“Me acuerdo de que estábamos una tarde con Julián (Kartún) y agarré una guitarra de mi hermano. Empecé a tocar unos acordes, y Juli empezó a improvisar. Grabamos con un viejo microfonito de computadora. Y como siempre, Juli hizo las cosas en una toma. Le salió toda la letra tan hermosamente nostálgica y descriptiva. Con ese toque absurdo…”, escribió en su cuenta de Instagram Santiago Martínez, horas después de finalizar el concierto de El Kuelgue, el pasado sábado, en el Movistar Arena.
Y debajo añadió: “Más de 20 años después, haberla cantado en un Movistar repleto fue una reivindicación de eso que siempre hicimos como un juego”.
Con la emoción del acontecimiento, el tecladista y compositor resumió en una foto y en pocas líneas la esencia que todavía mantiene la banda, aún con el éxito sostenido de varios años y con una convocatoria cada vez más amplia.
Lo que la curva da
En diálogo –vía Zoom– con La Voz, el músico comenta el sentido de esa publicación. “Me gusta escribir pequeñas crónicas. Disfruto de la escritura y siempre me interesaron las biografías de artistas. Entonces, cuando coincide alguna fecha significativa, aprovecho para bajar recuerdos y sensaciones en un texto. Tengo muy buena memoria y, además, soy quien guarda toda la memorabilia de la banda. Siempre fui de guardar cosas: no solo lo conservo en mi cabeza, sino que también puedo abrir un cajón y sacar un flyer del 2003, por ejemplo”, dice.
“Al final del texto, también aclaro algo fundamental: más allá de Juli, de mí o de la propia banda, esto es un trabajo grupal. Hablo de todo el equipo, porque lo que hacemos se sostiene gracias al esfuerzo de mucha gente. Lo emocionante es ver ese recorrido: empezamos boludeando en la casa de mis viejos y hoy somos una familia enorme”, comenta.
El Kuelgue se presentará este viernes 22 de agosto y la banda llega en un momento inmejorable. Si bien llevan muchísimos años visitando Córdoba, en el último tiempo sumaron han tenido la posibilidad de agotar entradas.
–¿Cómo ves el crecimiento a lo largo del tiempo? ¿Fue sostenido o con picos?
–Lo veo como una curva bastante pareja. Obviamente hay pequeños picos, pero muy momentáneos. Ayer justo estaba viendo un documental en YouTube sobre la grabación de Sgt. Pepper, superdetallado, casi día por día. Y mientras lo miraba me acordaba de cuando abrimos el show de Paul McCartney en 2016. Esas cosas son como pequeñas medallas que uno guarda en lo personal, recuerdos hermosos. Pero en la práctica, al día siguiente hay que volver a ensayar, a trabajar, a pagar alquiler. Nunca nos dejamos marear por esos hitos. Está buenísimo haber tocado con Paul, claro, pero no significa que “ya está”. Es solo un momento dentro de un camino más largo. Lo importante es seguir, renovarse, cuidar los vínculos, ser buen compañero y lo más justo posible con la familia que uno tiene. Eso es lo que realmente vale.

–¿El Kuelgue llegó a hacer estadios? Hoy muchas bandas van a Vélez, Ferro, Argentinos Juniors. ¿Ustedes lo ven cerca?
–Por ahora estamos disfrutando del Movistar Arena, que para nosotros funciona como un estadio. No es de fútbol, pero es una arena enorme, cómoda, bien ubicada. La gente sabe que ahí se escucha y se ve bien desde cualquier lugar, y además tiene esos anillos donde podés comer o tomar algo. Al principio nos parecía un poco raro, porque uno viene del rock más sucio, más precario. Pero después decís: “Pará, está bueno que nos traten bien un poquito”. Ni hablar de los camarines: antes eran baños de estadios de básquet; ahora es otra cosa. Nos ofrecieron hacer algún estadio más grande, pero Vélez o River nos quedan lejos todavía. Quizá algo más chico, como Ferro, en algún momento. Igual, vamos de a poco. Además, los estadios abiertos tienen sus pros y sus contras: el sonido suele ser mejor que en lugares difíciles como el Luna Park, donde no tuvimos la mejor experiencia, pero al aire libre también jugás contra el viento, la lluvia… y si llueve, fuiste.
–¿Y cómo ves el crecimiento en provincias como Córdoba?
–Estamos felices. En Córdoba siempre nos acompañan mucho. Esta vez, para el viernes, ya tenemos vendidas un montón de entradas, más de lo que esperábamos. Y eso en este momento tiene mucho valor, porque sabemos que está difícil para todos. A muchas bandas nos está costando, y digo “nos” porque somos parte de esa escena, pero por suerte a nosotros no nos está pasando tanto. Y lo único que nos queda es agradecer. Con Córdoba el vínculo es eterno, no solo que es la primera provincia que visitamos saliendo de nuestra ciudad cuando empezamos a viajar, sino que hemos presentado discos en Córdoba antes que en Caba. Y está bien dicho lo de la provincia porque hemos tocado hasta en Cosquín, más allá del festival. Y ahora que viajamos, también pasamos por Río Cuarto.
