La elección de un nuevo papa es un proceso enraizado de manera profunda en la tradición de la Iglesia Católica, cargado de rituales y enigmas, cuyo centro neurálgico es el cónclave. Este mecanismo se pone en marcha tras la muerte o la abdicación de un sumo pontífice, y tiene como propósito seleccionar al sucesor de Pedro, discípulo dilecto de Jesucristo y su primer vicario.
El cónclave se celebra en la Capilla Sixtina, un lugar cargado de simbolismo, donde los cardenales electores se aíslan del mundo exterior para deliberar y votar en total reserva.
El actual Colegio cardenalicio está formado por 252 purpurados; 138 de ellos son electores y participarán en el cónclave que elegirá al sucesor de Francisco.
Un dato de particular relevancia: cuatro de cada cinco prelados que votarán en el futuro cónclave fueron designados por el papa argentino y el primero oriundo de Latinoamérica.
Hermetismo absoluto
El procedimiento, que puede extenderse durante varios días, está marcado por el hermetismo y el silencio absolutos. En él participan únicamente los cardenales menores de 80 años, quienes, sin la posibilidad de realizar postulaciones formales, discuten y eligen al futuro Papa. Aunque no existen campañas ni candidaturas oficiales, es común que durante las reuniones previas se mencionen nombres y se busque consenso sobre el perfil adecuado para ocupar el trono del Sumo Pontífice.
Por caso, en los corrillos vaticanos se especula por estas horas que por primera vez en más de dos milenios llegaría al sillón de Pedro un cardenal africano, afrodescendiente, o quizá de algún país asiático.
El proceso de votación es estricto. Se realizan hasta cuatro votaciones diarias, divididas en turnos matutinos y vespertinos. Para que un cardenal sea elegido jefe de la Iglesia católica se requiere obtener una mayoría de dos tercios de los votos. Si no se alcanza ese consenso, las votaciones continúan hasta que un candidato logre la mayoría absoluta.
Humo blanco
El momento decisivo del cónclave se marca con la tradicional fumata blanca, el humo que emerge de la chimenea de la Capilla Sixtina. Este guiño visual anuncia al mundo que un nuevo Papa ha sido elegido. Tras la señal vaporosa, el elegido se presenta desde el balcón de la Basílica de San Pedro ante la comunidad internacional, sellando no solo el fin de un proceso exhaustivo, sino el comienzo de una nueva etapa para la Iglesia.
El cónclave, que representa una de las máximas expresiones de la unidad y el misterio de la Iglesia Católica, sigue siendo una ceremonia de gran trascendencia, tanto religiosa como cultural. Cada elección de un papa es una celebración de fe y, al mismo tiempo, un momento histórico que marca el rumbo de la institución por los años venideros.