La evolución de la crisis en Ucrania no sólo se monitorea al instante en los despachos diplomáticos de todo el mundo, principalmente en los de ese país de Europa oriental, de Rusia, de los Estados Unidos y de la treintena de socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) involucrados de manera directa en la controversia.
También se destaca con resaltadores de distinta fluorescencia en la cartografía militar de los comandos de defensa de esos cuatro actores centrales de la pulseada, según las acciones que se proyecten en el escenario bélico eventual sean por aire, por mar o por tierra.
Asimismo, quienes se encargan de velar por la salud y por la integridad de las finanzas públicas de los estados más expuestos juegan un rol destacado en la partida que por ahora se disputa en el campo de lo gestual y de la retórica. Calculadora en mano, se la pasan haciendo cuentas para estimar de qué manera una eventual conflagración impactaría en los números más sensibles para el bolsillo de los cientos de millones de espectadores de este “juego de guerra” que todos siguen con atención, pero que casi nadie desea que se materialice.
Perturbación
La escalada que se observa en torno a la cuestión ya causa turbulencias en la economía europea debido principalmente a su dependencia energética.
Rusia es el principal proveedor de gas y de petróleo de ese continente, que atraviesa un invierno severo en términos climatológicos y sanitarios a causa de las temperaturas gélidas y de la variante Ómicron del Sars-Cov-2.
La combinación de esos y de otros factores en un contexto de pandemia ha tensionado el precio del servicio de energía y recalentado la inflación.
Por esa razón, varios países europeos –en especial Alemania– temen que una entrada a los tiros de las tropas del Kremlin a territorio ucraniano paralice la circulación del gas natural ruso que pasa por ese país y que enciende las hornallas de los hogares y las calderas de muchas industrias de la UE.
Moscú insiste en que una invasión a su vecino no está en sus planes. No obstante, promete responder sin clemencia a las sanciones económicas adicionales a las aplicadas desde 2014 por la anexión de Crimea con las que Estados Unidos, la UE y la Otan pretenden que Vladimir Putin ordene el repliegue de tropas desde su frontera con Ucrania.
Está bien, pero
En ese contexto, el presidente estadounidense, Joe Biden, recibió el lunes último en la Casa Blanca al jeque catarí Tamim bin Hamad al-Thani, en lo que se leyó como un gesto de fortalecimiento de la alianza económica bilateral, en momentos en que Washington busca que sus socios europeos entiendan que el rico emirato gasístico y petrolero del oeste de Asia representa una alternativa al gas ruso, en medio de la crisis por Ucrania.
Desde Bruselas le agradecen a Biden su preocupación, pero le recuerdan que Qatar provee en la actualidad de sólo el 5,2 por ciento del gas natural que compra en total el bloque, por debajo de Argelia (ocho por ciento), de Noruega (16 por ciento) y de Rusia (41 por ciento).
Quizá eso explique por qué el presidente húngaro, Viktor Orbán, aseguró este martes a Putin que “ningún dirigente europeo quiere la guerra. Estamos por acuerdos pacíficos”, en alusión a las tensiones en Ucrania.
Antes de su visita al Kremlin, el líder del conservadurismo social y nacionalista húngaro habló telefónicamente con el secretario General de la Otan, Jens Stoltenberg, con quien coincidió en la unidad de los países de la alianza militar, tanto en tiempos de paz como de crisis.
Nadie a salvo
Gustavo Scarpetta, especialista en Comercio Internacional, dice que una eventual invasión rusa a Ucrania “implicaría efectos negativos para la economía mundial” en momentos en que está atravesando los efectos adversos de la pandemia de coronavirus.
A partir de esa certeza, el docente de las universidades Nacional y Católica de Córdoba desagrega las áreas que –considera– resultarían más afectadas por las eventuales hostilidades.
“El precio del petróleo y del gas subirá y eso impactará en más inflación mundial y en encarecimiento de los fletes, que ya están en niveles récord”, opina.
El experto recuerda que Rusia es el principal exportador de gas a Europa, por lo que “podría afectar a ambas economías”.
En relación con el crecimiento de los precios a nivel global, Scarpetta destaca que se trata de un problema “que está afectando a casi todos los países debido a los paquetes de ayuda y a la emisión”. Y presagia: “El aumento de fletes, de commodities y de combustibles puede llevarla a un par de escalones más arriba y llenar de preocupaciones a países centrales, que vienen trabajando fuerte para bajarla”.
A partir del pálpito, arriesga: “Un mundo con inflación puede llevar a que los inversores busquen refugios en lugares seguros para bajar la incertidumbre y otros, buscar mercados donde puedan generar una renta que les brinde rendimientos reales por encima de la inflación”.
Asimismo, cree que en Latinoamérica algunos sectores de la economía, como el de la soja o el trigo, podrían verse beneficiados en un contexto de crisis en Ucrania. También, productores de petróleo como Ecuador, México y Brasil resultarían favorecidos.
