En la ciudad donde las cúpulas parecen tocar el cielo y el tiempo se mide en siglos, algunos hombres de púrpura se asoman -con discreta audacia- al mundo de las pantallas. El próximo 7 de mayo comenzará el cónclave para elegir al nuevo Papa, ese ritual sellado bajo siete llaves que se celebrará, una vez más, en la Capilla Sixtina. Pero mientras el pueblo católica espera con ansiedad el inicio de las deliberaciones cruciales que concluirán con la quema de las papeletas del escrutinio final en la estufa del recinto sagrado y bocanada de humo blanco por la chimenea del brasero sixtino, el siglo XXI se cuela por las rendijas vaticanas... y lo hace a través de las redes sociales.
Antes de que la fórmula mágica del “Extra omnes” (Fuera de todo) los envuelva en silencio y encierro, algunos cardenales aprovechan los últimos días de “libertad digital” para compartir -con la cautela que impone la sotana- un retazo de su peregrinaje romano.
Por caso, en uno de esos ómnibus oficiales que el Vaticano pone a disposición de los purpurados que ya copan Roma, el japonés Isao Kikuchi sonríe en una selfie. Detrás de él, colegas cardenalicios charlan con familiaridad o repasan papeles. Kikuchi, breve y directo, escribe: “Viajando a Santa María La Mayor para rezar ante la tumba del papa Francisco”. Una imagen sencilla, pero reveladora: hasta el más antiguo de los rituales eclesiásticos encuentra eco en la era del dedo índice (o el pulgar, en el caso de los sub 30) deslizando sobre la pantalla.
También el arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan, se convirtió en una suerte de cronista cardenalicio. En X (ex-Twitter), comparte una especie de bitácora espiritual: impresiones, rezos, recuerdos del Papa saliente y hasta algún comentario con tono de púlpito y cercanía. Con más de 290 mil seguidores, su prédica no necesita púlpito ni encíclica para circular. Basta un video, una palabra amable y una sotana bien planchada.
Pero Dolan no está solo en este nuevo “cónclave paralelo”, el de los algoritmos y los hashtags. El cardenal filipino Luis Antonio Tagle, que supera el medio millón de seguidores en Facebook, combina reflexiones con videos donde canta e incluso baila, acercando la doctrina con ritmo de red social. Los más jóvenes también dicen presente: los cardenales Américo Manuel, Mykola Bycok y Giorgio Marento posaron juntos en la basílica vaticana, en una postal que recorrió el mundo virtual más rápido que el sonido.
Un ángel en la nube
En este paisaje ecléctico de sotanas digitales también aparece el nombre de Ángel Rossi, el arzobispo de Córdoba, que ya está en Roma y participa activamente de las congregaciones previas al cónclave. Cercano a Francisco y formado en la escuela ignaciana, Rossi mantiene su estilo austero y pastoral, pero no es ajeno a las redes. En su cuenta de Instagram y a través del canal oficial del arzobispado, comparte mensajes de oración, fotos de momentos litúrgicos y breves reflexiones, con el tono sereno que lo caracteriza. No ha publicado selfies, pero sí ha dejado entrever, entre líneas, su emoción ante la magnitud del momento histórico que se vive en el enclave Romano, el Estado más pequeño del mundo.
El Vaticano, por su parte, recuerda el rigor del secreto. Matteo Bruni, vocero de la Santa Sede, insistió esta semana: ni una palabra de las congregaciones debe trascender. Los cardenales -tanto electores y sin derecho a voto- juran guardar silencio, tal como manda la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis. Secretarios, médicos, hasta los policías que custodiarán el cónclave: todos prometen no romper la cúpula invisible que cubrirá a la Capilla Sixtina.
¡A viralizar!
Y sin embargo, mientras los frescos de Miguel Ángel se preparan para ser testigos una vez más de la elección de un nuevo pontífice, los cardenales siguen escribiendo, grabando, posteando. Son hombres de fe, sí, pero también ciudadanos del mundo, conscientes de que un mensaje en redes puede tocar más corazones que una homilía desde el púlpito de una iglesia ante un puñado de creyentes.
En pocos días, la señal se apagará. Los celulares quedarán fuera del cónclave, como si fueran una distracción indeseable en la conversación con el Espíritu Santo. Pero por ahora, Roma se deja ver en imágenes filtradas por las redes digitales. Y aunque el secreto sigue siendo sagrado, el espíritu... también se viraliza.