Una semana atrás, La casa del dragón volvió a la pantalla de Max y HBO y renovó el furor por la precuela de Game of Thrones estrenada hace ya casi dos años. Y tras lo ocurrido en un primer episodio con final atrapante, en la segunda entrega pudimos ver las consecuencias del acto que dejó en claro que la Danza de Dragones es inminente.
A continuación, un repaso por la más destacado del segundo episodio de esta nueva temporada. Rhaenyra, la cruel es el nombre del capítulo dirigido por Clare Kilner y escrito por Ryan Condal, showrunner de esta precuela de Game of Thrones.
Si no quieren spoilers, este es el momento de abandonar la nota hasta nuevo aviso. Aquí los esperamos para cuando hayan visto el episodio.
Todo revuelto
Después del asesinato de su heredero, el rey Aegon destruye todo a su paso. En un ataque de furia, declara la guerra a los cuatro vientos y asegura que Rhaenyra, su media hermana que también reclama el Trono de Hierro para ella, se está riendo de él.
Esa sed de venganza inmediata contrasta lo que sucede con otros de los protagonistas puertas adentro de la Fortaleza Roja, cuyos habitantes todavía viven con consternación el ingreso de dos extraños en plena noche para acabar con la vida de uno de los príncipes.
Alicent, ¿castigada por los dioses? La madre del rey Aegon sigue mostrando su complejidad como personaje. En el comienzo del episodio, llora no tanto la muerte de su nieto, sino el padecimiento que le tocará llevar a su hija Helaena. “Los dioses me castigan”, le dice a su padre en pleno duelo. Será ella, junto a la esposa/hermana del rey, quien ponga el cuerpo para mostrarle a los súbditos el sufrimiento por el que pasa la corona. En paralelo, su relación con Sir Criston Cole se vuelve cada vez más impredecible, algo que queda claro en los instantes finales del episodio, en el que la bronca y el deseo se funden como el acero de la espada más filosa.
Otto Hightower, desplazado. Luego de la muerte del pequeño Jaehaerys, la Mano del Rey sugiere paciencia y templanza en medio de la tempestad. “Déjalos ver al niño”, le dice a su nieto cuando éste quiere arremeter sin dudarlo contra los negros. “Tendrá su guerra, majestad”, le promete, pero le aclara que “el reino debe ver el dolor de la corona” y que la memoria de su hijo valdrá más que “mil soldados”. A esta altura, cada intervención de Hightower deja tela para cortar y algunas definiciones magistrales de la vida en Poniente. Sin embargo, en su rostro ya se observa aquello que también parece inevitable: su relación con Aegon pende de un hilo y es cuestión de tiempo para que la diferencia de estilos dinamite el vínculo entre el rey y su Mano.
Helaena, un misterio aún no revelado. La hermana y esposa de Aegon, que hasta el momento no había tenido mayores incidencias en la trama, aparece como una figura enigmática y con un poder todavía oculto, agazapado. “No los quiero cerca, no los conozco”, le dice la joven a su madre cuando Alicent debe convencerla para que ambas protagonicen una procesión mortuoria detrás del cadáver de Jaehaerys. Esa escena es de las de mayor tensión en todo el episodio y también exhibe la distancia entre la corona y el pueblo. Helaena termina al borde de un ataque de pánico, abrazada a su madre y desesperada por las demostraciones plebeyas que se acercan cada vez más cuando la marcha se interrumpe.
Rhaenyra, ¿matarreyes? “Observen la obra de Rhaenyra Targaryen”, se escucha en las calles de Desembarco del Rey mientras el cuerpo y la cabeza de Jaehaerys recorren la ciudad. Ese eco llega hasta la propia reina del bando negro, que se entera de la muerte del hijo de Aegon e inmediatamente entiende que su tío-esposo es parte del problema. El diálogo entre ambos en el que Rhaenyra le dice a Daemon que la ha lastimado y que ya no puede confiar en él es otro de los grandes contrapuntos del episodio. Ese diálogo también se conecta con los comienzos de la serie al recordar al rey Viserys y su decisión de darle el trono a su hija antes que a su hermano. Después de eso, Daemon elige la retirada y parte junto a su dragón con rumbo desconocido.
