Falta menos de un mes para que Oasis vuelva a la Argentina, en el marco de su gira-reunión, y la ansiedad de los fanáticos alcanza niveles taquicárdicos.
Pero no sólo el público cautivo de la banda británica tiene el cuerpo y el alma tomados por la proximidad de los shows previstos en River los días 15 y 16 de noviembre, para los cuales hay entradas agotadas y reventa a precios siderales. Los mismos hermanos Liam y Noel Gallagher dieron señales de que Argentina será muy especial en diferentes momentos de una gira que comenzó en julio pasado, en Gales.
Hubo mohines de buena onda por parte del vocalista (Liam, hermano menor) a compatriotas que pudieron viajar y que se hicieron oír entre la multitud; dedicatorias al país verbalizadas por parte del guitarrista y máximo compositor (Noel, hermano mayor) ante idéntica situación; y otras al mismísimo Diego Maradona por parte del telonero Richard Ashcroft.
Sobran indicios de que los de Mánchester cuentan los días que aún nos separan de mediados de noviembre. Y sobran las razones para que ese vínculo fraterno sea férreo.
Empezaron (esas razones) a fundarse desde comienzos de los ’90, cuando Noel Gallagher visitó el país como asistente (como plomo, bah) de sus conciudadanos de Inspiral Carpets, y se fueron reforzando de la primera visita formal de la banda (en marzo de 1998, en el porteño Luna Park y a volumen brutal) a hoy.
En el medio pasaron tres visitas más: la de enero del 2001 en el Campo de Polo de Palermo y en el marco de un Hot Festival que los tuvo programados junto con Neil Young, Beck y R.E.M.; la de marzo del 2006 en el mismo lugar, que apenas pudo contener a una multitud que sorprendió a organizadores; y la de mayo de 2009, en un River lejos de llenarse del todo que, en algún punto, presagió la separación que se produjo un par de meses después.
Esas visitas estuvieron matizadas por entrevistas a medios metropolitanos, por algunas conferencias de prensa desopilantes, por un encuentro de los Gallagher con Diego en la suite de un hotel, en pleno desarrollo de una fiesta plagada de todo lo que se imaginen y más. Y claro, por fanáticos merodeando por un abrazo o una foto.
Hasta la separación todo fue orgánico; es decir, con internet mediando poco o casi nada. Después de la separación, pasaron (otras) cosas. Veamos. Pese a que recibimos amorosamente a las bandas y a los proyectos solistas de Liam (Beady Eye, luego él solo) y de Noel (Noel Gallagher’s High Flying Birds, en todos los casos), nunca se demandó la escala “estadio”.
Sin embargo, el amor de ellos hacia nosotros se exacerbó por la avanzada argentina que convirtió en campeón todopoderoso al Manchester City, el equipo ayer proletario, hoy SAD, del que los Gallagher son hinchas. Y el tiempo, que no siempre lo destruye todo, logró que la obra de Oasis (acaso la síntesis más perfecta de un rock británico tan melodioso como estridente, tan beatle como glam chirriante) fermentara silenciosamente en nuevas generaciones sobreestimuladas por los avances tecnológicos.
“En algún punto, siento que ellos tienen más ganas de venir que nosotros de que vengan”, le suelta a La Voz José Bellas, el periodista y analista preciso que acaba de publicar Nuestro Oasis, una historia argentina, un libro que, precisamente, expone con maestría las circunstancias que convirtieron a los Gallagher en nuestros amigos cercanos, por más Vía Láctea que separe al estrellato rockero de las vidas meridianas.
“¿Por qué hay bandas (y no cualquier grupo, ojo: ¡mitos del rock!) que encuentran en este país y su público una suerte de segundo lugar en el mundo? El periodista José Bellas, armado con un archivo sensacional y una memoria y una gracia prodigiosas, traza la arqueología de la historia de amor entre los hermanos Gallagher y la Argentina, desde el primer single de los de Manchester hasta los River modelo 2025”, presenta Planeta, la casa editora que a su vez avisa que en estas páginas podrán encontrar el A-Z perfecto de Nuestro Oasis.
Y luego detalla que podrán hacerlo en una sucesión de hechos gloriosos que involucran a los periodistas locales que los entrevistaron, los empresarios que los trajeron, el hincha de River que hizo la bandera más bíblica de todas, la anécdota de la visita prehistórica del hermano mayor, el relator de fútbol que es el eslabón encontrado entre Hermano-Noel y el Kun Agüero, la fan pampeana que logró la reconciliación entre Hermano-Liam y Robbie Williams, la banda tributo que es más Oeisis que los propios Oasis y “al exquisito cinturón negro musical que bien pudo haber sido el ground zero del fanatismo local, entre otros integrantes de la Gallagher Army más poderosa del planeta”.
“Oasis y la Argentina, una historia hecha de rocanrol, fútbol, intensidad, pasión, cosas hechas y dichas a máximo volumen y cierta forma deliciosa de ser impresentables a los ojos del resto del mundo… ¡No los amamos lo suficiente!”, cierra Planeta.
