Desde Córdoba observo perplejo el desarrollo de esta nueva flotilla de apoyo a Gaza.
Salieron de Barcelona llevándose consigo a lo más granado del progresismo global, a la activista Greta Thunberg, a la actriz Susan Sarandon, a la exalcaldesa de Barcelona Ada Colau o al actor de Juego de Tronos, Liam Cunningham, entre muchos otros.

Son unos 20 pequeños barcos cargados de “harina y medicinas”, según dijo el diputado español Jaume Asens, del partido de izquierda En Comú Podem.
Dudo que Asens haya navegado en veleros recreativos como los de la flotilla, cuya capacidad de carga es extremadamente limitada. Su misión real no es la carga, es el espectáculo. Fíjense, a las pocas horas de su partida la flotilla regresó a puerto por una tormenta de verano.
Seguir el rastro del dinero
Es lógico que miles de personas de buen corazón tengan la esperanza puesta en esta flotilla. Quien escribe también sufre por la sangre derramada de tantos y tantos inocentes, en especial los niños, culpables de nada.
Las guerras, todas ellas, siempre causan muerte y dolor. Sorprende, por eso, que sólo una de estas guerras abiertas sea ahora mismo el único icono de la solidaridad internacional.
Según Uppsala Conflict Data Program, existen al menos 50 conflictos armados activos a nivel mundial y hay, al menos, ocho conflictos mayores que pueden ser considerados como guerras. Cabría rastrear esta excepcionalidad mediática con respecto al conflicto palestino-israelí.
A los periodistas que de buen seguro seguirán el curso de esta flotilla les pediría que rastrearan el dinero con el que se paga todo. Con un par de clics sobre el mouse fácilmente descubrirán que uno de los organizadores de la flotilla es Zaher Birawi, quien, según Charles Hymas, del diario The Telegraph, tiene claros vínculos con Hamas.
Es fácil darse cuenta de que la buena voluntad está siendo teledirigida. Lamentablemente, los occidentales con banderas palestinas son, sin saberlo, figurantes del gran juego geopolítico global, en especial de Qatar.
La flotilla no pretende alcanzar tierra, sino ser mera operación mediática. El propio ministro de Seguridad Nacional israelí, Itamar Ben-Gvir, enfatizó que la flotilla, a pesar de sus supuestas intenciones humanitarias, sería considerada un intento de socavar la soberanía de Israel y apoyar a Hamas en Gaza.
Esta vez, puede que Greta no regrese a Suecia sin pisar la prisión. Tal vez esa fue el verdadera “tormenta” que hizo regresar los buques a puerto.
Crisis de la izquierda global
Cabría preguntarse también por qué este discurso propalestino se ha convertido en una moda dentro de la izquierda global.
Ciertamente, el eslogan “Free Palestine” es un banner que exhibe identidad política y marca fronteras morales claras. También es un medio para marcar al disidente, a todo aquel del ámbito de la izquierda que pretenda pensar con libertad.
Ada Colau se encargó precisamente de sintetizarlo en la charla que dieron los representantes de la flotilla antes de zarpar: “Sólo hay dos lados, el lado del bien y el lado del mal”.
Blanco y negro. Esa falta absoluta de relativismo expresado por la exalcaldesa de Barcelona es precisamente el mal que condena a este conflicto a una abyecta perpetuidad.

Sorprende la actitud acrítica de la izquierda y su extraña alianza —no confesa— con el fundamentalismo islámico. Thiago Ávila, el activista brasileño presente en todas las flotillas, encarna esta contradicción.
En 2024 se lo pudo ver en una reunión de Hezbollá posterior a entierro de su líder, Hassan Nasrallah.
En esta se lanzaron gritos como los de “muerte a Estados Unidos, muerte a Israel”. ¿Es esa la solución que se propone?
De igual modo, Greta Thunberg transmutó su activismo climático en activismo propalestino. No hubo rastro de su sensibilidad por la vida en los días posteriores al 7 de octubre de 2023.
Tampoco parece que le importe ahora hacer más de tres mil kilómetros sobre un motor diésel. De la lucha por una causa a otra; y tiro por que me toca.
Cambio de paradigma
La lucha por la libertad de Palestina ha pasado por muchas etapas, mi generación la vio bajo el estandarte del socialismo propio de la guerra fría. En ese antiguo polo ideológico había, más allá de la niebla de la guerra fría, cierto sustrato que era genuino.
Pero esa mirada desapareció con la caída del muro de Berlín y fue reemplazada por una perspectiva inspirada puramente en el islam, cosa que difícilmente puede aportar algo que no sean maximalismos nihilistas.
La Palestina de hoy no es la de Yasser Arafat, capaz de encontrar compromisos en Oslo, sino la proyectada por los Hermanos Musulmanes, anticomunistas y antisionistas, y, en última instancia, inspirados por el nacionalsocialismo alemán.
Sospecho que el fracaso global de la izquierda en nuestro mundo del capitalismo global tiene mucho a ver en este ciego apoyo a la causa palestina.
Esta izquierda es, en definitiva, la única culpable del ascenso de la derecha en el mundo. Su impotencia contra el gran capital le obliga a instalar su retórica en otras luchas, en el cambio climático, o en conflictos armados situados a miles de kilómetros como el de Palestina.
Se aprovechan así escenarios que alimenten la movilización, la lucha continua, la revolución siempre permanente. Se buscan campos de batalla para ir “hasta la victoria, siempre”. ¿Cuántas luchas debemos perder antes de darnos cuenta de ello?
La solución está lejos
Puedo tener sensibilidades de izquierda pero no por eso soy estúpido. Defender, ahora, a la Palestina de Gaza —la todavía controlada a sangre y fuego por Hamas— es algo así como defender la Alemania de Hitler antes de su suicidio.
Ninguna solución ni compromiso se podía dar con los nazis en el poder por aquel entonces. De igual modo, ningún camino para la paz es posible si colocamos a Hamas como interlocutor válido.
Déjenme remarcarlo: en esta flotilla llena de celebrities no hay un interés real en la historia, ni en el conflicto, ni tienen una visión que busque equilibrios y consensos. Si penetraran honestamente en la maraña de la historia encontrarían que todos los personajes que habitan entre el río y el mar son tanto víctimas como culpables.
Quizás —si sus lentes ideológicos se lo permitieran— se toparían con Johann von Leers, ideólogo nazi del pasado, converso al islam, amigo del Gran Muftí de Jerusalén —ese antiguo aliado de Hitler–.
Von Leers fue, después de la Segunda Guerra Mundial, un protegido de Gamal Abdel Nasser, presidente de Egipto e impulsor del panarabismo. No por nada algunas brigadas islamistas hacen el saludo nazi con tanta fruición.
El fin no justifica los medios
A los miembros de la flotilla por Palestina los acuso de cínicos, de vanidosos, de exhibir una falsa superioridad moral y de mostrar una superlativa inconsistencia argumental.
Sin ir más lejos: antes de partir los participantes de la Sumud Flotilla organizaron tres días de música y festejos en el muelle del puerto de Barcelona. ¿Qué festejaron exactamente? ¿El genocidio que dicen denunciar? ¿O quizás solo sus vacaciones por el Mediterráneo?
No nos confundamos: la autodeterminación de Palestina es una causa justa, tan justa como la existencia del Estado de Israel. Pero ni palestinos ni israelíes parecen percatarse que el fin no puede justificar todos los medios. El día que todos lo hagan habrá un camino que conducirá a la paz.
Historiador y docente