Criston Cole, con poder acumulado. El Lord Comandante de la Guardia Real gana cada vez más protagonismo. No sólo se acerca al rey Aegon y a su hermano, Aemond, sino que también se involucra directamente en la guerra al manipular a Sir Arryk para que se haga pasar por su gemelo traidor (Erryk, aliado a los negros) y mate a Rhaenyra. El odio irrefrenable a ese antiguo amor parece ser su principal motivación y esa obsesión se convierte en su principal capital dentro de la corona. Finalmente, Cole recibirá la insignia que el rey Aegon le pide a su abuelo. “Mi nueva mano será un puño de acero”, dice el monarca antes de entregarle el cargo a su servidor más leal.
Aemond, entre la acción y la fragilidad. El hermano de Aegon es otro de los personajes más magnéticos de Poniente y cada uno de sus movimientos paraliza. Luego de ser referencia absoluta para diseñar la respuesta militar al asesinato de Jaehaerys y de encontrar las pistas que llevan a descubrir la verdad sobre lo ocurrido, protagoniza una de las escenas más interesantes. En un burdel, y acurrucado en el regazo de una prostituta, se jacta del plan de Daemon para matarlo durante la noche y asegura que su rival le tiene miedo. “Me enorgullece que me considere un enemigo y busque matarme mientras duermo. Además, confiesa: “Me arrepiento del asunto con Luke. Perdí los estribos ese día y lo lamento”.
Mysaria y un dato clave. La informante, apodada Gusano Blanco, sigue presa en Rocadragón y luego de la partida de Daemon es visitada por Rhaenyra, que busca completar el rompecabezas detrás del asesinato (por error y por encargo) de Jaehaerys. Luego de algunas dudas, la reina decide liberarla y le encuentra un lugar en un bote próximo a salir. Sin embargo, cuando está por llegar al puerto se cruza a Sir Arryk cuando éste se dirige a acabar con la vida de Rhaenyra. Ese instante decisivo parece ser clave para lo que vendrá en los próximos episodios.
Aegon, con sed de sangre, no de tinta. El rey verde es otro personaje que quita el aliento en cada nueva intervención. Luego de su furia inicial, de la indiferencia que muestra ante su hermana-esposa y de su venganza personal contra el asesino de su hijo, protagoniza otra de las escenas definitivas del episodio al pedirle a su abuelo que deje su lugar como Mano del Rey. Otto Hightower lo define como un “egoísta irresponsable” y un “cachorro insolente” luego de que Aegon decidiera colgar a todos los cazarratas del castillo. “Yo deseo derramar sangre, no tinta”, dice el rey para distanciarse del estilo de su padre. En ese momento, un nuevo orden comienza a dibujarse y Criston Cole se convierte en el hombre de confianza del monarca.
“Un alma en dos cuerpos”
El final del episodio llega luego de que Arryk y Erryk se enfrenten a muerte en los aposentos de la propia Rhaenyra. Alertado por Mysaria, el gemelo guardián de la reina verde llega a tiempo para interrumpir los planes de su hermano. La pelea entre ambos tiene el plus de no saber quién es quién, pero cuando todo termina queda claro que son “un alma en dos cuerpos”, como había vaticinado Arryk. Luego de impedir que su hermano asesine a Rhaenyra, Erryk se quita la vida frente a la monarca y se une a su hermano segundos después de haberlo matado con su propia espada.
Sin embargo, el desenlace del episodio no ese. Luego de esa atrapante escena vemos a Otto y a Alicent Hightower en pleno diálogo. El abuelo de Aegon dice que el rey “no ve a largo plazo” y señala a los jóvenes como “pavos reales” que no tienen la templanza necesaria para gobernar. Su hija le aconseja irse por un tiempo para luego volver fortalecido y cuando le quiere confesar sus pecados, su padre prefiere no escucharla. Finalmente, Alicent vuelve a su recámara, ve a su hijo Aegon en pleno llanto y opta por volver a encontrarse con Criston Cole. Donde hubo fuego...
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