En las redes sociales, Chris Watts mostraba la imagen del esposo y padre perfecto. Junto a su esposa Shanann, embarazada de su tercer hijo, y sus hijas Bella (4) y Celeste (3), proyectaban una vida familiar llena de armonía. Sin embargo, esa fachada ocultaba problemas económicos, tensiones domésticas y una doble vida que terminaría en una de las tragedias más atroces de la historia de Estados Unidos.
El 13 de agosto de 2018, Shanann no respondió mensajes ni acudió a una cita médica. Una amiga alertó a la policía y pronto la casa de los Watts se convirtió en escenario de búsqueda: el teléfono de Shanann, su cartera y los asientos infantiles estaban intactos.

Chris aseguró que apenas la vio al regresar de un viaje laboral, pero sus declaraciones empezaron a despertar sospechas. Mientras las autoridades desplegaban un operativo con el FBI y la comunidad organizaba vigilias, su actitud fría e incongruente levantó dudas.
En medio de la angustia colectiva, Chris apareció en televisión rogando por el regreso de su familia. Sin embargo, expertos y vecinos notaron su falta de emoción y contradicciones. Esa imagen pública contrastaba con los hallazgos de los investigadores, que descubrían indicios de engaño y una posible relación extramatrimonial.
La confesión y el hallazgo macabro
Tras un intenso interrogatorio, Chris Watts confesó que había asesinado a su esposa y a sus hijas. Shanann fue hallada enterrada en un predio de Anadarko Petroleum, donde él trabajaba, mientras que los cuerpos de las niñas aparecieron en tanques de petróleo de la misma empresa.

El asesino intentó culpar a su esposa, asegurando que ella había atacado a las niñas. Sin embargo, la evidencia forense lo desmintió y reveló la premeditación de los hechos.
Chris Watts fue condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.