Pero aquí tenemos al mismísimo José Bellas, más conocido como “Pekas” y reconocido tanto por su labor como editor en Clarín como por los libros a cuatro manos escritos con su compadre Fernando García, para ir más allá del mero respaldo promocional.
“Son hilos coyunturales”, dice en el arranque de la charla y para contestar a la pregunta elemental sobre los impulsos para escribir lo que escribió.
“Es algo que puede parecer oprobioso, pero existe. Más que Oasis me gusta el periodismo y hacer cosas creativas a partir de ahí”, añade.
Y luego contextualiza: “Hace dos años, y junto a Paz Azcárate, hice un libro de Taylor Swift, por ejemplo. Surgió luego de un viaje a Nueva York, el último que hice para el diario y para cubrir el avant première de Oppenheimer. Entré en Strand, la librería que atendía Patti Smith, y encontré un libro usado que se llamaba I dream of Madonna (Kay Turner). Era del ’93 y compilaba los relatos de un montón de chicas que habían tenido sueños con Madonna. Eran muy eróticos los sueños y respondían a la naturaleza del ícono que adoraban. Me gustó. Fui hasta el hotel y lo llamo a mi compadre para decirle: ‘Boludo, viene Taylor Swift, ¿qué onda si hacemos un libro con lo que sueñan sus fans?’”.
“Estuvo muy bien descubrir que las chicas, a diferencia de las de Madonna, querían ser sus amigas, compartir el diario íntimo. Ayer soñé con Taylor tiene esa hechura. A esta altura del siglo, hacer una Wikipedia… ¿no? Al libro de Oasis, por su parte, lo considero una novela periodística”, señala.
Para explicar de qué va ese género, Bellas dice que buscó “algo que no pueda hacer la inteligencia artificial”.
“Hice algo con recuerdos inabordables por la tecnología y con fuentes no disponibles en la web –precisa–. La mayoría de las fuentes citadas son diarios y revistas que no están subidas a la web. Utilicé las notas de papel de Clarín y también otras de colegas como Mariana Enriquez y Sebastián Espósito. Y me sumó el haber vivido la época de gloria de Oasis, del ’94 al ’98, en el día a día del diario”.
“Todo eso da una energía y una proyección a la hora de hacer el trabajo. No quiero hacer cosas de franquicia: contarte la historia de algo que pasó en Zagreb como si yo hubiera estado ahí, cuando en realidad no estuve. Igual, es un libro de Oasis visto desde porteñoland (sic). Podría hacerse un libro desde Córdoba (quizás con menos herramientas o menos episódico porque Oasis nunca tocó en Córdoba), pero lo celebraría porque este sería desde otra visión. En fin, como me gusta la ciencia ficción, de Blade Runner (película de Ridley Scott, 1982) a ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (novela de Philip K. Dick, 1968), les busco la vuelta a las historias por contar”, remata.
Bellas también celebra el haber “encontrado a los personajes” ideales para contrastar lo que imaginaba sobre el vínculo Oasis-Argentina.
“De ahí salió –refuerza–. De hablar del pibe que cuelga la bandera en River, con la chica que es la que más habla con Liam por internet y con Roberto Costa, que es el productor que los trajo las primeras tres veces y es un fan consumado. O con el Bambino Pons, que estuvo en el único evento en el que los hermanos coincidieron después de la separación: la despedida del Kun Agüero. Me gustó mucho hacer este libro”.
Despiole generacional
Tanto en 1998 como en 2006, Oasis actuó en la Argentina poco tiempo después de U2 y The Rolling Stones. A partir de ese dato, Bellas hace en su libro un comparativo de audiencias, apuntando que en la de Oasis se imponía la figura del teenage wasteland (instituida por The Who en Baba O’ Riley), que contrastaba con el público adulto de los dublineses y de los londinenses.
–¿Cómo te imaginás la concurrencia para estos River?
–Va a haber un tercio de muchachos y muchachas con el brío de no haberlos visto nunca. Y otro tanto de adultos con fomo (Fear Of Missing Out) de estos tiempos. Me gusta que hablemos de esto, porque hay que ser sommelier de públicos para analizar estos fenómenos. Cosas que uno empezó a ver cuando Roger Waters hizo 10 River en 2010 y cuando Coldplay hizo lo mismo en 2022. Cuando se programan los shows, no sabés si hay tanto público para eso. Y luego se produce un dominó de gente con capacidad económica que dice: “Yo no seré el boludo que se pierda esto que todos quieren ver”. Ese público originario de Oasis en el Luna Park del ’98 puede estar, pero aquellos shows tuvieron un entusiasmo y un momento únicos.
–¿Por qué creés que fueron así?
