Nueva York fue testigo de un cambio con el ascenso inesperado de Zohran Mamdani, un asambleísta estatal de 33 años y tres mandatos, quien derrotó al conocido y financiado exgobernador Andrew M. en las primarias demócratas para la alcaldía. Esta victoria, que rompe generacional e ideológicamente con la corriente principal del partido, puso en el centro de atención a este socialista democrático y plantea serios interrogantes sobre la dirección futura del Partido Demócrata a nivel nacional.
La campaña de Mamdani fue implacable y se centró en la asequibilidad en una ciudad que se volvió prohibitiva para un número creciente de residentes. Su mensaje optimista sobre el aumento del costo de vida resonó con los votantes, utilizando lemas pegadizos como “congelar el alquiler” y “autobuses gratis”. David Shor, un estratega demócrata, lo describió como un “gran ejemplo de lo lejos que se puede llegar si se centra genuinamente la campaña de forma atractiva en torno al tema que, según las encuestas, a los votantes mayoritariamente les preocupa más”. Este enfoque en la “mesa de la cocina” incluso reflejó un mensaje económico que algunos en el centro del partido instaron a los demócratas a adoptar.
Mamdani no sólo abrazó una agenda económica progresista, sino que también se apartó de la posición dominante del partido en Medio Oriente, describiendo las acciones de Israel en Gaza como genocidio y pidiendo nuevos impuestos a las empresas. Defendió lemas propalestinos como “globalizar la intifada” y declaró su apoyo a un Israel con igualdad de derechos para todos sus ciudadanos, aunque no afirmó si tiene derecho a existir como estado judío, negando rotundamente las acusaciones de antisemitismo. Sus opiniones sobre Israel son un punto de fricción que “probablemente pondrán a algunos demócratas a nivel nacional en una posición incómoda”, según David Axelrod, estratega de Obama.

La victoria de Mamdani generó un entusiasmo palpable, con la fiscal general de Nueva York, Letitia James, comparando la emoción con la que se vio cuando Barack Obama se postuló a la presidencia. Este impulso se observó especialmente entre los votantes jóvenes y los grupos minoritarios, segmentos que los líderes demócratas buscan movilizar para las elecciones de 2026 y 2028.
Implicaciones y reacciones divididas
El éxito de Mamdani desafía los límites de la ortodoxia del partido y “puso nerviosos a los líderes demócratas nacionales”. Al igual que el senador Bernie Sanders y la representante Alexandria Ocasio-Cortez, quienes lo apoyaron y también son socialistas democráticos, Mamdani exige controlar los excesos del capitalismo y limitar el poder de los ricos. Su victoria reavivó la pregunta de si el partido aceptará a Mamdani como un líder de nueva generación capaz de articular un mensaje económico contundente, o si se distanciarán de sus ideas para cortejar a votantes moderados e independientes.
Desde el Partido Republicano, la reacción no se hizo esperar. El Comité Nacional Republicano del Congreso ya declaró a Mamdani como la “nueva cara del Partido Demócrata”. Senadores como Rick Scott y representantes como Elise Stefanik utilizaron su victoria para recaudar fondos y caricaturizarlo, con Stefanik calificándolo de “simpatizante de los terroristas de Hamás”, acusaciones que Mamdani negó. El veterano estratega demócrata James Carville señaló que “la gente estará pendiente” y que “todos tendrán que opinar de una forma u otra” sobre sus posiciones.
La clase de donantes demócratas y la comunidad empresarial, ya inquietas por su ascenso, también observan atentamente. Podrían unirse a sus rivales en las elecciones generales de noviembre o intentar usar comités de acción política (Super PAC) para frenarlo.
A pesar de la fuerte competencia y el apoyo del establishment del partido hacia Cuomo, los votantes demostraron un “profundo hambre de cambio”. Como señaló Basil Smikle, profesor de Columbia, Mamdani “creó un movimiento en torno a su candidatura”, lo cual fue clave para su victoria. Su ascenso plantea un dilema significativo para un Partido Demócrata ya dividido, que busca equilibrar la movilización de su base progresista con la necesidad de atraer a votantes moderados para futuras elecciones.