- Juan Manuel Romero trabajó 15 años en Epec
- pero se animó a renunciar para apostar
- junto su pareja Marcela Acrich
- a su propia marca de joyería.
- En pandemia
- lograron convertir el desplome inicial en un crecimiento explosivo que triplicó los números de 2019.
- Su historia combina innovación
- fuerza emprendedora y mucho trabajo.
Sueldos de seis cifras –con adicionales varios– que se depositan religiosamente, estabilidad garantizada por ley y una nutrida gama de beneficios laborales ya extinguidos en otros ámbitos.
Ese es el mundo seguro que Juan Manuel Romero decidió dejar hace dos años, cuando renunció a su puesto de técnico inspector de grandes clientes en la Epec para apostar de lleno a Quimbaya, la marca de joyería en plata y oro que desarrollaba junto con su pareja, Marcela Acrich.
Aunque hacía tiempo que Romero masticaba el plan de renunciar al trabajo -a primera vista y desde afuera, "soñado"- que no lo desafiaba ni satisfacía como él esperaba, salir de la zona de confort donde llevaba 15 años no fue fácil. Requirió terapia, mucho trabajo en el emprendimiento propio que nacía y hasta el último empujón de un accidente laboral casi letal en el que Juan Manuel vio una bisagra.
Sobre todo por eso debió entrenar una autoconfianza de hierro, capaz de no ceder ante el comentario generalizado que recibía de seres queridos: “¿Estás loco? ¡Cómo vas a dejar ese trabajo!”.
Marcela, el otro 50 por ciento del proyecto, hizo un camino con muchas similitudes. Ingeniera industrial formada en marketing en el exterior, acumulaba experiencia de trabajo en grandes empresas de retail (Blue Star Group, Grupo Libertad), pero siempre en relación de dependencia.
En su caso, la decisión pasó por no volver a buscar esa clase de ocupación, tras ser desvinculada de una empresa, y volcar indemnización y proyecto de vida en Quimbaya.
En este año inédito, en el que de un día a otro allá por marzo pasaron a registrar ventas cero y sentir que todo tambaleaba, terminaron de confirmar que habían tomado las decisiones correctas: “Logramos triplicar el volumen de ventas y estamos teniendo el mejor diciembre de nuestra historia. Este año se nos dieron cosas que hace mucho tiempo estábamos esperando”, sintetiza Romero.
Desde hace meses, han logrado un promedio de venta de 400 piezas mensuales, contra las entre 130 y 150 que registraron en 2019. Se trata de joyas a pedido y de diseño en serie, en su mayoría en plata maciza (hacen de oro a solicitud), que arrancan en los cinco mil pesos y, en casos personalizados y con mucha complejidad, hasta pueden superar los 100 mil pesos.
Su único canal de ventas es la tienda digital que desarrollaron hace tiempo y potenciaron este año con una estrategia web y el apoyo de la consultora Gisela Mana. Desde allí despachan a todo el país y ya planean exportar desde 2021.
Todo el logro vale doble si se miran los números del rubro: según el monitoreo sistemático de Fedecom, "joyería, relojería y bijouterie" es el rubro más castigado por la pandemia. Encabezó el ranking de caídas de ventas a lo largo de todo el año y en noviembre, último mes medido, marcó una baja del 32,2 por ciento respecto a igual lapso de 2019.
Pioneros en impresión 3D
El salto de crecimiento de Quimbaya sorprende a sus creadores, pero ellos mismo remarcan que no fue azar, sino el resultado de años de trabajo, capacitaciones, mentoreos, incubaciones y activa participación en el ecosistema emprendedor cordobés que acumulan.
Juan Manuel dio los primeros pasos con la marca, en 2010, al descubrir en la orfebrería la pasión que buscaba. En 2016, el año en que Marcela se sumó y constituyeron una dupla de alta complementariedad, el emprendimiento dio un salto cualitativo: "Fue un clic porque Juanma era muy talentoso para el diseño y el producto, pero lo manejaba casi como un hobby. Yo con mi formación de ingeniera y la experiencia en retail empecé a sumarle planificación, estrategia comercial, entre otros aportes. Mi plan fue tener números de todo tipo para tomar decisiones. Desde ese día, uno puedo decir lo que vendimos de cada ítem y su rentabilidad", explica Acrich.
La pareja dio otro paso clave mientras recibía asesoría de alumnos de un MBA de la Universidad Blas Pascal: "Nos sugirieron incorporar impresión 3D para escalar la producción. Luciano Crisafulli (hoy director de Innovación municipal), quien nos ayudó mucho, me conectó con Irene Presti (expresidenta de la Cámara Argentina de Impresión 3D) y así empecé a formarme en la materia", relata el emprendedor que se convirtió en pionero en el uso de esa tecnología aplicada a la joyería en el país y en la región.
La impresión 3D les dio flexibilidad y escala: les permite hacer cualquier clase de pieza, hasta la más compleja, con precisión y rapidez; algo que marca diferencia en una actividad como la orfebrería, en la que prima el trabajo manual.
“Realizar a mano una pieza muy compleja como el aro Gota (ver foto), por ejemplo, puede llevarme un día o más de trabajo. En impresora, quizá se pueden hacer 15 pares en la misma jornada”, explica Romero.
Contar con este sistema de producción les dio una oportunidad única: los puso en el radar de una agencia de publicidad que los contrató desde Madrid en 2019 para fabricar una serie de cucharas con imágenes de la exitosa serie Game of Thrones. Fue parte de una promoción organizada entre HBO España y la marca de helados Magnum, de Unilever.
Del llanto al "boom" de ventas
Angustia, ansiedad y hasta llanto fueron los estados por los que la dupla emprendedora (padres de Augusto, de cinco años) pasó en el inicio de la cuarentena, cuando sus ventas se desplomaron.
Al cabo de dos semanas de shock, reaccionaron y se propusieron capitalizar todo lo que tenían: una plataforma web de venta bien desarrollada y en funcionamiento en un rubro con baja digitalización, un taller propio en el que habían invertido en equipos de última generación (una grabadora láser a base de fibra óptica, dos impresoras 3D, entre otros equipos) y donde podían resolver todos los procesos productivos.
“Trabajamos mucho con la consultora la estrategia digital. Un primer gran cambio fue pensar productos que toquen fibras emocionales. Lo primero que lanzamos fue una pulsera con dijes asociados a animales, y la promocionamos en redes junto con veterinarias. La demanda explotó”, recuerda Romero.
Le siguió un dije de colibrí que aún hoy se sostiene como bestseller. Con promociones, marketing digital y nuevos productos, a través de su e-commerce lograron sostener, desde el segundo trimestre del año hasta hoy, ventas que triplican las de 2019 y que siguen creciendo.
“Logramos captar parte del gasto de consumidores que conservaron su empleo o sus ingresos y que, al tener buena parte de sus actividades en suspenso, se vieron con excedentes de dinero”, explican. Aseguran que están desarrollando una clientela fiel: 48 por ciento de sus consumidores vuelven a comprarles.
