En el último tramo del conflicto bélico en Ucrania, los incidentes con drones entre las fuerzas en pugna se destacaron en los partes de guerra y en las crónicas periodísticas de quienes cubren el mayor ataque militar convencional en suelo europeo desde los acontecimientos armados en la ex-Yugoslavia, registrados de 1991 a 2001.
Por caso, el miércoles último, las autoridades rusas denunciaron un ataque con ese tipo de vehículos aéreos no tripulados (UAV, por su sigla en inglés) contra la residencia presidencial de la Federación Rusa, ubicada en el Kremlin, conjunto de edificios civiles y religiosos situado en el centro de Moscú, frente al río Moscova en el sur, la Plaza Roja en el este y el Jardín de Alejandro en el oeste.
El poder moscovita atribuyó a Ucrania la autoría de la agresión con armas de radiocontrol con el propósito –infirieron– de matar al mandamás del país, Vladimir Putin. También involucraron en el episodio a Estados Unidos, el principal aliado en el combate a gran escala del máximo mandatario ucraniano, Volodimir Zelenski.
Varios antecedentes anotados de manera reciente alimentan la sospecha rusa de la injerencia norteamericana en ese y en otros lances.
Notas al margen
Un mes atrás, cazas Sukhoi SU-27 rusos derribaron un dron estadounidense modelo MQ-9 que volaba sobre las aguas del mar Negro.
La Cámara de Representantes de Estados Unidos condenó a Rusia por el ataque a la nave no tripulada de su país, en tanto que el Kremlin condecoró con la Orden al Valor a los pilotos del avión interceptor de defensa que abatió al teledirigido enemigo que -según explicó- había violado su espacio aéreo.
El episodio hizo temer una escalada en las tensiones entre ambas potencias en el marco de la disputa en Europa oriental.
Como represalia “a la acción terrorista planificada” y ejecutada en víspera del tradicional desfile del 9 de mayo con motivo del Día de la Victoria -fecha que evoca el triunfo soviético sobre los nazis en 1945-, Moscú arremetió con drones contra varias regiones de Ucrania, entre ellas Kiev. Así, después de muchos meses, la capital del país invadido se convirtió nuevamente en objetivo de los ataques rusos.
Y el viernes pasado, mientras Elena Krilova -representante oficial de la Administración Presidencial rusa- confirmaba a la agencia de noticias Interfax que se habían reemplazado dos láminas de cobre de la cúpula del Palacio del Senado -dañadas por el ataque del miércoles último-, el gobernador de la Región de Rostov (en el extremo oriental del mar de Azov) denunció un nuevo impacto de un aparato no tripulado ucraniano en una planta de productos de petróleo en Novoshajtinsk.
La maniobra replicó dos ataques con idénticos armamentos perpetrados el jueves contra una refinería en Ilski que provocaron un incendio de magnitud en las instalaciones de ese complejo industrial, sin que hubiera que lamentar víctimas personales, según la información oficial.
Y entretanto Zelenski insiste en que sus tropas sólo pelean en su territorio “defendiendo a pueblos y ciudades” ucranianos y el jefe de la diplomacia norteamericana, Antony Blinken sigue poniendo en duda quién está realmente detrás de los ataques que les imputan, especialistas militares rusos sostienen que los UAV involucrados en los episodios formaban parte del denominado “Ejército de Drones”, creado por las Fuerzas Armadas ucranianas.
Recuerdan que, a mediados de febrero último, el viceprimer ministro de Ucrania y ministro de Transformación Digital, Mijailo Fedorov, reconoció a la agencia Ukrinform que su cartera había contratado hasta entonces 1.765 vehículos aéreos no tripulados y que unos 3.500 combatientes estaban capacitados para su manejo.
Guerra tecnológica
“Esta es una guerra tecnológica y en consecuencia es necesario utilizar los UAV de manera más efectiva para salvar la vida de nuestros soldados”, argumentó el funcionario en la entrevista.
Fedorov cifró en unos 85,5 millones de euros la ayuda recibida por sus aliados para la concreción del “Ejército de Drones”, a la vez que reconoció que requerían de más suministros de ese tipo de armamento con rango de visión de hasta 50 kilómetros para observar los movimientos rusos desde mayor distancia.
El ministro precisó que la unidad operativa de referencia surgió por iniciativa del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas ucranianas en colaboración con la cartera a su cargo en la certeza de que “se trata de un tipo de armamento que se ha tornado clave en la guerra contra Rusia”.
Nuevas reglas
Julián Estévez Sanz, docente e investigador en robótica e inteligencia artificial de la Universidad del País Vasco, considera que es tal la influencia de los drones en el campo bélico en la actualidad que “están cambiando las reglas de las guerras”.
El ingeniero industrial y doctor en Ingeniería Informática señala que este tipo de armas de radiocontrol están siendo de uso amplio en los conflictos militares en curso como el de Ucrania, Gaza, Libia o Siria.
Estévez Sanz recuerda que la idea de los ataques aéreos “es un sueño militar de siglos” y se remonta a los barriletes de fuego empleados por la dinastía Han en el siglo II antes de Cristo y que luego permaneció latente unos dos mil años, hasta que Benjamín Franklin recuperó el concepto a finales del siglo 18 de esta era y lo compartió con los hermanos franceses Josep-Michel y Jacques-Étienne Montgolfier, considerados los inventores del globo aerostático, con quienes se carteaba con asiduidad.
