En Ucrania no hay ninguna frase más repetida y que abra más puertas que Sláva Ukrayíni! Heróyam sláva! (¡Gloria a Ucrania! ¡Gloria a los héroes!). El motivo es simple de entender: los “héroes” ucranianos son los soldados caídos en combate. La libertad de aquel pueblo depende pura y exclusivamente del desempeño de su ejército en el campo de batalla.
El pueblo ucraniano, aunque exhausto, sigue con la moral altísima. Nadie piensa en capitular o en entregarles a los rusos una hectárea de terreno. Desde 2014, los muertos por las divisiones entre nacionalistas ucranianos, europeístas, prorrusos, separatistas y otros grupos se cuentan por decenas de miles, y nada parece indicar que la sangría vaya a detenerse en el corto plazo.
Pero la gran sorpresa de esta guerra radica en el hecho de que, 100 días después del comienzo de una invasión a gran escala, el poderoso ejército ruso se ha visto impedido de conseguir una victoria decisiva en territorio ucraniano: no sólo en el terreno de los combates, sino también en la esfera de opinión pública. La Rusia de Putin y la Ucrania de Zelenski son el David y el Goliat del siglo XXI.
Daiana Kyrychenko, residente de Lviv, explicó a La Voz por qué los ucranianos no pierden la esperanza: “Realmente creo en nuestra victoria y espero que sea una realidad lo más pronto posible. Entiendo que cada día muere más gente y más empresas colapsan. Sé que nuestras perspectivas sociales y económicas son terribles. Pero sé que si Rusia derrota a Ucrania y la conquista, nuestra realidad será aún más intolerable, o perderemos nuestras vidas. Recordamos muy bien los tiempos de la Unión Soviética, los Gulag y el Holodomor”.
Pretender que Ucrania renuncie a Crimea y al Dombás porque la mayoría de sus habitantes quieren ser rusos significaría, en teoría, aceptar que Argentina debe renunciar a las Islas Malvinas sólo porque los kelpers desean seguir siendo súbditos de la corona británica.
Nadie puede adivinar hasta dónde es capaz de llegar Vladimir Putin para hacerse con Ucrania. Mientras tanto, los precios de las materias primas suben, los productos escasean y la seguridad alimentaria de millones de personas se ve amenazada. Miles de civiles y soldados siguen entregando sus vidas al designio de los poderosos. En Ucrania y en Rusia, la historia se escribe con sangre y con fuego.
