–¿Qué es lo que más te gusta hacer?
–Uy, qué difícil... Va variando, voy teniendo diferentes cosas que más me gustan de acuerdo con las necesidades. Hoy me gusta mucho estar en mi casa, me gusta mucho coser, estar con mi hija. Disfruto mucho de eso. Después, hay cosas que hago porque son parte de mi rutina, de mi trabajo. Y la música es parte fundamental, como que no la hago: vive, está conmigo, no puedo decirte que lo que más me gusta es cantar porque canto todo el día. Es como parte de mi andar, de mis quehaceres; estoy cocinando, canto; estoy cosiendo, canto; vamos en el auto con mi niña, canto.
–¿En qué momento se dieron cuenta vos y el resto de que cantabas bien?
–Hay varios hitos fundamentales en mi camino artístico. Uno es mi casa: en el seno de mi familia, yo escuchaba cantar a mi mamá y quería cantar como ella. Mi mamá cantaba muy hermoso.
–¿Qué cantaba?
–Cantaba por igual tango y folklore. Tenía dos amores platónicos: uno era Julio Sosa y el otro era Cafrune. Entonces, yo sabía el repertorio de ambos, se cantaban las dos cosas por igual. Nosotros somos de Cruz del Eje, mi madre es de La Rioja, de un lugar que se llama Milagro, muy cerquita de Cruz del Eje, y límite entre La Rioja y Córdoba. Yo quería cantar siempre como mi mamá y, cuando entré a la escuela primaria, mi maestra de música, la señorita Netti, vio algo en mí y me hacía cantar en todos los actos, la típica... Después, mi mamá mandó a todos sus hijos al Conservatorio, y a los 8 años ingresé al “Conserv”. En un momento, debuté como Heidi en una comedia musical y ahí me subí por primera vez a las tablas a cantar. Había cantado en el pueblo de mi abuela, en la fiesta de la escuela, pero no en un escenario.
–Y te gustó.
–Siempre me gustó, pero nosotros crecimos con la idea de hacer la música de un modo mucho más espectacular. Imaginate que la serie más famosa era Fama. Entonces, se nos tergiversó un poco el término: ser artista implicaba ser famoso. Pegarla, que venga un productor, te vea y te lleve, era como el sueño que nos hacían ver en la televisión. Entonces, cuando cumplí 19 años y me quedé embarazada, yo di por terminado mi camino artístico: ya no iba a suceder. Decidí volcarme a la docencia, tenía ya el título de “profe” y empecé a trabajar en las escuelas como maestra de Música, cosa que me encantó hacer, pero no era fascinación, y me daba cuenta de que era algo que no quería hacer toda mi vida.

–Todo esto en Cruz del Eje.
–Sí, yo me vine grande, a los 29 años. Mi padre murió unos meses antes de que yo naciera, era jugador de fútbol, jugaba en Peñarol de San Juan, un delantero y le decían “Pura Sangre”. Y mi madre hacía de todo, veníamos de un clan bastante pobre; no me gusta la palabra pobre, pero éramos mucho buena gente y muy pocos recursos. Mi abuela tuvo 15 hijos; mi madre fue mucama de hoteles, limpió casas, trabajaba en la tintorería de los japoneses que vivían al lado de casa, lavaba ropa, hacía de comer para afuera. Pero, por sobre todas las cosas, cosía. Era modista y primero empezó haciendo arreglitos, y después ya confeccionaba ropa y nos dio de comer a todos. Éramos cuatro: mi hermana mayor, que es maestra; el que sigue, Luis, es médico; Claudia es licenciada en Ciencias de la Educación y, además, es monja, y yo, que fui “profe” de Música, y cantante y compositora.
–¿Y todos con el sello musical?
–Todos al “Conserv”, pero la única que terminó fui yo. Eran carreras largas, empezabas con 8 años y terminabas con 18. Yo me recibí con esta guitarra que tengo acá, que me la regaló mi hermano Luis, el único que me la podía comprar porque ya era médico y estaba de director de un hospital en La Rioja. Y rendí mi concurso final embarazada de “el Juan”.

