“Pepe” Mujica, el expresidente de Uruguay, falleció este martes como consecuencia de un cáncer de esófago. Se formó en una cultura política marcada por la moderación, el compromiso y la lealtad a las causas populares. Fue visitante ilustre de Córdoba.
José Alberto Mujica Cordano, más conocido como “Pepe” Mujica, murió a los 89 años en Montevideo, como consecuencia de un cáncer de esófago que le había sido diagnosticado en abril de 2024.
En enero último, el exmandatario anunció de manera pública que la enfermedad le había minado todo el cuerpo y que no se sometería a más tratamientos; sólo permitiría cuidados paliativos.
Murió como vivió: con calma, con lucidez y decidiendo sobre el sentido de sus pasos, hasta el final.
Fue presidente de Uruguay entre 2010 y 2015, pero su figura trascendió la política. Mujica fue guerrillero, preso político, agricultor, legislador y líder regional. Pero sobre todo fue un dirigente político prominente que eligió la coherencia como forma de vida.

“Pepe” Mujica nació el 20 de mayo de 1935 en Paso de la Arena, en Montevideo. Este barrio ubicado al oeste de la capital uruguaya se caracteriza por la producción de aceite, hortalizas y frutas.
Hijo de Demetrio Mujica Terra y Lucy Cordano Giorello, llevaba en la sangre un linaje de luchas y migraciones. Por línea paterna, descendía de vascos de la localidad vizcaína de Múgica, que llegaron a Uruguay en 1842.
En las tierras de sus abuelos -supo contar en una de sus visitas a Córdoba-, se preparaban soldados para resistir los levantamientos contra el caudillo Aparicio Saravia, del Partido Nacional. Por parte de madre, tenía raíces italianas.
Su abuelo materno fue concejal del departamento de Colonia y militante del herrerismo, corriente del “Partido Blanco”, además de amigo personal de Luis Alberto de Herrera. En algunas entrevistas también mencionó ascendencia cántabra.
Marca personal
Mujica se formó en una cultura política marcada por la austeridad, el compromiso y la lealtad a las causas populares. En los años 1960 se unió al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, movimiento armado que devino en guerrilla urbana de extrema izquierda que buscaba una transformación profunda en el país vecino, en la otra orilla del Río de la Plata.
Por esa militancia pasó 13 años preso, en condiciones extremas, durante la dictadura cívico-militar que gobernó la tierra de José Gervasio Artigas entre 1973 y 1985.

En 1989, Tupamaros se integró a la coalición política Frente Amplio y formó junto con otras agrupaciones políticas y dirigentes sociales independientes el Movimiento de Participación Popular, que en noviembre del año pasado llevó a la presidencia del país a Yamandú Orsi, actual mandatario oriental.
Ya en democracia, volvió a la actividad política institucional: fue diputado, senador, ministro de Ganadería y finalmente presidente.
Durante su mandato vivió en su chacra, condujo un viejo Volkswagen Escarabajo de color celeste (como la bandera de su nación), donó la mayor parte de su sueldo y mantuvo un discurso claro, directo, que apelaba más a la ética que al cálculo político.
No soy pobre. Pobre es el que necesita mucho para vivir”, razonaba.
Desde 2005 estaba casado con Lucía Topolansky, dirigente histórica del Movimiento de Participación Popular y figura clave de la izquierda uruguaya. Se conocían desde 1972 y compartieron militancia, prisión y gobierno: Lucía fue vicepresidenta de Uruguay entre 2017 y 2020.
Ilustre, en Córdoba
En Córdoba dejó una huella especial. Visitó la provincia en dos ocasiones. La primera fue el 6 de mayo de 2016, cuando brindó una charla en la Casa Naranja de la capital cordobesa, ante unas 200 personas.
Vestido con jeans, camisa blanca y campera de pana, conversó con el periodista Miguel Clariá y dejó reflexiones inolvidables, destacadas en la crónica de La Voz:
“Cuando sos presidente, aparecen las alfombras rojas, el insoportable protocolo, gente cobrando para no hacer nada”.
“Cuando te empiezan a decir qué bien que estás, estás frito”.
“El infierno y el paraíso están acá, hay para elegir”.
Volvió en mayo de 2017 para participar del II Congreso de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (Fada), en Río Cuarto, donde compartió sus ideas sobre desarrollo, equidad y responsabilidad social.
Murió Pepe Mujica. Se fue el hombre que hablaba como si no necesitara convencer, porque vivió como pensaba y decía, sin más vueltas.
Su legado probablemente no inspire un monumento en su memoria (que quizá le parecería innecesario) ni perdure en ninguna materialidad pomposa. Permanecerá vigente en cada gesto de coherencia en la administración de la cosa pública, en cada palabra dicha con simpleza en el tiempo preciso.