–¿Te pusiste a ver los comentarios en YouTube de “Parque Acuático”? Hay de todo, pero principalmente análisis inflacionarios...
–Los comentarios siempre aparecen, ya sea en forma de reels, memes o posteos, y eso me parece increíble. Porque este tema pegó muchísimo y, al mismo tiempo, es lo más lejano a lo que cualquiera podría llamar un “hit”: tiene una armonía compleja, prácticamente no hay estribillo –o, si lo hay, está escondido dentro de toda esa catarata de información–, y la letra es muy difícil, casi no se repite. Entonces me parece un gran triunfo de la música, ¿viste? Está buenísimo porque cuando uno cree que las canciones tienen que ser estrofa–estribillo–estrofa, con tres acordes, de repente aparece algo así. Y ojo, a mí también me encantan esas estructuras simples: escucho un montón de artistas que lo hacen y, de hecho, en mi proyecto solista también me gusta componer con tres acordes. Porque es un desafío distinto: hacer algo lindo y novedoso con lo mínimo. Pero en este caso pasó algo raro, inesperado, que me recuerda un poco a los años ’70, cuando se valoraba más la música que el artista. Si los temas eran complejos, mejor, porque había un oído entrenado que permitía disfrutar una canción de 20 minutos de Pink Floyd y entenderla.
–A mí particularmente me llamó la atención la manera de tocar la guitarra de Nicolás (Morone). ¿Él no está más en la banda? ¿Qué pasó?
–La verdad es que no sentimos la necesidad de hacer un anuncio formal. Quien quisiera saberlo podía preguntar o investigar, pero no había misterio: simplemente se cortó un poco la onda. Nico fue parte del grupo desde el principio, fue al colegio con nosotros, era parte de la banda en todo sentido. Pero con el tiempo empezó a distanciarse y nosotros también. Fue algo mutuo: nosotros estábamos todos en una; y él, en otra. En un momento se hizo insostenible. Tuvimos una charla muy dolorosa, pero creíamos que era lo mejor. Hace mucho que no hablo con él, no sé cómo lo vive hoy, pero me da la sensación de que también necesitaba dar ese paso al costado. Era difícil, por la costumbre y por muchas otras cosas, pero creo que ya no tenía ganas de seguir con las condiciones que nosotros sí teníamos. Nico siempre tuvo una personalidad especial que nutrió mucho a la banda. No digo que fuera “la contra”, pero sí tenía esa mirada crítica que nos obligaba a pensar dos veces cada paso. Y eso fue positivo: nos dio sofisticación, nos obligó a analizar todo. Pero en un momento esa brecha se volvió demasiado grande y se hizo difícil seguir adelante.
La faceta solista de Santiago Martínez
Si bien Santi Martínez es un pilar fundamental de El Kuelgue, en paralelo mantiene un proyecto solista en el que se destaca también su creatividad a la hora de producir y componer.
En su haber cuenta con dos discos publicados: Diskette (2018) y Cercano al amanecer (2021), y también con varios sencillos que va publicando a medida que los produce.
“Siempre estoy grabando. La verdad es que tengo poco tiempo, ganas y energía para salir a presentar mi proyecto como se debería: armar una buena banda, salir de gira, hacer un show completo. Por mi trabajo y porque viajo mucho, se complica. Entonces, en general, lo que hago es tocar solo, a piano. Me voy con el piano bajo el brazo a alguna ciudad –acá, en el interior o afuera– y toco. Eso me da libertad: improviso, juego y hago las canciones como quiero. Pero, fundamentalmente, mi proyecto es de estudio. Siempre estoy grabando cosas, en mi casa o en otros lugares", cuenta Santi.
Y agrega: “Está por salir un tema que grabé con mi hermano Nacho (que también fue parte de El Kuelgue y después se fue a vivir a Francia). Es un cover de 30 Denarios, de Charly García y Pedro Aznar. La grabamos hace tiempo, en un estudio en Francia, y había quedado medio perdida. Ahora la mezclamos como corresponde con un gran ingeniero, el mismo que trabajó en los primeros discos de El Kuelgue, hasta Cuentito. Y quedó buenísima".
–Lo hacés por gusto y sin exigencias...
–Sí. Está buena la posibilidad que dan hoy las plataformas: tenés un tema, lo trabajás y lo lanzás directamente. Gran parte lo hago en casa y disfruto de ese proceso. Es, de alguna manera, el lugar donde me equivoco tranquilo, porque no tengo que responder a una demanda de mercado. Entonces me permito experimentar, probar, aplicar lo que aprendo o incluso lo que no sé. Hago de todo.
Para ir
El Kuelgue se presenta el viernes 22 de agosto, a las 21, en la Plaza de la Música (Costanera y Mendoza). Entradas desde $ 60 mil más $ 9 mil (por costo de servicio), en edenentradas.ar.