–Entonces, te encontraste dando clases y con un hijo.
–Sí. Y, en un momento, una persona de Cruz del Eje, Alejandro Gobbi, que es médico, anestesiólogo, compositor y muy amante de la música folklórica, me pregunta si yo podía grabar una canción de él para mandar a Tenerife a un concurso internacional de la canción. Yo no había grabado nunca, no había entrado a un estudio de grabación. Nos vinimos a Córdoba, grabamos en cinta y me dice que la iba a mandar. Y nos ganamos el primer premio y, entonces, viajamos a Tenerife, a las Canarias. Cuando yo llegué ahí, vi a mucha gente cantar y sentí que era importante cuando yo cantaba, sucedía algo en el escenario cuando cantábamos para la TV española y cuando estábamos en las veladas, las galas, los agasajos.
–Eras buena...
–Yo me lo dije: “Bueno, hay algo acá de lo que yo hago que está más o menos bien”. Viajar te abre la cabeza, y conocí gente que empezó a darme valor. Y empezó a meterse la idea de que, si yo canto y quiero cantar, ¿por qué no voy a grabar un disco? Si grabé una canción, puedo grabar un disco. Y me vine con ese bichito picando. No era fácil: un hijo chiquito, mi madre que se había enfermado de leucemia. Nos venimos a Córdoba para traerla a mi mamá y estar más cerca de la clínica. Conseguí un pase en comisión al Conservatorio de Música y ahí un santiagueño me pregunta si conocía una cantante de tango profesional, que tenía un espectáculo “en 10 días”. Y le digo: “No conozco a nadie y yo no soy profesional, pero canto tango”. Me pide un demo, no tengo. “Vamos a un piano. Vos tocás, yo canto, y listo, te sacás las dudas”. Y me dice: “Ahhh, cantás lindo”. Y entré a un espectáculo conceptual que se llamaba El Glostora Tango Club y no paré nunca más.

–Y te afincaste en Córdoba.
–Me quedé en Córdoba. Mamá murió y ya no volvimos a Cruz del Eje. Empecé a armar mis proyectos artísticos y a pensar en grabar un disco. Que era como “guau”, se puede grabar un disco sin que venga alguien, te descubra y te diga desde arriba del carruaje “vení”. Y sucedieron muchas cosas muy lindas, empecé a entender también que el arte y los sueños se traccionan.
–¿Cómo es eso?
–Y... los tenés que traccionar, los tenés que mover, impulsar en función del deseo, y suceden. Suceden; quizás no suceden igual que como te lo imaginaste, pero todos los sueños, si los impulsás, suceden. Y no hablo de meritocracia. Yo tuve la posibilidad de estudiar porque había un conservatorio público. Si la escuela hubiera sido una escuela privada de música, yo no hubiera podido ir. Mi madre no hubiera podido pagarme mis estudios. No sé si hubiera podido mandarme a la escuela.

–Hiciste tu parte también.
–Claro, pero hay un montón de cosas que suceden alrededor y en eso es muy importante hacer pie en algún lado y no que, cuando hagas pie, te hundas siempre para abajo. Eso ha sido importante también. Nosotros hemos sido muy pobres, pero pobres–pobres, pobres de comer días enteros el recorte de los panes de miga con mate cocido, a ese nivel; de dormir todos en una habitación y tener el baño a media cuadra. Así, literal. Entonces, hubo un montón de gente que a mí me ayudó, no es puro mérito. He tenido el talento, he tenido la voluntad, he tenido el sueño, el deseo y lo he traccionado. Pero ha habido un montón de gente que a mí me abrió puertas. Si no, también es difícil. Hay que traccionar y saber qué puertas tocar también.
–Háblame “del Juan”.
–El Juan, mi hijo Juan, que venía como a cortar con mis sueños en su momento, porque cuando te quedabas embarazada no podías hacer más nada. Y, de repente, Juan es el músico que es, el productor que es; y de la mano de él, nos ganamos este Gardel el año pasado.

