Aunque los divorcios hace rato que ya no asustan a nadie, La guerra de los Roses (1989) mantiene su vigencia como un terrorífico retrato de la escalada de violencia matrimonial.
El filme de Danny DeVito que adaptaba la novela homónima de Warren Adler fue un hito de su tiempo, dejando marcadas escenas incómodas en que la pareja formada por Oliver (Michael Douglas) y Barbara Rose (Kathleen Turner) se embestía con sus coches, arruinaba veladas sociales con arrebatos abyectos y hasta coqueteaba con la violación y el asesinato a la vez que se profesaba amor mutuo.
Casi cuatro décadas después, el director Jay Roach (Austin Powers, La familia de mi novia) y el guionista Tony McNamara (Pobres criaturas, La favorita, The Great) readaptan la historia al presente con variantes decisivas en Los Roses, aligerando al material de sus zonas sombrías e inclinándolo hacia el terreno de la comedia, género en que se destacan ambos autores.
Benedict Cumberbatch y Olivia Colman (que ya trabajó con McNamara en La favorita, por la que ganó un Oscar) son los responsables de interpretar a Theo e Ivy Rose, un matrimonio inglés que se afinca en la costa californiana para desplegar sus respectivas carreras y criar a sus hijos Roy (Ollie Robinson, Wells Rappaport) y Hattie (Delaney Quinn, Hala Finley).
Rodeados de un par de parejas estadounidenses representadas por los comediantes Andy Samberg, Kate McKinnon, Zoë Chao y Jamie Demetriou, con los que comparten diálogos y reuniones, Theo e Ivy gozan de una relación apacible y juguetonamente animosa hasta que un accidente trastroca la estabilidad conyugal: él pierde trágicamente su afianzada reputación de arquitecto mientras que a ella le empieza a ir cada vez mejor con su emprendimiento gastronómico. Ese desbalance comenzará a crecer en intensidad hasta sacar lo peor de ellos, dibujando un arco tenso de injurias, humillaciones y amenazas de ruptura definitiva.
Inconfundiblemente british en sus acentos y sarcasmo afilado, Cumberbatch y Colman son también los productores ejecutivos de esta nueva Los Roses cuyos derechos yacían en manos de Searchlight Pictures y con la que convinieron la adaptación, que ellos definen más como una “reimaginación” que como remake.
Aunque son mejor conocidos por papeles dramáticos (Cumberbatch fue nominado al Oscar por sus trabajos en El código enigma y El poder del perro, mientras que Colman lo fue por El padre y La hija oscura), los actores han dado variadas pruebas de un talento cómico que llevan a su consumación en Los Roses. Ese contrastante humor inglés en terreno americano es el arma afilada del guion de McNamara, que se aleja asimismo del filme original al concentrarse más en el matrimonio que en la separación –la narración abarca dos décadas de convivencia– y en la esperanza de sacarlo a flote.
Otra dinámica
Si bien la inversión en la dinámica matrimonial es evidente, con el resentido Theo quedándose en casa educando a los hijos e Ivy triunfando en el mundo con su restaurante gourmet, los intérpretes aseguran que Los Roses no pone el énfasis en el conflicto de géneros.
“Para mí la película no está ligada a los géneros, es sólo un desequilibrio en una relación que hasta ese momento existía bajo otra dinámica. Todo podría ser exactamente igual si la que fracasase en su carrera fuera ella y mi personaje, el que progresase tras haberse ocupado de la casa”, le dijo Cumberbatch a Newsweek.
Colman aportó: “Supongo que mucha gente verá la película bajo la lógica de los roles, porque todavía seguimos operando con esa idea. Pero lo que sucede en este filme le podría haber ocurrido a cualquiera de los dos. Ellos podrían incluso ser una pareja del mismo sexo. No los pienso bajo el concepto de madre, padre, hombre o mujer. Son compañeros. Son dos seres humanos intentando lidiar con el hecho de ser una pareja que trabaja, y que son padres”, apuntó la actriz.
McNamara dio por su parte algunas especificaciones: “Originalmente, Benedict y Olivia vinieron a mí con la idea de hacer este filme. Y yo me dije ‘no quiero hacer una remake, pero quiero trabajar con ellos’. Pensé en reimaginar el material previo en una comedia sobre el matrimonio y, estilísticamente, en una comedia verbal del tipo de las de Howard Hawks o ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, porque eso es lo que se adaptaría mejor a ellos. Entonces la película pasó a tratarse más de cómo aferrarse a un matrimonio que de la original, que era una maravillosa farsa física sobre el divorcio. No quería volver a repetir algo que ya había sido hecho de manera tan brillante”, le dijo el guionista australiano al sitio AwardsWatch.
Roach completó: “Lo que me gusta de la película es que desafía tus propias concepciones sobre las relaciones y refleja cómo podés dar las cosas por sentadas y perder la oportunidad de mostrarle al otro cómo te sentís por estar tan absorbido por tu carrera u otras cuestiones, ya que incluso criar a tus hijos puede distraerte de tus intereses románticos. Como dijo Tony, el filme sigue siendo sobre el divorcio y el divorcio sigue siendo una situación peligrosa, pero también es acerca del matrimonio, y siempre adoré esas comedias de segundas nupcias como Pecadora equivocada o La costilla de Adán o cosas al estilo de Preston Sturges. Noté que Tony aspiraba a algo así. Era la chance para mí de probar algo atrevido porque su rango tonal iba de una comedia muy divertida y escandalosa a otra de elementos muy oscuros, dolorosos y trágicos”, concluyó el director.
Para ir a ver Los Roses
Reino Unido, EE.UU., 2025. Guion: Tony McNamara. Dirección: Jay Roach. Con Olivia Colman, Benedict Cumberbatch y Kate McKinnon. Duración: 105 minutos. Clasificación: apta para mayores de 16 años. En cines.