La Barra se separa definitivamente. Sus líderes lo confirmaron hace unos días en conferencia de prensa, en la que además desmintieron el rumor de una fuerte pelea y le pusieron fechas a tres bailes de despedida en Quality Arena. Se ofrecerán los días 26, 27 y 29 de septiembre y a pocas horas de abrir boleterías para ellos, las entradas se agotaron.
No vale flashear estadio ni nada adicional. Ante micrófonos y cámaras, Javier “la Pepa” Brizuela, Carlos de Piano y Adrián Moyano dijeron y reiteraron que todo se termina el 29 del 9, además de señalar que no harán lo que en su momento hicieron Los Chalchaleros, que desdibujaron los límites de una gira de despedida.
Quizás sea el hecho de que aún falta más de un mes para esas citas, pero la sensación general es que aún no se ha caído del todo sobre este repliegue en el ambiente cuartetero cordobés, en el que La Barra tiene centralidad prácticamente desde su formación en 1994.
Por eso, para anticiparnos al desconcierto que puede provocar la proximidad de la tripleta citada arriba, y a la tristeza del adiós definitivo en la madrugada del 30 de septiembre, pondremos en valor el legado de un proyecto fundamental por darle estatus pop a nuestro ritmo regional.
Releamos lo que publicamos en 2003, en la antesala del 10º aniversario de La Barra, a un año de su llegada al Teatro del Libertador y a pocos días de su debut en el teatro Real: “Si quieren armar quilombo, ya saben a qué baile ir”. La frase salió de boca de Javier “la Pepa” Brizuela, el sábado, mientras en Villa Retiro se desataba una escaramuza de escasas proporciones entre los seguidores de la banda. Y a pesar de que cayeron mal en el corazón del cuartetero medio, esas palabras revelaron que La Barra ya se siente un cuarteto distinto, apto para todos los públicos o estratos sociales. Un cuarteto en el que las tensiones no cuentan y que está a punto de dar un paso decisivo en el camino de la legitimación: el 26 del corriente actuará en el teatro Real, un espacio de la cultura oficial”.

A su vez, esa publicación señaló que, desde hace casi dos años, La Barra había ampliado su campo de acción al pasar de trabajar en el circuito tradicional de clubes al de boliches de todas las zonas efervescentes de la ciudad. “¿La razón? Un poco de estrategia, otro de necesidad”, apuntó antes de darle la palabra a Carlos de Piano, bajista y portavoz. Que dijo lo siguiente: “En un momento nos dimos cuenta de que los bailes no funcionaban. Como que el más cuartetero no se copaba con La Barra, aunque respetaba nuestra trayectoria. Por otra parte, percibíamos que teníamos otro público que no iba a los bailes. Nos sentíamos en el medio”.
“Además –siguió Del Piano–, me empecé a dar cuenta de que la gente a la que le gustábamos quería estar cómoda, en un lugar en el que no le sirvieran el vino en una cajita. Así, empezamos a laburar los domingos en los boliches. Luego, seguimos con los colegios, tipo el Taborin o el Espíritu Santo”.
Ahí está: en la historia del cuarteto, La Barra es la banda que en los ’90 llevó al extremo el crossover que Chébere había insinuado en los ’80. Más que obsesionados con la aprobación del cheto, estos músicos buscaban viabilidad económica y superación artística. Lograron ambas cosas, destacándose en la segunda con un enfoque pop de big bang centroamericana con buenos caños, groove y una voz tan sedosa como entradora.
Clásicos indiscutibles
“La Barra marcó un camino… En realidad, los chicos ya lo venían marcando desde Trulalá”, observa Marcelo Ludueña, empresario que instituyó con el grupo los domingos en la Sala del Rey.
“Le permitió al cuarteto pisar un escalón social más arriba –suma-. Llevaron al cuarteto a otro ámbito social. Tocaron en discotecas, fiestas empresariales y en congresos. Incluso, internacionalizaron el cuarteto al girar por Estados Unidos y por Europa. Si hacés una rápida revisión de la historia del cuarteto, te encontrás con los cuatro grandes (el Cuarteto Leo, el Cuarteto Berna, el Cuarteto de Oro y Carlitos Rolán); después con Chébere, Trulalá y La Mona convertido en solista; y más tarde con La Barra para marcar un camino distinto”.
Con respecto a los domingos en Sala del Rey, Ludueña no duda en caracterizarlos como “un clásico indiscutible”.