–Tu canción.
–Yo había llegado de un viaje y me puse a tocar la guitarra en la puerta de mi casa debajo de la magnolia, en Unquillo, con mi hija jugando, mi compañero andando por ahí, llevándome un mate, “el Juan” dando vueltas... Y agarré la guitarra y empecé a darle forma a algo que se me había ocurrido en el río, en Cruz de Caña. Y Juan la escuchó y me dice: “Mami, qué lindo, grabemos eso”, y ganamos Mejor Canción de Folklore del año pasado. Y sucedió, y ese niño que venía a cortar con todo el mambo ahora es el rey del mambo, jaja.
–Se fue a probar el mundo.
–Y ahora se fue “el Juan” a probar nuevas cosas. ¿Viste eso que decíamos de que los viajes abren la cabeza, abren las posibilidades? Está en Barcelona, “flasheando”, digo yo. Sí tiene muy claro que quiere hacer música y eso me deja tranquila porque, si está haciendo eso, es porque hay expansión. Sin desmerecer cualquier otro trabajo que tenga que hacer, como ser mozo, no sé, son laburos superdignos, pero yo le digo: “Si te vas, hacé música, tocá, conectate con gente, mostrá quién sos”. Creo que ese es el viaje que está haciendo; es muy reconfortante y también es muy doloroso. Estoy transitando ese duelo también, se extraña mucho. Hemos aprendido a armar un clan inmenso de gente que es parte de nuestra familia a través de la música, tenemos muchos amigos. Yo me doy por satisfecha de cómo crío a mis hijos. Vos me preguntaste qué me gusta ser, y me gusta ser madre. Me gusta. Me gusta mucho hablar con mis hijos, la comunicación con ellos. Siempre ha sido muy fluida. Son unas personas muy lindas mis hijos. Qué lindo.

–¿Evaluaste irte afuera del país?
–Hicimos el intento con “el Juan”. Él era chiquito, tenía 6 años, e intentamos irnos. Pero, bueno, sucedieron muchas cosas. Podría haberlo hecho porque soy bastante aventurera, pero me empezó a pesar mucho la patria. Empecé a sentir muy fuerte el desarraigo, la conexión con la tierra. Creo que cuando uno hace música popular, hay mucha conexión, y en ese momento, cuando intenté irme, no había venido a Córdoba, fue entre Cruz del Eje y Córdoba. Y yo en esos momentos estaba muy vinculada a la lucha campesina, al movimiento campesino de Córdoba porque era docente rural. Trabajaba en Paso Viejo, trabajaba en Serrezuela; mis alumnos eran hijos de gente que criaba cabritos y había una cosa muy fuerte mía de pertenencia, que sigue habiendo, y me volví.
–Hacés folklore y tango, ¿algún otro género?
–Me gusta mucho el bolero, me gusta mucho la música en portugués, soy de madera para el portugués, pero me animo por ahí y le mando.

–¿Cómo ves estas nuevas generaciones de chicos que la pegan con uno o dos temas tipo reggaetón, muy famosos en apenas unos días, con mucha tecnología y letras que dicen poco y nada?
–Bueno, las modas... No sé bien discernir acerca de eso porque no consumo y entonces no sé bien qué es. Sí sé que hay fórmulas y esas fórmulas funcionan, funcionan para eso que decís vos, para generar un producto para una industria de consumo masivo, que cuando deja de estar de moda, se descarta. Puede que te salga bien, puede que no te salga bien. Yo creo que son decisiones. La masividad, la fama son muy apetecibles, y en ese camino a veces perdés los principios.
–Si te no hubieras dedicado a la música, ¿qué hubieras sido?
–Uf, jugaba bien al vóley, ja. Me gusta mucho la docencia, la planificación, los proyectos. También me gusta coser, hago la ropa para mi familia, buzos, joggins... Mi ropa para actuar también. El vestido de Cosquín de este año me lo hice yo en tres horas.

–¿En qué andás ahora? ¿Qué estás creando?
–Estoy en varias cosas, estoy escribiendo mi propia versión de la historia de mi madre. La tengo ahí, la escribo sin prisa cuando me acuerdo; no sé qué va a ser, pero escribo. Empecé por una necesidad de ordenar los hechos cronológicamente, porque tengo muchas músicas que hablan de mi mamá y de su historia con un hilo conductor, que es que ella nunca conoció el mar.
Ficha picante
Mery Murúa (49) nació en Cruz del Eje y es mamá de Juan y de Violeta. Intérprete popular, cantante, compositora y ganadora en el 2024 del premio Carlos Gardel por la canción Baile eterno. Es voz de la Orquesta Provincial de Música Ciudadana de la provincia de Córdoba.