Recién en las próximas semanas tendremos una respuesta al interrogante central respecto al conflicto en Ucrania: la posibilidad de una gran conflagración en Europa. La disputa ha puesto en alerta a toda la comunidad internacional. Es que allí se juegan muchas cuestiones: el futuro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan,) el devaluado rol de los Estados Unidos como “policía del mundo”, el balance del mundo multipolar entre Estados Unidos, Rusia, China, etcétera.
La elite política rusa se siente confiada ya que la economía del país se encuentra estable, y la oposición, prácticamente inexistente. Además, el peso de Rusia sobre Europa es mayor, debido al aumento de los precios del gas y los problemas de desabastecimiento en la Unión Europea (UE). Además, el Kremlin está seguro de que un sector importante de los ucranianos, descontentos con el giro occidental de su gobierno, apoyaría una incursión.
¿Y si fracasa, qué?
Un fracaso de la Casa Blanca en la región significaría un debilitamiento de los Estados Unidos como actor internacional, lo cuál podría ser no sólo una victoria para Moscú, sino también para Beijing, que ve la situación desde la distancia, pero con mucha atención.
Tras el “retiro” de su país durante los tiempos de Donald Trump, Joe Biden afirmó en numerosas ocasiones la vocación de su país de ser el “líder de las democracias del mundo occidental”. Actualmente, la imagen del presidente se encuentra por el piso, con elecciones de medio término en puerta (serán el 8 de noviembre próximo), la mayor inflación de los últimos cuarenta años, y una debilidad patente.
La Administración Biden buscó cierta estabilidad en la relación con Rusia, quizás para ocuparse de lleno de sus problemas domésticos y en la relación con Beijing.
Uno de los objetivos rusos es un cambio de régimen en Ucrania, por la vía “legal” o a través –incluso- de una reforma constitucional.
No sería descabellado pensar que el Kremlin podría intentar anexarse la ciudad portuaria de Odessa y Kyiv. Con Bielorrusia asegurado dentro de la influencia rusa, Moscú necesita también tener la certeza de que Ucrania no seguirá reforzando sus vínculos con Occidente.
Muro de contención
Vladimir Putin busca crear una barrera contra la influencia de Washington y Bruselas, reeditando alianzas con los países que históricamente estuvieron bajo la órbita del Imperio Ruso primero, y soviética después. El abanico de opciones para Rusia es grande, pero es muy difícil pensar en cómo el Kremlin podría lograr un cambio de régimen en Ucrania, a estas alturas, sin enfrascarse en un conflicto a largo plazo y de difícil resolución.
En la actualidad, en esa zona del este ucraniano se desarrolla un conflicto armado entre fuerzas independentistas rebeldes y el gobierno ucraniano. De acuerdo con Kiev, el Kremlin apoya a los rebeldes prorrusos, algo que Putin ha negado categóricamente. El gobierno de Zelensky está decidido a combatir a los rebeldes. En los últimos años ha llevado adelante una significativa modernización del ejército con un fuerte foco en la contrainsurgencia. Esto se dio en paralelo con el acercamiento a la Otan, los Estados Unidos, y la Unión Europea.
En la actualidad, en esa zona del este ucraniano se desarrolla un conflicto armado entre fuerzas independentistas rebeldes y el gobierno ucraniano. De acuerdo con Kiev, el Kremlin apoya a los rebeldes prorusos, algo que Putin ha negado categóricamente. El gobierno de Zelensky está decidido a combatir a los rebeldes. En los últimos años ha llevado adelante una significativa modernización del ejército con un fuerte foco en la contrainsurgencia. Esto se dio en paralelo con el acercamiento a la Otan, los Estados Unidos, y la Unión Europea.
