El papa Francisco descansa ya en la Basílica de Santa María la Mayor, donde están inhumados otros siete papas, después de que su féretro haya sido enterrado, como era su deseo, en ese templo romano.
El cortejo fúnebre con los restos del Pontífice llegó al templo alrededor de las 13 (hora local) tras la misa exequial celebrada en el Vaticano este sábado.
Antes de entrar al templo, un grupo de unas 40 personas, entre pobres, presos, transexuales, sin techo y migrantes, esperaba el ataúd en la escalinata de acceso a la Basílica Papal de Santa María La Mayor. Cada uno llevaba una rosa blanca en la mano.

Ellos recibieron el féretro en la entrada principal de la basílica y lo llevaron a pulso hasta el sepulcro. Sin protocolos, en una caminata lenta y cargada de emoción.
La tumba fue construida con piedra de Liguria. No fue un detalle menor. Fue un pedido expreso del propio Francisco. Sus abuelos maternos, los Sívori, eran de esa región del norte de Italia, entre el mar y la montaña, donde las canteras de pizarra se abren como cicatrices en las laderas de los macizos milenarios. Con ese gesto, como en tantos otros, volvió a sus raíces.
Santa María la Mayor fue además su lugar de oración más íntimo. Antes y después de cada viaje apostólico, pasaba a rezar ante la imagen de la Salus Populi Romani, la Virgen bizantina que tanto veneraba.
La basílica también guarda otro lazo fuerte: el vínculo con los jesuitas. Fue allí donde San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, celebró su primera misa, en la Navidad de 1538.
Francisco rompió una tradición de más de un siglo. Decidió no ser enterrado en el Vaticano. El último en hacerlo había sido León XIII, en 1903.
Una sepultura simple
En contraste con el funeral, al que asistieron líderes de todo el mundo y decenas de miles de fieles, el entierro -una ceremonia privada- contó con la presencia de cardenales y obispos, acompañados de los portadores del féretro, algunos religiosos, familiares directos de Jorge Bergoglio y su “familia pontificia” (secretarios privados y enfermeros personales, que lo cuidaron hasta el final).
El entierro estuvo presidido por el camarlengo, Kevin Farrell, y a la inhumación sólo asistieron familiares y su círculo más cercano, además del grupo elegido por el Pontífice.

Rumbo a la eternidad
La misa exequial fue sobria y conmovedora. La presidió el cardenal Giovanni Battista Re. No hubo palabras grandilocuentes ni homenajes fastuosos. Sólo gestos elocuentes. Una joven, arrodillada, con un bebé dormido en brazos. Ancianas italianas apretando una estampa entre los dedos. Creyentes, turistas, religiosos, todos en silencio.
“Estamos aquí para darle el amor que él nos dio”, dijo, entre lágrimas, la monja nigeriana Christiana Neenwata.
El cardenal alemán Reinhard Marx, que participará en el próximo cónclave, completó la idea de la hermana con claridad: “Esta multitud muestra que el próximo papa debe seguir su ejemplo”.
Francisco fue un Papa distinto. Cercano. Austero.
Por eso decidió modificar también el rito de su despedida para que fuera simple, sin pompas.
Tal vez esa haya sido su última lección: morir como vivió. Volver a sus orígenes sencillos. Y partir, rodeado por los últimos, los olvidados.
Fuera del Vaticano
Francisco ya manifestó su deseo de ser enterrado en la Basílica Santa María Mayor y no en el Vaticano, tal y como avanzó en diciembre de 2023, en una entrevista a N+ de México, en la que aseguró que ya estaba “preparado” el lugar donde sería enterrado, cuando falleciera, en la Basílica Santa María Mayor de Roma, es decir, fuera del Vaticano.
“Como siempre le prometí a la Virgen, ya está preparado el lugar. Quiero ser enterrado en Santa María Mayor”, precisó. De este modo, Francisco es el primer pontífice en 120 años que no descansa en el Vaticano, que se encuentra a seis kilómetros.
