El archivo indica que el último recital de Los Piojos en Córdoba capital fue el 28 de septiembre de 2008, en el marco del festival Quilmes Rock, realizado en la cancha auxiliar del Chateau Carreras (hoy estadio Mario Alberto Kempes).
Diecisiete años después, y casi en el mismo lugar, la banda volvió a pisar suelo cordobés un mes antes de ponerle puntos suspensivos a su historia con el cierre de la gira en River.
Este sábado, más de 25.000 personas celebraron la música de Los Piojos durante tres horas a puro pogo, baile y rocanrol.
Andrés Ciro Martínez y los suyos brindaron un show enérgico y emotivo para decirle “hasta luego” a una ciudad que los vio crecer desde el principio hasta el último día.
No te sorprenda volverme a ver
Las inmediaciones del estadio Kempes comenzaron a recibir al público piojoso durante la tarde, minutos antes de las 18, horario previsto para la apertura de puertas.
Los primeros ansiosos se agolparon para iniciar la carrera que los llevaría hasta las vallas, en busca del mejor lugar frente al escenario.
Al mismo tiempo, un numeroso grupo de personas decidió quedarse afuera disfrutando de la tarde, e ingresó incluso después del show de Jinetes, la banda jujeño-cordobesa encargada de abrir la jornada.
Aunque el show de Los Piojos estaba anunciado a las 21, salieron a escena a las 21.40. El retraso, al parecer, estuvo vinculado a la gran cantidad de público que ingresó sobre la hora.
Fantasma, Desde lejos no se ve y Ruleta desataron un pogo contenido durante 17 años. Desde las vallas se veía la famosa “sacudida de mantel” que, dicen, es lo que observan los artistas mientras cantan y el público salta.
Para contener el golpe, bajaron la tensión con Civilización y Difícil, dos canciones del último álbum de estudio de la banda, lanzado en 2007.
“Buenas noches, Córdoba. Somos Los Piojos”, presentó Ciro, quien a lo largo del concierto habló relativamente poco.
Kempes en luna plateada
La luna creciente iluminaba al público que desplegaba banderas frente a Ciro, “Piti” Fernández, Luli Bass, Juan Gigena Ábalos, Daniel Buira y “Roger” Cardero.
Como en cada fecha del regreso, la formación se completó con Chango Farías Gómez en percusiones y Juan Emilio Cucchiarelli en teclados (esta vez no estuvo presente el histórico Chucky de Ipola).
Sonaron impecables al interpretar una seguidilla de Verde paisaje del infierno: Media caña, Vine hasta aquí, Luz de marfil y Reggae rojo y negro. En este segmento participó Rodrigo Pérez, guitarrista de Los Persas, quien recibió la guitarra de “Piti” para que este pudiera cantar, mientras Ciro se retiraba momentáneamente del escenario.
Al finalizar, subió como invitado Matías Kupinski, hermano de Tavo, el guitarrista original de Los Piojos fallecido trágicamente en 2011. Tras la proyección de un video sobre la historia de la banda —con escasas imágenes del bajista Micky Rodríguez—, interpretaron Sudestada, canción compuesta por el por el insustituible Tavo.
Ritual
Como es sabido, Daniel Buira y “Roger” Cardero comparten las baterías en los conciertos de Los Piojos. El primero suele encargarse de las canciones de los primeros cuatro discos de la banda, en los que estuvo presente antes del ingreso de Cardero.
Sin embargo, cabe destacar que hay varios momentos del show en los que ambos tocan juntos.
Cuando promediaba la primera hora del concierto, Buira quedó solo en las baquetas y sonó una potente versión de Te diría, con un impactante solo de saxo a cargo de Yamile Burich.
Las manos en alto recibieron el clásico ritual de Ay ay ay, que por poco se empaña debido a un fanático que encendió una bengala de humo. No pasó a mayores, pero como advirtió la pantalla minutos antes: “Si no existe la memoria, todo lo nuestro es suicida”.