–Por lo general, se hace un corte en el ’98… Ellos mismos lo hacen. En la selección de temas que están tocando y en el mismo documental Supersonic (Mat Whitecross, 2016). Esa película, aprobada por ellos, termina en los shows que ofrecieron en Knebworth (1996). Uno puede apoyarse en “el silencio que otorga” de ellos mismos, que sugiere que lo que siguió después fue hacer carrera, de la misma manera que en 2009 alguien les dijo: “¿Saben qué? Se pelean, se van, esperan un tiempo, vuelven y la levantan en pala”. Al final del libro lo planteo porque me lo dijo un productor inglés que estuvo de visita por acá. Fue antes de la pandemia. Me dijo: “Este año vuelve Oasis, ya está, están haciendo tiempo”. Esto no es nuevo. Marco Polo, en el siglo X, decía que cada tanto hay que detenerse un poco para renovar la leyenda.
–¿Envejecieron bien aquellos gloriosos discos de Oasis?
–Tienen grandes canciones, que siempre sobreviven. Oasis fue la primera banda prealgoritmo. ¿Fue la última banda de rock? No, la última banda de rock fue Nirvana, punto. Oasis es la primera banda del rock antes del algoritmo. Le dijo al algoritmo de Spotify cómo sería el futuro: uniendo la historia del rock británico, la recicló y la expuso como algo novedoso. ¿Lo lograron? A veces, sí. Live Forever es la canción que los Beatles no escribieron. No estoy diciendo que es mejor que todas las canciones de los Beatles, pero es una con esa resonancia que ellos no tienen en su obra. Es un meritazo. ¿Con la misma receta sacás una tarta distinta del horno? Está muy bien. Si uno hace una mirada amplia al frame de la historia del rock, puede decir que los Oasis les enseñaron a las plataformas cómo la gente iba a consumir rock en el futuro. Predice las playlists, la selección de canciones personalizadas.
–Las predice en el ’94, nada menos.
–Es un año bisagra el ’94. Se pega un tiro (Kurt) Cobain, el líder de la última banda grande contracultural, que podía dar enseñanzas de posturas ante lo que se pretendía. En Oasis no hay nada contracultural, es todo reciclaje. En el ’94 también estuvo el posrock y había gente haciendo música buenísima. Pienso en la más creativa de esa época: el trip hop de Massive Attack, Tricky, Portishead. Hay un contraste muy grande. Por otro lado, en ese momento Inglaterra quiere depurar el fútbol de hooligans barriendo los espacios públicos de los estadios para poner butacas, e instalar así a la Premier League más posh, más cheta. Oasis tiene la lógica de lo que fue la revista Louder: tomamos cerveza, nos gustan las chicas con tetas grandes, queremos ser estrellas de rock & roll. Niveles conservas que se estaban yendo. Y por eso mismo sobresalieron, dado que aún había público para eso.
–Me tranquiliza saber que varias de las fuentes consultadas concluyeron que “Dig Out Your Soul” (2008) fue un gran disco, más experimental que los precedentes. Siento que, precisamente por eso, el River de 2009 no explotó.
–Adhiero a que fue un buen disco. Germán Bordagaray (máxima autoridad sobre Oasis en Argentina, en mi opinión) me dijo que no le gustaba, que le gustaba más Be Here Now (1997). Dig Out Your Soul me sorprendió en su momento porque los veía aletargados con esos discos de los 2000 (Standing on the Shoulder of Giants), 2002 (Heathen Chemistry) y 2005 (Don’t Believe the Truth). Venían con la misma lógica de los Stones después de Tattoo You (1981): tres temas buenos y mucho relleno. Dig Out Your Soul no tiene hits patentes. Lo del River de 2009 a mí me sorprendió. Me pareció extraño. Era un momento del país más o menos solvente, y estábamos ante una banda probada. No sé si fue porque era mayo y hacía frío, pero no anticipó la euforia que hay hoy. O el lazo que fue tendiendo Oasis con Argentina. La banda siguió dialogando con Argentina, pero a partir del fútbol, a partir de (Sergio) Agüero, de (Carlos) Tevez, de (Pablo) Zabaleta. Si me preguntás por discos, para mí son los dos primeros y este.
–Una reunión de Viejas Locas, el mejor soporte nacional para mí. ¿Para vos?
–Legalmente puede haber un vuelco para que vuelva Viejas Locas, pero no hay margen sentimental para eso. Hay una relación de sus miembros que no está en su mejor momento. No creo que haya sorpresas porque es una fecha vendida. A mí me gustaría Ratones Paranoicos… Eso sí, esperemos que Richard Ashcroft haga un show mejor que el que ofreció en un Pepsi Music, que fue bastante choto. No había marco, tocó antes de Calamaro, medio perdido y sin mucha arenga. Capaz que, en el contexto de la reunión de Oasis, sus canciones, que tienen mucha épica, crezcan. Te cambio de tema: otra cosa que descubrí escribiendo el libro es que, a la hora de elegir entre Liam y Noel, hubo bastante más gente eligiendo a Liam. Me llamó la atención para bien, qué sé yo.
–Es que Liam le copó la parada a Noel en esta reunión. Hay muchos indicios al respecto.
–Cierto. Aparte está Bonehead, amigo de Liam desde los inicios. Me pareció un buen gesto que lo convocaran. En fin, Liam parece haber madurado, parece haber dejado de ser el hermano díscolo.