“El problema era cómo le decías a la gente que no iba a poder ingresar. Era un desfile de modelos, tanto femenino como masculino. Muchos chicos dormían antes de ir al baile para poder a ir a trabajar desde Sala del Rey. Los domingos de La Barra en Sala del Rey, sí, un clásico que quedará marcado en el tiempo”, redondea.
Pero el empresario va más allá: “Me pasa eso de que me digan ‘Marcelo, jamás me voy a olvidar de los domingos de La Barra en la Sala del Rey’. Desde lo artístico, impecable; y desde lo social, una sensación de unidad pocas veces vista. Dos clásicos en esa época: los domingos de La Barra y los jueves de La Mona VIP. Entiendo la separación, pero ojalá la vida nos dé la oportunidad de revivir algo de aquellas noches”.
A la separación, Ludueña la explica con un “son etapas que se cumplen”. “En todos los ámbitos pasa: los laborales, los personales, los deportivos. La música no es ajena a eso. El cuarteto está atravesando una transformación, por otro lado”, señala.
“Es una pena que se separen, pero creo que es una decisión tomada desde la coherencia, desde la seriedad –destaca-. Un grupo de amigos – hermanos que decidió plantear ‘Vamos a terminar acá y como se terminan las cosas bien hechas’. Cada uno hará lo que le plazca con su camino, porque la vida sigue. Hasta en la separación han sido un ejemplo: terminaron sin daños ni rencores. Les deseo lo mejor”.
Exclusividad y confianza
Así como Ludueña generó las condiciones para los domingos en la Sala del Rey, Constantino Carrara hizo lo propio con los jueves en El Colono. “En 2001, después de hacer mis primeros Cosquín Rock (fundó el festival junto a José Palazzo y Héctor “Perro” Emaides), llegué a El Colono original (impecable restobar y discoteca), del que era abogado y accionista minoritario. Y ahí nomás me enteré de que en teoría estábamos fundidos”, comienza.
“Entonces, decidí comprarles las partes a todos mis socios, para al menos rescatar el valor del fondo de comercio e hice una reunión con los empleados para informarles de la situación. Y en eso salta un barman y me dice que él tenía llegada a Carlos de Piano de La Barra, a quienes yo había visto medio de casualidad un año antes en otra discoteca fundadora de la reciente y jerarquizada ‘Zona del Chateau’”, añade antes de precisar cómo siguió su vínculo con la banda.
Carrara: “Me citaron un domingo a la noche en Loft Disco y estaba bastante lleno. De inmediato me encontré con un artista que sonaba muy bien y que me hacía mover la pata. Ahora bien, todo lo relacionado a servicios al espectador o al cliente (sobre lo que había aprendido siendo abogado de otras discotecas importantes de la época como Keops Disco o Factory) dejaba muchísimo que desear”.
“Así fue que a los pocos meses debutaron un jueves en El Colono. Sólo cortamos 500 tickets, pero yo estaba convencido de que esto iba a andar y de que habíamos puesto la semilla de lo que, a pocos años de trabajo en conjunto, llevaron a La Barra a ser el primer artista de cuarteto que logró conquistar al público del segmento medio para arriba”, amplía.
El productor, que estuvo presente en la conferencia de prensa aludida antes, recordó que realizó con los artistas todas sus fechas especiales “en el ya legendario Patio del Colono y después, más grande aún, en Juniors un sábado por mes”.
“Siempre con acuerdo de exclusividad”, destaca.
“Volvieron. Y ese fenómeno de El Colono duró hasta hoy. Nada más ni nada menos, pasé 25 años junto a la banda más grande de Córdoba. Say No More”, remata Constantino Carrara, algo emocionado por haber contribuido a esta historia.
“La Barra ha trascendido hacia varios lugares y ha marcado un estilo. Y las razones por las que abandonan la actividad sólo ellos las saben. No tienen por qué revelarlas”, dice Pato Lugones, el histórico presentador de Chébere, banda siempre señalada como una referencia para el núcleo central de La Barra.

Comparación y halago
“En su momento, los chicos de La Barra iban a nuestros bailes –rememora-. Y es más, cuando ingresaron a Trulalá, Manolo le sugirió a ‘La Pepa’ que imitara al Negro Videla, incluso con el teclado colgado. Recuerdo que en los inicios costaba distinguir quién era quién… Pero con el tiempo adquirieron su propia personalidad. Siempre nos halagó que vean algo de Chébere en La Barra”.