Ciro disfrutó viendo al Kempes cantar a coro Todo pasa, y fue igual de conmovedor ver a Dani Buira emocionado cuando sonó Buenos tiempos.
En Tan solo, la mitad de la canción fue coreada por el público. De hecho, Ciro bajó hasta las vallas para acercarles el micrófono a los fans y recorrer el campo, acompañado por Luli. La mujer encargada del bajo acapara todas las miradas y es una de las favoritas del público en esta nueva formación. Su frescura y carisma hicieron olvidar rápido a un miembro fundador como Micky.
La banda sonó impecable en todo momento, pero uno de los picos del show fue cuando enlazaron la versión piojosa de It’s Only Rock and Roll de los Rolling Stones con Genius. Un verdadero bombazo, acompañado nuevamente por la sección de vientos, que enaltecieron cada una de las canciones en las que participaron.
Gran trabajo de Yamile Burich en saxo, Franco Espíndola en trombón y Juan Cruz de Urquiza en trompeta.
Canciones de cuna
Así como al frente estaba el público que se hace parte del show con banderas y agite permanente, más replegada hacia atrás se encontraba la generación que creció con Los Piojos en la década del ’90.
Una postal recurrente de la jornada tuvo que ver justamente con eso: muchas familias, conformadas por madres y padres piojosos, llevaban por primera vez a sus hijos a ver a la banda.
Lejos de la primera línea del pogo, mucha gente disfrutó de las canciones en familia o con amigos, de manera tranquila. Si el tema lo pedía, saltaban en el lugar. Así, la imagen se completaba con niños y remeras llenas de piojos sobre los hombros de sus padres. Eso sí: cantaban con la misma fuerza que ellos.
Desde el escenario se transmitía lo mismo. Para hacer Pistolas, invitaron a Alejandro Martínez y Danilo Fernández. Uno tocó la armónica y cantó junto a su padre; el otro la rompió con la guitarra.
Minutos después, cuando el concierto promediaba las dos horas, los hijos de Los Piojos coparon el escenario con tambores y redoblantes para interpretar Verano del ’92. “Un aplauso para Las Liendres”, pidió Ciro.
Culeados de Córdoba
De manera sorpresiva, Los Caligaris se sumaron con voces, guitarra y vientos para interpretar Como Alí. El crossover fue tan inesperado como efectivo. De fondo, se oían unas congas cuarteteras mientras Juan Tale, Raúl Sencillez y Marcos Ozamis hacían de las suyas.
Los cordobeses se despidieron bajo una lluvia de aplausos. El show continuó con otra de Máquina de sangre: No pares.
A la medianoche, y tras hacer sentidas versiones de Pacífico y Bicho de ciudad, Ciro volvió a hablar: “¿Cómo la están pasando? ¿Alguien de acá que vaya a Club Ciudad o a River?“, preguntó. Y agregó: “Gracias por tantos años. No podíamos dejar de tocar acá. Ustedes esperaron 15 o 16 años, ¿no? Gracias, Córdoba”.
El inconfundible sello de Buira se hizo presente en Don’t Say Tomorrow. El ritmo rioplatense de batería y percusión hizo bailar a todos, mientras Ciro cantaba con un megáfono. En el medio, se permitió jugar con frases de La gallina turuleca y Hola Don Pepito.
El baile siguió hasta el final, con otros dos rituales con los que la banda cierra sus recitales. En Muévelo, una veintena de fanáticos subió al escenario a bailar con Ciro y el resto del grupo.
Para Murguita, se dispusieron a leer todos los trapos que colmaron el playón del Kempes este sábado: desde Unquillo hasta La Rioja, desde Río Cuarto hasta Tinogasta, y desde Mendoza hasta Caleta Olivia. Gente de todo el país visitó Córdoba para este reencuentro piojoso.
Cuando la banda saludó al público para retirarse, Ciro se quedó solo en escena y versionó el Himno Nacional Argentino con la armónica. Detrás suyo, las luces que envuelven el estadio formaron la bandera.
Este nuevo “parate” que se viene… que no dure más de 15 años, por favor.