Después de más de 15 meses de ataques continuos, la comunidad internacional celebra la firma de un acuerdo de alto el fuego que promete aliviar, aunque sea temporalmente, la devastación en Gaza.
Este acuerdo, logrado tras semanas de arduas negociaciones en Doha, abre una luz de esperanza al permitir la liberación de varios rehenes israelíes, la posibilidad de retorno de cientos de miles de palestinos desplazados a sus hogares y la entrada de ayuda humanitaria en una región completamente destruida por los bombardeos.
En ciudades como Khan Younis y Deir al-Balah, miles de palestinos se han reunido para celebrar la noticia, un tanto aliviados por la posibilidad de regresar a sus hogares tras ser desplazados por la guerra. Sin embargo, el ambiente de celebración está marcado por un sentimiento de incertidumbre.
Muchos de los hogares que alguna vez conocieron ya no existen, arrasados por los bombardeos israelíes. Cerca de 2 millones de personas siguen desplazadas, viviendo en condiciones extremadamente difíciles, y aunque algunos celebran el regreso a lo que queda de sus hogares, otros lamentan la pérdida total de sus propiedades.
Doble atribución
Tanto Joe Biden como Donald Trump, pronto a asumir nuevamente la presidencia de Estados Unidos, se disputaron el rol protagónico en las negociaciones.
Según Trump, se trató de una “victoria histórica” de su administración, que aún no comenzó. El enfoque de Trump ha sido criticado por quienes consideran que el trato desmedido hacia Israel podría seguir alimentando la desconfianza de los palestinos.
Mientras tanto, la situación política interna en Palestina sigue siendo un tema crucial para la estabilidad futura. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, insiste en que sólo el gobierno palestino legítimo debe encargarse del futuro de Gaza.
En una reciente visita a Noruega, el primer ministro palestino, Mohammad Mustafa, expresó su rechazo a la creación de un gobierno transitorio en Gaza bajo el control de Hamas o cualquier otra facción.
Este rechazo a la división política entre Gaza y Cisjordania es clave para la visión de un futuro palestino unificado. Desde que Hamas tomó el control de Gaza en 2007, la Autoridad Palestina ha tenido dificultades para imponer su autoridad sobre el enclave costero, y los intentos de reconciliación entre las facciones rivales siguen siendo un obstáculo importante para la paz.
Violencia continua
El alto el fuego en Gaza no detuvo la violencia en Cisjordania, que sigue siendo una zona de intenso enfrentamiento. El miércoles pasado, un ataque aéreo israelí en Jenin dejó seis muertos, lo que añade otra capa de tensión a un conflicto que parece no tener fin.
Jenin fue uno de los focos de violencia más graves en los últimos años, con incursiones militares israelíes dirigidas a combatir a los militantes palestinos.
A pesar de los esfuerzos de la Autoridad Palestina por controlar la violencia, la situación sigue siendo crítica, y los enfrentamientos continúan, lo que demuestra que el conflicto es mucho más amplio que el que ocurre en Gaza.
A nivel internacional, el acuerdo fue recibido con esperanza, pero con realismo. Si bien la tregua proporciona un respiro necesario, el ciclo de violencia y sufrimiento no cesará sin una solución política sostenible.
Las tensiones en Gaza y Cisjordania son solo un reflejo de las complejas dinámicas geopolíticas que definen el conflicto israelo-palestino, donde las partes no solo se enfrentan entre sí, sino que también deben lidiar con las presiones externas de actores globales como Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea.
Problemas estructurales
El acuerdo no resuelve las causas profundas de la disputa, como las fronteras, el estatus de Jerusalén y el derecho al retorno de los refugiados palestinos. Además, mientras Israel refuerza su presencia en áreas como los Altos del Golán, con la confiscación de miles de armas en zonas sirias cercanas, la región sigue siendo un polvorín listo para estallar.
Los problemas estructurales que perpetúan el conflicto israelo-palestino no se resolverán con una tregua temporal, por lo que es fundamental que la comunidad internacional trabaje por una solución política duradera.
Sólo mediante un compromiso serio para abordar las raíces del conflicto, como las disputas territoriales y las divisiones internas palestinas, se podrá aspirar a una paz estable. Mientras tanto, el ciclo de violencia y sufrimiento continuará, y la estabilidad de la región seguirá siendo incierta.
* Experto en Política Internacional
