A los 78 años, Toquinho mantiene intactos el entusiasmo y el amor por lo que hace. Leyenda viva de la música popular brasileña, compositor de canciones que marcaron a fuego a generaciones, sigue viviendo un noviazgo eterno con su guitarra, la misma que le abrió las puertas del mundo.
Quien supo ser el jovencito que se volvió el socio ideal de un desbordante Vinicius de Moraes, atiende el teléfono desde su casa, desayunando un yogur con papaya y próximo a salir a tomar la clase de gimnasia que hace a diario.
Vive en San Pablo, la ciudad donde nació y de la que se sigue sintiendo parte. “Ya viajé mucho en mi vida, estuve en muchas partes, viví en otras ciudades también, pero San Pablo es la ciudad en que yo nací y me gusta. Soy una persona más urbana, me gustan los centros grandes y la comodidad que trae eso”, explica.

No duda en afirmar que mantiene una vida muy sana, con un objetivo claro. “Dentro de un año y medio cumplo 80 años, entonces para hacer lo que quiero, lo que me gusta hacer, que son las giras y los shows, tengo que estar bien físicamente. Si no estás bien, no puedes viajar, es siempre un problema”.
Además de lo físico propiamente dicho, el otro elemento es mantenerse activo y fresco con su instrumento. Por eso afirma que toca guitarra todos los días. “Hoy ya estudié dos horas, y a veces más. Es porque me gusta, no es un sacrificio. Me gusta mucho tocar, yo veo cosas, compongo, tengo proyectos, entonces trabajo mucho en eso”.
Eso sí, siempre su universo musical se mantiene dentro de la guitarra acústica: “Mejor hacer una cosa bien que dos cosas más o menos”. Toquinho tampoco duda en ratificar que el violão sigue siendo el gran amor de su vida. “Siempre fue la base de todo, lo que soy hoy se lo debo a la guitarra. Como autor e intérprete también. La pongo siempre en primer plano porque fue la responsable de todo”, repite convencido.

Siempre en el camino
Una de esas giras que tanto disfruta es la que lo traerá nuevamente a Argentina (tocando en la Ciudad de las Artes el próximo sábado 7 de junio). El show lo tendrá acompañado de su banda y de la cantante Camilla Faustino, una prueba más de que Brasil pareciera ser una fuente interminable de voces femeninas extraordinarias.
“Mira, como la de Camilla es difícil... porque es una persona muy musical, joven, con una voz muy privilegiada y una musicalidad que no se encuentra fácilmente. Es un placer muy grande estar con ella. Es una voz nueva en Brasil, por su edad, pero tiene una madurez muy grande musical y de vida”. El elogio suena más que sincero.
Musicalmente, el espectáculo busca repasar la historia que lo hizo llegar hasta acá. “Mis canciones, que fueron importantes para Camilla y para mí también, para mi generación, y pasando un poquito con recuerdos de La Fusa, aquella grabación antológica que nos puso ahí de una forma definitiva a Vinicius, a María Creusa y a mí”.
Visto a la distancia, Toquinho dice que aquel disco grabado en Buenos Aires fue registrado “de una forma irresponsable pero con mucho calor humano”.
–Cuando grabaron en La Fusa, hicieron algo que cambió la historia. ¿Percibieron algo distinto de lo que iba a pasar o aquella fue una noche más? ¿Notaste una energía distinta?
–No, fue una cosa muy casual. Era el primer encuentro mío con Vinicius, fue una cosa muy mágica. Yo no conocía a Vinicius. Él me invitó para hacer esos 10 días en La Fusa con Silvina Pérez, con Coco Pérez, que era pianista también, los dueños de La Fusa. Los conocí a todos y nos hicimos amigos. Y después, (Alejandro) Radosinski nos invitó para hacer un documento musical del espectáculo. Fuimos a un estudio con una platea (N. de la R.: Estudios ION), allí como si fuera La Fusa mismo. Hicimos el espectáculo en el estudio, en vivo, con todos ahí que aplaudían. Fue una cosa muy simple y con mucho placer, porque era un encuentro que empezaba. Era como el inicio de un enamoramiento. Creo que eso dio origen a una fuerza que el disco tiene, esa relación musical que empezaba ahí. Hicimos todo con mucha voluntad, con mucho placer de hacer.

Aquellos años dorados
Para quienes no vivimos los años ’60 y ’70, es tentador mirar aquella época idealizándola, quizás con cierta melancolía. ¿Habrán sido tan radiantes y luminosos aquellos días como parecen, y más aún para un protagonista de su época como Toquinho?
El brasileño no lo duda un instante: “Sí, fue radiante y luminoso como parece. Fue una cosa muy muy bella. No me gusta mucho decir ‘aquellos bellos tiempos’..., pero ya que me preguntaste con esa atmósfera, fue un tiempo mucho mejor que ahora, primero porque que no teníamos internet ¡y creo que eso era positivo! (risas)“.
Ahí Toquinho es como si tomara envión para hacer una comparativa sobre el antes y el ahora. “¡No teníamos celular..., qué bella la vida, mamma mia! Nadie se daba cuenta de si contestaste o no un WhatsApp, de si viste su mensaje o la notificación de Instagram. ¡Dios mío, todo esto es un lío! Era una vida mucho más sana, agradable y tranquila. Los sueños eran más lejanos. Ahora todo es mucho menos romántico y carismático”.
Toquinho insiste en que antes los chicos jugaban por la calle con más facilidad, y en que ahora “están ahí presos a una pantalla de celular”. “La vida ahora se volvió mucho más aburrida, y por eso de que los años eran más creativos, la agresividad era mucho menor”.