Lo que expresa Pato Lugones es algo que La Barra ha blanqueado en entrevistas ofrecidas a lo largo de sus 31 años de trayectoria. La última consideración al respecto, la ofreció “La Pepa” en la conferencia de prensa reciente. “Me acuerdo cuando iba a los bailes a ver a los grandes y me ilusionaba con la posibilidad de cantar como ellos. La sensación era ‘¡Qué cosa linda sería estar ahí arriba!’ Me ilusionaba con eso y, bueno, lo logré”, dijo.
Diego Quiroga, periodista musical en general y divulgador del cuarteto en particular, sostiene que “el legado musical de La Barra es enorme para la historia del cuarteto y, también, para la música de Córdoba”.
“Que sus cuatro fundadores hayan estado unos años formando parte de Trulalá, para luego abandonar la histórica orquesta de Manolito Cánovas y comenzar su propio proyecto, le da un valor agregado a ese comienzo visionario y con hambre de gloria”, precisa.
“El legado se traduce en muchos discos, temas que se ganaron su lugar en el cancionero cuartetero y la consolidación de ‘La Pepa’ Brizuela como uno de los grandes cantantes que ha dado la escena local. La Barra ha sido muy importante para el crecimiento de la industria musical desde Córdoba”, concluye.
En un show que ofreció en La Vieja Usina, Juan Ingaramo le dio estatus de sueño cumplido al hecho de cantar con “La Pepa” el clásico La carta.
Y ahora para La Voz ofrece una consideración abierta sobre una formación que lo conecta con su memoria emotiva.
“La primera relación que hice con La Barra fue en mis primeros matinés, mis primeros chapes, mis primeras salidas a fiestitas en las casas de las chicas del Santa Margarita, ahí en San Vicente”, reconstruye.
“Todo era con La Barra de fondo –subraya-. (Canta) ‘Romperé tu carta, romperé/ romperé tu aliento, romperé/ tocaré tu vida…’ Todo lo de esa época lo relaciono con ellos: Romperé, La Carta... La Barra de siempre (1997) te diría que era el disco que más escuchaba de ellos. La banda siempre me quedó relacionada al amor, al amor cuartetero que, en lo personal, me identificaba más que Jiménez”,
“Y a partir de ahí, la adolescencia, los jueves en El Colono… Salía los jueves y llegaba al colegio el otro día a la mañana, pasando de largo… ¡Y la figura de ‘La Pepa’! Me acuerdo que tenía un amigo que vivía al frente de su casa en Urca; y cuando salía a cortar pasto o a comprar algo, era como ver a Mick Jagger”, compara.
“Y con el tiempo, pintó una relación de amistad hermosa. Tengo el privilegio de considerarme amigo de ese culiao. Tipazo, generoso y un graaaaaaan intérprete vocal, te diría que de mis favoritos de la música popular cordobesa. Una pena… Ojalá que abra nuevos caminos”, se esperanza.
Por último, “Juaninga” nos recuerda que en su disco Welcome to Córdoba City hay una colaboración con “La Pepa”: Ni tu amigo ni tu amante.
Sus propias voces
Los mismos Carlos de Piano, “la Pepa” Brizuela y Adrián Moyano analizaron su contribución a la música popular en la bendita conferencia de prensa de días atrás, situación que rubricó la idea de que son artistas de vieja escuela que evitaron reducir todo a un comunicado de redes. Pero antes de entrarle al asunto, contaron por qué se separan.

“La Barra quedará en nuestros corazones como lo mejor que nos pasó en la vida. Teníamos que darle un cierre digno y así lo planeamos. Y decidimos hacer esto, cerrar”, comenzó De Piano, antes de que sus compañeros y él enfrentaran una inquietud sobre si hubo pelea entre ellos.
“Carlos fue mi cuñado, hemos tocado juntos, compartido una vida...”, comenzó Brizuela.
“Cuando no nos conocía nadie, hicimos un grupo para ver si podíamos comer, para ver si podíamos tener éxito -continuó-. Pero el éxito lo conocimos en Trulalá, el grupo en el que estuvimos antes de armar La Barra… Discusiones tenemos desde hace 35 años. Hemos tenido millones de peleas. Hemos estado sin hablarnos por meses con Carlos…”, amplió.
“Sucede… Es la vida, es la familia… Y al final siempre tiramos para adelante. Jamás hubo trompadas ni nada de las boludeces de las que se hablan. Hay gente que está contenta con eso. Me interesa un orto si están contentos”, se sinceró.
