Hace más de 10 años, cuando el país atravesaba una de sus tantas fases de atraso cambiario, Tomás Bulat –fue un economista lúcido y un hábil comunicador– dijo que los argentinos con más de 40 años sabemos que, “después de una época de viajes ‘baratos’ a Miami, se viene otra, bastante más larga, de vacaciones en Villa Gesell o en Pinamar”.
A eso sonó la ácida lectura que Carlos Melconian dejó durante su participación en el evento Somos Pyme Summit, que se realizó el miércoles 3 en Córdoba. “Apurate si querés ir a Punta Cana”, ironizó. De lo contrario, siguiendo la hipótesis de Bulat, el destino será la costa argentina o Villa Carlos Paz.
Melconian aclara que no hay un abismo de frente, pero insiste en que el retoque del esquema económico aparece como inexorable.
En el primer semestre del año, la balanza turística dejó un déficit de U$S 2.300 millones. Eso sería anecdótico, pero ocurre que le suma una capa más al problema cambiario, que se acentuó con la liberación del cepo a las personas. Desde ese momento, los ahorristas compraron U$S 14.730 millones y la mayoría los llevó al colchón.
En este simbólico espacio “descansan” alrededor de U$S 251.800 millones, una montaña de billetes verdes que son el sueño húmedo de la esquiva remonetización.
Este es un punto en el que pone el ojo Jorge Vasconcelos, del Ieral de Fundación Mediterránea, cuando advierte que la dolarización endógena no funcionó como el Gobierno esperaba.
O el diagnóstico fue equivocado o el razonamiento oficial fue iluso sobre la convergencia del dólar con la tasa de interés en un esquema que, más allá del equilibrio fiscal, siguió especulando con sostener un tipo de cambio que invita más al ahorro que al gasto, y con un nivel exiguo de reservas.
La teoría de que un esquema de bandas no necesita un respaldo de stock de dólares, porque todo se resuelve por flujo, quedó en los libros. Al final, el Gobierno tuvo que intervenir antes de que el día se hiciera noche. ¿Anticipa eso el desbande de la banda cambiaria?
Por lo pronto, el Gobierno seguirá abrazado al esquema que armó en abril, con la defensa reforzada en el límite superior de la banda. El grupo financiero de Adcap no descarta la posibilidad de que se reintroduzcan restricciones. Sobran las versiones sobre las maniobras posibles en el corto plazo.
Octubre y después
Para Vasconcelos, la recalibración cambiaria debería traducirse en un modelo similar al bimonetarismo peruano, con libre flotación y un criterio de verdad: que la tasa de interés en pesos sea de un dígito.
Hoy eso parece una quimera que no necesariamente se puede solucionar con un resultado electoral positivo para La Libertad Avanza, aunque no hay dudas de que eso ayudaría.
El financiamiento en pesos a las empresas acusó el golpe: el mes pasado cayó 2,3% mensual real, la primera baja después de 15 meses consecutivos de recuperación.
Emmanuel Álvarez Agis, exviceministro de Economía –estuvo en el mismo evento para pymes en el que participó Melconian–, dijo que con sus clientes trabaja “en que se mantengan vivos hasta fin de mes”.
Fue en alusión al nivel de las tasas, que sacan de pista a cualquiera y que ya están cacheteando a un consumo frágil y al nivel de actividad promedio. Ahora, la expectativa de crecimiento de la economía para este año pasó del 5% al 4,4%, según la encuesta del Banco Central.
A ese organismo siguen llegando propuestas de las entidades financieras para aliviar la crisis de liquidez que atraviesa a todos.
Mientras, el Fondo Monetario Internacional eligió el mutismo. El que calla otorga, aunque sus técnicos no pierden de vista una variable de fondo que explica la escalada del riesgo país: la relación que existe entre el stock de deuda y el de reservas. En ese terreno, la Argentina está al fondo de la tabla.