El escudo protector que cubre el reactor nuclear de la planta de Chernóbil, en Ucrania, perdió su función de seguridad y ya no puede cumplir de forma plena su rol principal de contención tras el ataque con drones rusos registrado a comienzos de este año. Así lo determinó una misión del Organismo Internacional de Energía Atómica (Oiea).
El Oiea anunció este domingo que sus equipos, que se encontraban en Ucrania desde principios de diciembre para evaluar la seguridad nuclear, descubrieron que la estructura, conocida como el Nuevo Confinamiento Seguro (NSC), había perdido sus “funciones de seguridad primarias”. La ONU también confirmó que el escudo perdió su función de seguridad.
La estructura NSC fue diseñada específicamente para evitar la liberación de radiación procedente del reactor 4 que explotó en 1986 y constituye la pieza central del sistema de protección instalado tras la catástrofe. Los inspectores constataron que, debido al daño sufrido, la cubierta perdió parte de su capacidad de confinamiento.
Ucrania había denunciado en febrero que Rusia atacó deliberadamente las instalaciones en el área de exclusión de Chernóbil, si bien Moscú rechazó la acusación. No obstante, inspecciones posteriores e imágenes satelitales confirmaron el impacto y el incendio que afectó el revestimiento externo de la estructura. Aunque no se registraron daños irreversibles en las bases de soporte o en los sistemas internos de monitoreo, el impacto fue suficiente para comprometer el funcionamiento integral del escudo.
Reparaciones urgentes y preocupación global
El director general del Oiea, Rafael Grossi, visitó Ucrania y advirtió que las reparaciones deben realizarse con urgencia para evitar un mayor deterioro. Grossi señaló que “La restauración oportuna e integral sigue siendo esencial para garantizar la seguridad nuclear a largo plazo”. Aunque los inspectores aseguran que no hay riesgo inmediato, las reparaciones son clave para evitar una degradación mayor.
El Nuevo Confinamiento Seguro (NSC) es una estructura colosal de 110 metros de altura y 256 metros de ancho que fue ensamblada en dos bloques y luego deslizada sobre el reactor. Esta obra, que buscaba garantizar el encapsulamiento seguro del reactor durante un siglo, requirió nueve años de trabajo y una compleja ingeniería internacional, con un costo de 2200 millones de euros.
Fue financiada por la Unión Europea, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo y 45 países. El ataque con drones, sin embargo, puso en duda la previsión de esa vida útil y renovó los temores sobre la vulnerabilidad de estas instalaciones críticas para la seguridad nuclear global.
El monitoreo del Oiea se realiza en un contexto marcado por ataques rusos recurrentes a la red energética ucraniana. Grossi también inspeccionó subestaciones eléctricas, explicando que estas infraestructuras son indispensables tanto para la refrigeración de los reactores y el mantenimiento de los sistemas de seguridad, como para distribuir la electricidad a los hogares y la industria.
Llamado a la calma
Pese al nivel de alerta generado por el informe, expertos internacionales intentaron reducir el dramatismo de la situación. Jim Smith, especialista ambiental británico de la Universidad de Portsmouth, advirtió que la situación “no es motivo de pánico”.
Según Smith, el riesgo más significativo en Chernóbil sigue asociado al polvo radiactivo alojado dentro del viejo sarcófago de hormigón que la Unión Soviética construyó tras la explosión de abril de 1986. Subrayó que ese material permanece confinado bajo varias capas de protección y no existe evidencia de que pueda dispersarse en el corto plazo.























