Juliana “Furia” Scaglione, la participante más estridente y polémica de Gran Hermano, paralizó la casa y el programa al anunciar en la noche del lunes que, efectivamente y tal como se rumoreaba, le confirmaron que padece leucemia.
Fue lógicamente un shock, por la gravedad de esa enfermedad, pero así y todo no fue suficiente como para desarticular el espíritu de show a toda costa (incluso con un tema como la salud) que tiene el programa más visto, por lejos, de toda la televisión argentina.
Esa vocación de espectacularización, a riesgo de banalizar una situación delicada como este cuadro médico, es alentada en primera instancia por los propios participantes, pero también es anabolizada por la producción del programa, para finalmente encontrar el grado máximo entre los fans en redes sociales de los participantes.
Lo de ayer abrió un nuevo portal en el universo siempre polémico de los reality shows. Otro límite volvió a correrse.
Vida ¿normal?
Con el estilo agresivo y confrontativo que la caracteriza, Juliana “Furia” Scaglione intentó minimizar su cuadro, diciendo que su enfermedad está en nivel uno, que no tiene que cursar ningún tratamiento y que puede “hacer una vida normal”.
Lo mismo dijo desde el estudio Santiago del Moro, leyendo un escueto parte médico que sonó a alguien que abre el paraguas antes de que le lluevan las críticas.
¿Es vida normal estar encerrado en una casa con cámaras, saliendo en vivo las 24 horas, con el nivel de violencia que se vio en esta edición de Gran Hermano?
¿Será ese el mejor ecosistema para que alguien a quien le acaban de dar ese duro diagnóstico médico pueda procesar el impacto, escuchar a su cuerpo, darle calma a su espíritu para afrontar la situación con entereza?
Por más que el más básico y elemental sentido común diga que no, evidentemente la tentación (por la fama, por ganar el certamen, por los números de rating que estimará la producción) pesa más.
“Mi idea es seguir adelante con todo esto (por Gran Hermano) que es mi vida, igual que la de todos ustedes, que todos cambiamos nuestra vida por esto”, dijo Furia tratando de apurar el cierre cuando le dio la noticia al resto de sus compañeros.
Fue otra loa más a aquella vieja frase que sostiene que “El show debe continuar”, aunque incomprensible por la irrelevancia del asunto. Sería bueno no perder la magnitud del tema: la fama de estos participantes empezó recién el 10 de diciembre de 2023, y está atada a lo que pase dentro del reality show.
La vida real, esa que puede dar alegrías genuinas y golpazos inesperados, claramente pasa por otro lado.