Igualmente, el guitarrista pone en perspectiva las cosas, mencionando que en aquella época a América del Sur le esperaban violentas dictaduras, “una parte muy negra”.
“Cuando empezó la parte de represión militar prácticamente en toda América del Sur, ya teníamos una formación de los años pasados. Pensá que en 1958 fue grababa la primera música de bossa nova con João Gilberto, Chega de saudade, y fue la semilla de mi generación”.
–¿Cuál es tu visión de la música brasileña actual, la música masiva y popular?
–Internet dejó el mundo chico, y todas las informaciones vienen de una forma claustrofóbica, para todo el mundo. En un clic ves todo lo que pasa. ¿Es una cosa práctica? Sí..., pero es una cosa que empieza a mezclar todas las informaciones. La música ahí queda mucho más pulverizada. Entonces, la música actual es una mezcla de muchas informaciones: tiene la parte electrónica, rap, la música urbana, y la música brasileña asimila mucho eso. En todos los géneros, hay gente buena y mala. La música brasileña es un búmeran muy importante para Brasil, va y vuelve de una forma muy fuerte siempre. Y tiene un mercado muy fuerte en toda la industria. Mi generación todavía está ahí trabajando, y todos los jóvenes ahora tienen un ADN de las cosas que hicimos. Cualquier género que se hace tiene siempre una influencia de Chico Buarque, de Caetano, de Djavan, de Paulino Viola o de mí. Las músicas están ahí de una forma definitiva y fuerte.
–En tu último disco del año pasado, “Nuevos colores, canciones eternas”, hiciste este “crossover” de tus canciones pero con una atmósfera actual, ¿no?
–Sí, esa fue la intención. Tomamos los temas clásicos que tuvieron mucho suceso y los grabamos con invitados. Están Carlinhos Brown, Caetano Veloso, Mart’nália, Sandy, Camilla Faustino. Los arreglos, la “moldura del cuadro”, fue con un ritmo más actual, más electrónica, pero siempre manteniendo la raíz pura de las cosas como fueron hechas. Yo creo que todo lo que viene se puede usar de una forma tranquila, ¿no? No hay que quedar esclavo de las novedades, hay que agregar lo nuevo, quizás partes electrónicas, sin quedarse esclavo de lo que dicen que es lo nuevo.
–En Brasil tocaste con todo el mundo, pero también a nivel mundial conociste y estuviste mano a mano con los más grandes de la música de los últimos 50 años. ¿Cuáles dirías que fueron los que más te marcaron en tu carrera?
–Evidentemente la generación pasada de la música brasileña, que fue Tom Jobim, Baden Powell, el propio Vinicius, pero hubo gente antes que me influenció muchísimo: Ary Barroso, Dorival Caymmi, Leo Canhoto, y todos los viejos sambistas de Brasil. João Gilberto fue el gran personaje que cambió la música brasileña, la forma de tocar, de cantar. Pero yo oí todo: los clásicos americanos, Ella Fitzgerald, Louis Amrstong, Frank Sinatra, Tony Bennett, y pasando por Stravinsky, Gershwin, Villa-Lobos, los contemporáneos, que también dieron un apoyo armónico muy grande a la música brasileña. Yo estudié clásico también, estudié orquestación, y busqué siempre informarme de todas las maneras de los tipos de canción. Es un mosaico muy grande. Como guitarrista, la parte más importante me la dio Baden Powell como amigo, maestro y antecesor.
–Compusiste muchas canciones maravillosas, pero ¿cuáles son las que más te enorgullecen, las que más placer te dan?
–Es extraño... porque son como hijos. Hay músicas con las que tengo una afinidad más grande, otras que me emocionan más y otras que tomaron una dimensión que yo no pensé jamás que iban a tomar. Acuarela, por ejemplo, tomó una dimensión mundial increíble. O Tarde en Itapuá, que es una canción que eternizó esa playa de Bahía. ¡Esta semana vi que yo tengo una calle con mi nombre en Itapuá! Una calle chiquita..., pero es una calle (risas). La dimensión de la canción la ves después de los años, no puedes prever eso. Y la vida es así: cuando haces las cosas ves la dimensión de ellas después de que los años pasan, las cosas buenas y también las malas.

Para ver
“El arte del encuentro”, Toquinho junto a Camilla Faustino y su banda. Sábado 7 de junio, a las 21 en Ciudad de las Artes. Tickets en autoentrada.com.