Los presentadores deportivos lo anunciaban como “el partido más geopolítico” del Mundial de Qatar 2022. Fue el encuentro entre EE.UU e Irán, por la última fecha de la fase regular del grupo B, que le dio el pase a octavos de final a la selección estadounidense.
Ambos países están enfrentados desde hace casi cinco décadas, no mantienen relaciones diplomáticas y sus gobiernos suelen calificarse mutuamente como engendros del mal.
Además, las autoridades iraníes pidieron la expulsión de Estados Unidos del Mundial luego de que la Federación de Fútbol de este país cambiara la bandera de Irán en sus redes sociales para mostrar apoyo a quienes se manifiestan en ese país en contra del régimen teocrático.
La ola de protestas se inició el 16 septiembre a raíz de la muerte de Mahsa Amini, de 22 años, quien falleció tras ser detenida por la policía de la moral, en Teherán, por no seguir las normas sobre el hiyab.
Sólo en noviembre, cinco manifestantes fueron condenados a muerte por el levantamiento popular, en un país en el que la lapidación y la crucifixión son legales.
Es más: luego de que los jugadores de la selección se negaran a cantar el himno iraní en el partido contra Inglaterra, las autoridades los amenazaron con aplicar ”violencia y tortura” a sus parientes si continuaban con esa actitud.
¿Qué sucedió en la cancha durante el partido EE-UU-Irán? Todo lo contrario de quienes lo anunciaron como un enfrentamiento geopolítico, o de quienes hubieran esperado que los jugadores dirimieran esos conflictos en el campo de juego.
El encuentro fue un ejemplo de fair play, los contrincantes se respetaron como si se tratara sólo de un partido de fútbol (una locura pensarlo así), y los jugadores estadounidenses se solidarizaron y alentaron a sus valientes pares iraníes no sólo por la eliminación del Mundial, sino por la situación en su país.
La última muestra de lucidez la dio el capitán de la selección de EE.UU., Tyler Adams, quien fue increpado por un periodista de un medio estatal iraní en la conferencia de prensa tras el partido. Lo acusó de “pronunciar mal” la palabra “Irán” y de apoyar los reclamos del pueblo iraní cuando en EE.UU. también hay discriminación hacia los afroamericanos.
Lejos de subir el tono, Adams se disculpó por pronunciar mal “Irán”, dijo que sabe que la discriminación se sufre en muchos países y también en el suyo, y dijo que “siempre es importante” avanzar en esos procesos de tolerancia hacia las distintas culturas.
Y punto.
Se trató de una situación para remarcar ya que la violencia en el fútbol es una constante. Desde las rivalidades de barrios hasta las de países, los muertos, los heridos, el racismo y los insultos desfilan en distintos capítulos de la historia de este deporte.
“No es más que un partido de fútbol”, trató de razonar el DT argentino, Lionel Scaloni, tras el alivio del triunfo ante México. Difícil que en Argentina alguien haya tomado sus palabras como una enseñanza, en un país en el que la selección va a un Mundial como si fuera a una guerra, de la que depende la supervivencia de un pueblo.
En el caso EE.UU-Irán, ambos seleccionados honraron a su gente y mostraron que representan a sus pueblos a pesar de las autoridades que los gobiernan. Esos dirigentes son los que deciden que el conflicto sigue. No la ciudadanía, a la que debieran escuchar mejor.
El fútbol puede ser respeto y acercamiento entre las sociedades, como lo demostraron esos jugadores y como, lamentablemente, no sucede en la generalidad.
