María Inés Llanos y Hugo Arévalo son oriundos de Laboulaye. Llegaron a Río Cuarto en el año 2000, con 24 y 25 años y dos hijos muy pequeños. Venían con una promesa de trabajo que resultó ser un fiasco.
“Nuestro inicio nuestro fue bien duro. Arrancamos con la fabricación de collares para perros en el 2001 y nos agarró el corralito. No nos fue nada fácil. Yo no sabía coser nada. Pero el primer trabajo que conseguí acá fue para fabricar vainas de cuchillos. Gracias a eso, aprendí a coser y sigo cosiendo hasta la actualidad. No tercerizamos trabajos. El que se sienta en la máquina a coser cada collar soy yo”, dice el dueño de Namhut, Hugo Arévalo.
A su esposa todos le dicen Tati. Cuenta que cuando comenzaron, tenían una perra ovejera alemán que se convirtió en la imagen de su pyme y en la inspiración para la fabricación de todo tipo de accesorios para mascotas.
Junto con Hugo, los empleados Augusto, Agustín, Facundo y Brian, se dedican a la producción. Tati y su hijo Martín dicen ser los “comodines” de la empresa, se ocupan de compras, cobranzas, facturación, trabajos administrativos y otras tareas auxiliares.
“Namhut significa ‘Nati, Martín, Hugo y Tati’, que son los nombres de nuestros hijos y los nuestros, esto es una pyme bien familiar”, apunta María Inés.
Recuerda que comenzaron a producir collares para perros en un galponcito al fondo de su casa, una construcción que se llovía, y hasta llegaron a apuntalar con los caños de la pileta de lona. 20 años después, hoy aún no cuentan con un local propio. Alquilan en calle Juan B. Justo 388. Con tantos productos: accesorios, cuchas, ropa para mascotas y máquinas, el local les queda chico. Hugo se la pasa entre ocho y nueve horas por día cosiendo, sentado frente al ventanal que da a la calle. También se ocupa personalmente de la atención de proveedores y de distribuidores.
“Me gusta producir, coser, no reniego para nada. Hemos incorporado muchas cosas que los clientes nos han pedido. Nunca estudié en la universidad. Pero hice el colegio Industrial Enet N° 1, en Laboulaye, y me sirvió muchísimo, tanto para ver las máquinas como para organizar, para administrar. En aquella época, los industriales eran espectaculares, tuvimos grandes profesores”, destaca con orgullo.
Tati valora: “El collar no es un pedacito de cinta simplemente, tiene mucho trabajo, mucho esfuerzo y mucho control: cortes, costuras, ojalillado, colocación de la hebilla, pintura de los bordes de cuero y terminaciones: un número marcado a fuego, quemar los hilitos salientes y colocar una por una las etiquetas”.
La pandemia incrementó las ventas de accesorios para perros
Namhut produce por mes unos 12 mil collares para perros, más de dos mil correas y otros tantos pretales y bozales. En Río Cuarto, provee al 90% de las veterinarias, pet shops, forrajerías y distribuidores de accesorios para mascotas.
Hugo y Tati revelan que su pyme dio un gran salto durante la pandemia de Covid-19. “Pensábamos que no íbamos a vender nada, y fue al revés, tuvimos mucha demanda. Al estar más en la casa, se ve que la gente se preocupaba más por sus mascotas”, razona Tati.
Actualmente, junto con su hermano, Hugo desarrolla una línea de muebles y de rascadores para gatos. “El cliente sabe lo que le estamos vendiendo, que se lo vamos a entregar en tiempo y forma, para que no reniegue. Y si algún collar falla, sabe que le reconoceremos dos unidades, para que no tenga conflicto con su cliente, damos todo el apoyo porque buscamos esa fidelidad”, confía Hugo.
Y agrega: “El orgullo nuestro es que tenemos clientes desde hace 20 años. Ellos también han crecido mucho. Tenemos distribución en todo el país, muy fuerte en Cuyo y también llegamos al sur, a Viedma, La Quiaca, Misiones. Por ética, no vendemos directo al público”.
Los fundadores de Namhut dicen que siempre sueñan con crecer, pero remarcan “lo complejo que resultaría dar un salto, por lo impositivo, lo laboral y el impacto de la economía del país”.
“Si se libera totalmente la importación, no podríamos competir. En todos estos años, sólo recibimos un crédito municipal. Ayudó. Pero, en general, el Estado no acompaña; y yo no puedo descuidar la producción para ir a hacer gestiones y trámites. Si vinieran acá, podrían comprobar fácilmente lo que hacemos, como en otras pymes productivas que necesitan invertir y podrían cumplir”, refiere Hugo.
De cualquier manera, valora: “Lo positivo es que siempre nos encontramos con gente buena. Con el trabajo de las vainas de cuero, me armé el primer balancín para corte, que todavía lo tenemos, es una antigüedad, luego pudimos comprar una máquina nueva. Un hombre de Río Tercero me tuvo confianza y me vendió matrices. Y nuestros empleados tienen años con nosotros”.
Augusto, uno de sus primeros empleados, acota: “Hay muchas pymes como esta a las que no se les presta atención. Yo soy casi de la familia. Vi crecer a los chicos. Y sé que es excelente la calidad de lo que se hace acá, se controlan todos los detalles, uno por uno hacemos los collares”.
Namhut ha incorporado líneas premium, correas más largas y otros artículos “de moda” o aconsejados por adiestradores y por sus propios clientes. “Ya sabemos hasta qué colores de collares le gusta vender a cada uno. Ellos nos dicen qué podemos anexar, son los ojos de nuestra producción. Apuntamos siempre a una relación bien personalizada, directa, nos ayudamos mutuamente con proveedores y distribuidores. Ellos confían en nosotros y nosotros en ellos, y así tratamos de seguir creciendo, pese a la situación del país”, agrega el empresario pyme.
