El presidente electo de Chile, Gabriel Boric, cumplió el viernes último 36 años, exactamente un mes antes de asumir el cargo. Desde el 11 de marzo venidero, cuando se convierta en el inquilino principal de La Moneda, sede del Gobierno trasandino, deberá tener la capacidad de conducir un país con una economía dilatada por la crisis social y sanitaria, con baja representación en el Congreso, enfrentar los conflictos internos en el sur del país y los problemas en el norte por la crisis migratoria.
Boric tendrá como principal desafío consolidar bloques políticos que respalden su proyecto, así como hacer viables sus propuestas económicas, considera Marcelo Mella Polanco, politólogo de la Universidad de Santiago de Chile.
Pese a ganar con claridad en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de diciembre último, el líder de izquierda tiene enfrente una brecha entre esa popularidad individual y el respaldo a nivel de coalición parlamentaria (Apruebo Dignidad), por lo que deberá “consolidar un bloque político a nivel parlamentario que le dé viabilidad desde el punto de vista legislativo a su gobierno”, considera el catedrático.
“Apruebo Dignidad es una coalición que tiene una condición claramente de bloque político minoritario, y por lo tanto significa un desafío hacer crecer ese 24 por ciento (de presencia parlamentaria), sumando los apoyos de la centroizquierda”, agrega.
“Esta condición de asimetría plantea un desafío político de la mayor importancia para dar mayor viabilidad legislativa a su gobierno. La capacidad de respuesta, el éxito o el fracaso que tenga el gobierno de Boric, depende de cómo resuelve este puzzle”, razona el politólogo.
Benjamín
Boric asumirá como el presidente más joven de la historia chilena, con un Congreso dividido y con paridad entre las fuerzas de derecha y de izquierda, en un Senado con 25 parlamentarios de derecha y 23 de izquierda (más dos independientes sin pactos).
En la Cámara de Diputados, aunque la coalición de derecha Chile Vamos tiene sólo un tercio de presencia, el resto de las bancas están repartidas entre la izquierda (Convergencia Social, el partido del presidente electo, tiene sólo cuatro diputados) y la centroizquierda, sin que todos sean sus aliados directos.
Para el académico de la Universidad de Chile, uno de los temas que enciende alarmas en el futuro equipo de gobierno es el carácter antagónico de algunas de sus propuestas, porque por una parte quiere hacer efectiva una reforma fiscal con la cual pretende recaudar el ocho por ciento del producto interno bruto en un lapso gradual de entre seis y ochos años; y por otro, las y los integrantes de su gabinete declararon públicamente su propósito de terminar con el sistema previsional actual en Chile.
“La aprobación de la reforma tributaria es una cuestión central para el buen resultado de su gobierno” y “el desplazamiento hacia posiciones de centroizquierda podría fortalecer esa chance de la gestión de Boric de viabilizar la reforma tributaria”, evaluó.
Tanto la reforma tributaria como el fin del sistema previsional actual afectan al poder empresarial, por lo que el nuevo presidente deberá priorizar qué medidas toma primero, porque “resolver la situación de aquellos pensionados que están en situación de pobreza, o quizá con un ingreso que no alcanza ni siquiera el mínimo establecido en Chile”, podría resultar de cumplimiento sin contar con la fuente de ingreso que brindaría la reforma impositiva, avizora Mella Polanco.
Conflicto mapuche
Otro tema pendiente en la agenda del futuro jefe de Estado es controlar el conflicto mapuche en la Araucanía, que mantiene una zona en estado de excepción, al menos hasta el 24 de febrero, por los hechos violentos y delictivos en la zona.
Boric expresó su descontento con la medida, pero deberá encontrar un punto medio, en lo que Mella califica como “dos almas” con relación al conflicto mapuche.
“Por una parte, Revolución Democrática (uno de los partidos de la alianza del futuro gobierno, integrado por exlíderes de la protesta estudiantil) se orienta a continuar el diálogo, pero no con aquellas organizaciones que plantean una perspectiva más radical. Por otra, el Partido Comunista, que se inclina por conversar y negociar con todas las organizaciones del mundo mapuche en la búsqueda de una solución política a largo plazo”, concluye el docente.
