El frente oriental de Ucrania se prepara para una nueva etapa de tensión y desgaste. A medida que el otoño se aproxima, las fuerzas armadas ucranianas enfrentan el desafío de contener la renovada ofensiva rusa en Donetsk, región que Moscú busca controlar desde hace más de una década y que alguna vez fue el motor industrial del país invadido. Actualmente, Rusia domina cerca del 70% de ese territorio y concentra sus esfuerzos en un sector decisivo: el denominado “cinturón fortaleza”, integrado por cuatro ciudades donde las tropas ucranianas resisten desde hace años.
El equilibrio de fuerzas, sin embargo, parece inclinarse progresivamente hacia el Kremlin. La escasez de soldados, las dificultades logísticas y una gestión militar cuestionada debilitan la capacidad de Ucrania de sostener una defensa prolongada. Analistas y oficiales advierten que, tras más de tres años de invasión a gran escala, la presión podría quebrar la resistencia en esta franja estratégica.
Desgaste sostenido
Lejos de lanzarse a batallas urbanas, como la sangrienta campaña por Bakhmut, Moscú optó por tácticas de infiltración y asfixia logística. Pequeños grupos de soldados rusos atraviesan las brechas en las líneas ucranianas, se ocultan en áreas boscosas o en sótanos abandonados, y buscan interrumpir rutas de suministro. El costo humano es elevado: de cada cinco infiltrados, apenas uno suele sobrevivir para reportar posiciones o solicitar apoyo aéreo.
El coronel Pavlo Yurchuk, al mando de la defensa en el norte del cinturón, sostiene que estas maniobras no alteran el cuadro estratégico. “Son avances lentos, no resuelven las tareas de cerco ni el control de grandes asentamientos”, señaló. Sin embargo, los drones y las bombas de planeo que Rusia despliega con frecuencia han golpeado de manera contundente las cadenas de abastecimiento ucranianas, complicando el refuerzo de posiciones.
La ofensiva rusa se concentra en los extremos del cinturón. En el norte, la atención está puesta en Lyman, ciudad de unos 20 mil habitantes antes de la guerra y clave por su ubicación logística y ferroviaria. Tras haber sido liberada en 2022 por una contraofensiva relámpago de Kiev, vuelve a estar en riesgo de caer. Según Yurchuk, si Rusia lograra ocuparla, podría utilizarla como base para cruzar el río Siverskyi Donets, paso obligado hacia Sloviansk.
Al sur, los combates se intensifican en torno a Pokrovsk, donde Moscú logró avances que lo acercan a Kostiantynivka, ciudad otrora poblada por 67 mil personas y hoy prácticamente vacía. Una eventual caída de estos bastiones podría abrir la puerta a un avance más profundo, aunque también es posible que los enfrentamientos se prolonguen durante meses.
Desgaste humano
Más allá del terreno, la dificultad principal para Kiev es la escasez de personal militar. La falta de rotaciones, el agotamiento y la dispersión de las tropas en el frente reducen la efectividad de las brigadas. Taras Chmut, director de la Fundación Come Back Alive –que ha recaudado cientos de millones de dólares para apoyar al Ejército–, advierte que el problema no es solo cuantitativo. “En los papeles, algunas brigadas tienen miles de efectivos, pero en combate apenas despliegan cientos. La causa no es la superioridad rusa, sino fallas de gestión”, explicó.
Según Chmut, las deficiencias organizativas provocan duplicaciones innecesarias y dejan zonas del frente descubiertas.
La lentitud del avance ruso en etapas anteriores no garantiza que Moscú mantenga ese ritmo. Para Nick Reynolds, investigador del Royal United Services Institute, el Ejército ucraniano está bajo una presión insostenible. “La caída del cinturón de fortalezas desplazaría a miles de civiles y causaría graves daños económicos, pero no pondría fin a la invasión”, subrayó.
El horizonte es sombrío: incluso si Ucrania lograra resistir durante los próximos meses, el costo humano y material seguirá creciendo. Si, en cambio, Rusia logra romper las defensas y controlar toda la región de Donetsk, nada indica que detendrá allí sus ambiciones.