Sobre los motivos por los que quería ser enterrado en esta basílica mariana, una de las cuatro basílicas mayores de Roma, el Pontífice explicó que es por su “gran devoción”. “Sí, porque es mi gran devoción, mi gran devoción. Y antes, ya cuando venía, siempre iba ahí el domingo en la mañana que estaba en Roma, me iba un rato allí. Hay una ligazón muy grande”, destacó.
De hecho, al día siguiente de ser elegido, el Papa Francisco se dirigió a esa basílica a rezar, a primera hora de la mañana y también acudía allí a meditar antes y después de cada viaje apostólico.
En la cima del monte Esquilino
La Basílica Papal de Santa María la Mayor, que domina la ciudad de Roma desde hace 16 siglos, situada en la cima del monte Esquilino, es una de las cuatro basílicas papales de Roma.
Según la web del templo, la tradición cuenta que la Virgen, pareciéndose en sueños al patricio Juan y al Papa Liberio, pidió la construcción de una iglesia en su honor, en un lugar que indicaría milagrosamente. El 5 de agosto de cada año se conmemora el Milagro de la Nieve mediante una celebración solemne y durante la liturgia una cascada de pétalos blancos desciende del techo.
En la Basílica están enterrados siete Papas y el templo alberga el icono mariano más importante, la Salus Populi Romani, y reliquias como la Sagrada Cuna, el pesebre del niño Jesús, y los restos de San Matías y San Jerónimo. También se encuentra allí la tumba del Bernini.
Sobre el féretro del papa Francisco se imprimieron los sellos del Cardenal Camarlengo de la Santa Iglesia Romana, Kevin Joseph Farrell, de la Prefectura de la Casa Pontificia, de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Romano Pontífice y del Capítulo Liberiano.
El féretro fue colocado en el sepulcro y se roció con agua bendita, en una ceremonia privada.
Finalmente, el notario del Capítulo Liberiano redactó el acta auténtica que certifica el entierro y se lee a los presentes, para ser firmada por el cardenal camarlengo, el regente de la Casa Pontificia, Leonardo Sapienza, el maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, Diego Ravelli y el notario.
Nueve días de luto
El Vaticano decretó nueve días consecutivos de luto por la muerte del papa Francisco a partir de este sábado, periodo durante el cual se celebrarán misas solemnes en la Basílica de San Pedro hasta el 4 de mayo.
La Santa Sede indicó que los eventos tendrán lugar después de que este sábado se haya celebrado la misa funeral del Pontífice.
Este domingo a las 10.30 horas el secretario de Estado, Pietro Parolin, presidirá una concelebración en la escalinata de la Basílica, que contará con la presencia de empleados y fieles.
El lunes, a las 17, el vicario general para la Diócesis de Roma, Baldassare Reina, encabezará una misa en la Iglesia de Roma, mientras que el martes a la misma hora el arcipreste de la Basílica Papal de San Pedro, Mauro Gambetti, dirigirá una ceremonia en la que participará el Capítulo de las Basílicas Papales.
El miércoles el vicedecano del Colegio Cardenalicio, Leonardo Sandri, presidirá una misa en la Capilla Papal, y el jueves el camarlengo, Kevin Joseph Farrell, dirigirá otra junto a la Curia.
El viernes, el prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, Claudio Gugerotti, encabezará una nueva ceremonia; y el sábado, el cardenal Ángel Fernández Artime, presidirá otra junto a los miembros de los Institutos de la Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica.
La última misa del periodo de luto tendrá lugar el domingo, 4 de mayo, a las 17, y estará dirigida por el cardenal Dominique Mamberti, en la Capilla Papal, según reza un comunicado publicado por la Santa Sede.
Así, la misa funeral del Papa, fallecido el lunes pasado a los 88 años, marca el inicio del tradicional periodo de nueve días consecutivos de luto que estarán marcados por misas en memoria del difunto Pontífice. Tras este periodo, se pondrá convocar el cónclave de cardenales para elegir al sucesor de Francisco, en un plazo que no podrá superar los 20 días desde su muerte.