“Hay gente que no entiende que nosotros tenemos una vida en esto. En mi caso, arrancó hace casi 60 años, cuando mi mamá me dio a luz, mi papá me hizo upa y después me dio para que me alce Emeterio Farías… Todos saben quién es Emeterio Farías. Bueno, era el novio de mi tía. La gente que no tiene vida, y la que no sabe nada del tipo de vida que nosotros llevamos, nunca va a entender por qué tomamos esta decisión", sumó.
“Los que alientan la idea de una pelea no se merecen una contestación sino que les señale que siempre fuimos honestos y que, por eso, hemos pagado un precio muy caro: cuando estábamos bien, se notaba; y cuando estábamos mal, también. Nunca subimos a un escenario y les dijimos ‘los amamos’ siendo que no era así”, evaluó.
“No podemos dejar de ser felices por esta decisión que hemos tomado. El mundo sigue adelante, no se muere nadie, no se paraliza nada. La Barra es un grupo musical, un grupo de amigos. Nos queremos. Nos queremos y mucho. Nos vamos bien. No nos vamos porque la gente nos bajó el pulgar”, intervino “La Pepa”.
“Estamos muy contentos por todo lo que hemos logrado y es una decisión muy exclusiva, muy nuestra. Y bueno, ya está. A disfrutar cada uno de su vida; de la familia, que es lo más importante que hemos sacrificado”, remató.
“Nosotros dejamos, pero La Barra seguirá hasta la eternidad, porque el que quiere escuchar al grupo podrá hacerlo. Los discos están, quedan. Cuando nosotros dejemos, empezarán los halagos. Y hoy empecé a sentir los halagos y eso me llena de alegría. Hemos logrado un montón de cosas y empiezan los reconocimientos, que antes no pasaba porque éramos competencia”, reflexionó de Piano, quien luego amplió que después del 29, o del abrazo más grande que se hayan dado los tres, van a pensar qué harán con sus respectivas vidas. “Todo lo que hagamos será lo que realmente nos dicte el corazón. Y sé que será súper exitoso. Yo cuidaré a mi nieto y seré súper exitoso abuelo”, confió.
“Esto podría haber pasado antes, podría haber pasado más adelante –reveló La Pepa-. Carlos siempre lo dijo, ‘al techo lo tocamos hace mucho’. Hicimos todo lo que teníamos que hacer, dimos todo. Sin redes sociales tuvimos éxito. No me imagino qué hubiera pasado con La Barra con redes”.
Explicadas a fondo las razones de por qué clavan todo en los 31 años de trayectoria, de Piano, Brizuela y en menor medida Moyano analizaron su contribución artística.
“Me sorprendo con lo que he hecho musicalmente” –aseguró “La Pepa”-. Y con lo que aprendí, con lo que canté. Logré tener éxito en la vida, tanto en el trabajo como con mi familia, que la amo y siempre está conmigo”.

Para de Piano, en tanto, el disco que marcó un antes y un después en la historia de La Barra fue Fiesta inolvidable (1996), el quinto del grupo: “Veníamos con un ascenso muy importante y eso fue el golpe que nos consolidó. Y con respecto a canción favorita, tengo la mía: Así no te amará jamás. Cada vez que la tocamos me emociono. Y seguramente la tocaremos en los bailes que se vienen. Más allá de que Se nos fue el amor, que es de Javier, me hace admirarlo. A veces me pongo a pensar ‘¿En qué momento hizo esa canción?’ Y lo miro y le digo ‘¿Cómo hiciste esto que canta todo el país?’ Adiós amor, que también es suya, la escuché en estos días en una versión más rockera que hicimos y dije ‘¡a la mierda!’”.
Carlos de Piano siguió adelante con este relevamiento. “Hoy que tanto se habla de las autorías, me enorgullecen esos aportes. Hace unos días, uno me escribió ‘Gracias por la canción Morirme de a poco…’”, complementó.
“Para mí, el disco más importante que hicimos fue La Barra (1994), el primero, porque significó el desafío de salir de una banda inmensa como Trula, de la que estaré agradecido por siempre. Y en canción, me inclino por la versión que hicimos de Yo tu hombre, tú mi mujer”, eligió Brizuela, quien inmediatamente matcheó con Moyano. “Nuestro mejor disco es el primero, sin dudas”, cerró el percusionista.
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