La Franja de Gaza fue escenario de una nueva tragedia humanitaria con el vuelco de al menos cuatro camiones de ayuda, que dejó un saldo de 20 personas muertas y decenas de heridos. El incidente ocurrió la noche del martes, cerca del campo de refugiados de Nuseirat, en el centro de Gaza, cuando una multitud desesperada se abalanzó sobre los vehículos.
Según la asociación de transporte privado que opera en la Franja, 26 camiones comerciales ingresaron al enclave ese día; seis fueron desvalijados y cuatro de ellos volcaron. La cadena británica BBC informó que las multitudes se precipitaron sobre los vehículos en una carretera al sureste de Deir al-Balah, trepando a los camiones en movimiento, lo que provocó que los conductores perdieran el control. La presión de los cuerpos sobre la carga, el pánico y el terreno irregular o gravemente dañado desencadenaron la tragedia, dejando cuerpos incluso bajo las ruedas.

Un panorama cada vez más peligroso para la ayuda
El acceso a alimentos y asistencia humanitaria se ha vuelto cada vez más riesgoso en Gaza. Conductores locales describen cómo multitudes impulsadas por el hambre arrancan cargamentos directamente de los camiones en movimiento. En otras ocasiones, los vehículos son interceptados por hombres armados vinculados a bandas organizadas que revenden la ayuda en los mercados a precios exorbitantes.

Abu Khaled Selim, vicepresidente de la Asociación de Transporte Especial, señaló que algunos de sus conductores tienen miedo de transportar ayuda por temor a las grandes multitudes. Ali al-Derbashi, otro conductor, dejó de trabajar hace tres semanas tras ser emboscado por una banda armada que lo obligó a desviarse, le robó combustible, batería y teléfono, y le disparó a las llantas. “Ponemos nuestras vidas en peligro por esto. Cada vez que salimos, nos roban. Cada día es peor”, lamentó el conductor Anas Rabea, quien relató que su camión fue rodeado apenas cruzó el paso de Zikim.
La seguridad en la distribución de ayuda se ha deteriorado gravemente. Al comienzo del conflicto, la policía dirigida por Hamás escoltaba los convoyes e incluso arrestaba a quienes intentaban revender la ayuda. Sin embargo, con el aparato de seguridad colapsado, “todo está permitido”, según los transportistas. La ONU, por su parte, rechaza que la protección sea provista por fuerzas israelíes, aduciendo que violaría su principio de neutralidad.
Acusaciones cruzadas y crisis humanitaria agudizada
Las autoridades locales, controladas por Hamás, responsabilizan a Israel por la tragedia, afirmando que los camiones son obligados a circular por rutas alternativas, peligrosas y sin pavimentar debido a las restricciones impuestas por el ejército israelí, empujando a los vehículos a zonas donde las multitudes los rodean antes de una distribución controlada. Un conductor, Ashraf Selim, padre de ocho hijos, murió el 29 de julio por una bala perdida mientras intentaba entregar suministros.


Israel, por su parte, anunció que permitiría la entrada gradual de bienes a Gaza mediante vehículos de compañías privadas para “aumentar el volumen de ayuda” y reducir la dependencia de las agencias de la ONU, cuya capacidad de distribución se ha visto limitada. El gobierno israelí niega las acusaciones de impedir el ingreso de ayuda y el primer ministro Benjamin Netanyahu ha declarado que “no hay hambre” en Gaza. No obstante, la ONU estima que cerca del 90% de la población gazatí –más de dos millones de personas– ha sido desplazada desde el inicio del conflicto.
Voceros de Salud en Gaza, controlados por Hamás, informaron que al menos 193 personas han muerto por desnutrición desde el inicio de la guerra, incluyendo 96 niños. Más de 100 organizaciones humanitarias han advertido sobre una posible hambruna generalizada. A pesar de la presión internacional y la apertura de corredores humanitarios por parte del ejército israelí, la entrega efectiva de ayuda sigue siendo intermitente y peligrosa.