos, presta dedicación a sus trabajos, vuelca todo su know how a la cosmética natural, trabaja con buenas prácticas de fabricación, trasladó una industria a los límites de su chacra, montó un sencillo laboratorio a baja escala y tiene por escrito los procedimientos de calidad tanto como los instructivos de sus productos.
Busca que sus proveedores sean artesanales como ella, si son de Río Cuarto o de la región, mucho mejor.
Consultada sobre cómo mide el crecimiento de su empresa, contesta que duplica su cartera de productos año a año, y por lo tanto también su facturación.
Junto con su pareja, están montando un laboratorio en Río Cuarto, con recepción, oficina, baño, vestuarios, sala de producción y un depósito. Su instrumental está compuesto por una balanza, un calentador y un mezclador.
Escala, producción y ventas
“La idea es que en algún momento podamos expandir esto, mi idea original era tener mujeres en situación de vulnerabilidad. En el secundario de adultos, conozco muchas realidades y conecto con eso. Te cuentan que no las dejaban estudiar, que por tener hijos no podían. Creo que si uno tiene un fondo de ingresos, una independencia financiera, puede tener una oportunidad”, añora.
Otro indicador de crecimiento: no tiene meses de cero ventas. “Me pongo metas de cuántos productos debo vender anualmente. Las principales temporadas son Día de la Madre y Navidad; sin embargo, hemos logrado que todos los meses se venda”.
En los inicios de Aromillo, Carolina llegó a pensarlo en términos de una locura: “¿Cómo lo vamos a hacer?”, le preguntaba a su pareja; “No sé, pero hay que hacerlo”, le dijo él. Y nunca más se dio un paso atrás. Con esfuerzo, hoy ha logrado establecer una clientela fiel y deposita 100% su confianza en la crítica de su pareja. “Él me dice ‘esto sí, esto está bueno, esto no’, confío mucho en él”, valora Pasluosta.
Aromillo nunca recibió la inversión de algún socio, antes vendía para comprar, hoy ha logrado generar el stock suficiente y organizar sus jornadas de trabajo sobre la base de una sola línea de producción.
Como inmediato, busca la certificación municipal para poder distribuir sus productos en negocios de la ciudad.
Siempre dentro de un laboratorio, también es amante de la cocina, y entre los productos que más le costaron lograr enseguida cita el champú sólido, que le llevó una semana lograrlo; para ella, un tiempo considerable.
Cuenta que “por suerte” tiene mucha experiencia en laboratorios. “Siempre viví dentro de alguno y enseguida me doy cuenta qué puedo incorporar, qué sobra, y esas pruebas se reducen bastante”, reconoce.
