El primer ministro británico Boris Johnson resiste en el cargo tras el sismo político que soporta su gobierno por estas horas como consecuencia de la renuncia de dos importantes ministros y varios funcionarios de menor jerarquía; todos justificaron su salida argumentando que ya no podían seguir trabajando para un mandatario cada vez más enredado en una serie de escándalos.
Johnson es conocido por su extraordinaria habilidad para zafar de situaciones difíciles, pero una sucesión de acusaciones lo han llevado hasta el borde del abismo: algunos legisladores oficialistas temen que un líder conocido por su afabilidad podría llevarlos a la derrota electoral.
A muchos los amedrenta que un Johnson debilitado, que apenas sobrevivió a un voto de retiro de confianza el mes pasado, no pueda gobernar en un momento signado por las tensiones económicas y sociales crecientes.
En baja
A propósito, la cotización de la libra esterlina frente al dólar registró ayer una caída por debajo de 1,20 dólares, debido, en gran medida, a la creciente falta de confianza en el frágil liderazgo del inquilino de la residencia del 10 de Downing Street, en Londres, Inglaterra.
También contribuyen con la inestabilidad de la moneda británica las peores perspectivas para la economía del Banco de Inglaterra, lo que abre la posibilidad a que el Banco Central británico adopte un enfoque menos agresivo para normalizar la política monetaria, especialmente en comparación con la Reserva Federal de Estados Unidos.
Ayer, en la sesión parlamentaria semanal de Preguntas al Primer Ministro, legisladores laboristas le gritaron con voz en cuello: “¡Váyase, váyase!’”
Para peor, miembros de su propio Partido Conservador lo enfrentaron.
Por caso, el legislador Tim Loughton le preguntó si había algo que pudiera llevarlo a renunciar.
“Francamente, la tarea del primer ministro en circunstancias difíciles, cuando se le ha dado un mandato colosal, es seguir adelante”, respondió Johnson.
Otros conservadores escuchaban en silencio, sin brindarle apoyo.
¿Rebelión en ciernes?
El interrogatorio fue el primero de dos desafíos difíciles. La segunda comparecencia del día fue ante una comisión de legisladores jerárquicos.
Sus respuestas dejaron entrever una rebelión en ciernes en el seno del Partido Conservador que podría derivar en su expulsión del cargo. También asoma en el horizonte la votación en un poderoso comité del partido que indicaría si los legisladores quieren impulsar un nuevo voto de retiro de confianza.
Los meses de descontento en el Partido Conservador por el juicio y la ética del mandatario estallaron el martes último con la renuncia del jefe del Tesoro, Rishi Sunak, y el secretario de Salud, Sajid Javid, con minutos de diferencia.
Buenos reflejos
Johnson sustituyó con rapidez a los dos ministros al ascender a Nadhim Zahawi del Departamento de Educación al Tesoro y convertir a su jefe de gabinete, Steve Barclay, en secretario de Salud.
Pero el mismo martes funcionarios de menor jerarquía del gobierno -tanto de la rama más progresista como de la más tradicional del Partido Conservador- también dimitieron, encendiendo alarmas de peligro inminente en el entorno de Johnson.
En los últimos meses, el primer ministro ha sido multado por la policía y reprendido en una investigación por fiestas del gobierno que incumplieron la cuarentena del coronavirus. Además, superó una moción de no confianza de su partido en el que el 41 por ciento de los legisladores conservadores votaron a favor de su destitución. Asimismo, vio cómo antiguos colaboradores leales le instaban a renunciar.
En cada una de esas instancias, Johnson prometió seguir gobernando e incluso sugirió que quería mantenerse en el cargo hasta la década de 2030.
Hartazgo
La gota que colmó el vaso para Sunak y Javid fueron las cambiantes explicaciones del mandatario sobre su gestión de un escándalo de abusos sexuales.
El legislador Chris Pincher renunció como dirigente del Partido Conservador tras quejas de que había manoseado a dos hombres en un club privado. Eso desencadenó informes sobre acusaciones previas contra Pincher y preguntas sobre por qué Johnson lo había promovido a un cargo de responsabilidad con autoridad sobre las medidas disciplinarias del partido.
En un principio, Johnson dijo que no estaba al tanto de las acusaciones previas cuando ascendió a Pincher en febrero. El lunes último, en cambio, un vocero dijo que Johnson conocía acusaciones que o bien “se habían resuelto o no habían llegado a denuncia formal”.
No obstante, cuando un exfuncionario de alto nivel en la Oficina de Exteriores dijo que Johnson había sido informado sobre una acusación contra Pincher en 2019, la oficina del mandatario volvió a cambiar su versión de los hechos e indicó que el primer ministro había olvidado que Pincher era objeto de una denuncia oficial.
Fue demasiado para ministros que habían sido enviados a televisoras y emisoras de radio para defender con dientes apretados la posición del gobierno, sólo para descubrir que la versión oficial cambiaba con rapidez.
Los miembros del partido que se oponen a Johnson confiaban en que más ministros siguieran el ejemplo de Sunak y Javid, aunque por ahora, otros miembros del gobierno, como la secretaria de Exteriores, Liz Truss; el secretario de Defensa, Ben Wallace, y la secretaria del Interior, Priti Patel, se mantienen en sus cargos.
