Ivo Macchieraldo es un músico oriundo de San Francisco que, con sus 23 años y en medio de un proceso personal, se propuso hacer un disco para sacar de adentro y transformar en arte un complejo estado de salud mental.
Si bien siempre estuvo rodeado de música por la labor de su abuela y su mamá, comenzó a reencontrarse con ella cuando se mudó a Córdoba capital para estudiar Comunicación Social.
Los días de estudio y la pandemia lo castigaron y terminó sufriendo ataques de pánico. La situación lo hizo volver a su ciudad y, si bien volvió a estudiar, tuvo en la música una vía de sanación y catarsis. Katryna es el resultado de un proceso tormentoso que llegó a buen puerto: Ivo terminó realizando un muy buen disco con canciones originales y genuinas.
“Siempre hubo música en mi casa. Mi abuela cantaba lírico y era profesora de piano. No se dedicaba profesionalmente a eso, pero por el lado de mi vieja ya había música. Y mi mamá, cuando estaba estudiando acá en Córdoba –ella es arquitecta–, tuvo sus bandas de rock. De hecho, con una ganó el Chateau Rock. Se llamaban Batata”, cuenta en diálogo con La Voz.
Y añade: “Entonces, desde que somos chicos, con mis hermanas siempre se escuchó mucha música: bastante rock nacional, Fito Páez, Soda Stereo, Charly, Spinetta… Todas esas cosas estaban en mi casa. Pero yo, más que con la guitarra, que siempre estuvo ahí, empecé tocando la batería de chico, a los 6 años”.
–De todos modos, tocás varios instrumentos, ¿no?
–Grabé baterías, algunas guitarras, todas las teclas y las voces. Y, bueno, más allá de la composición y de la letra, que es mía, el bajo lo grabó Lucas Lobos, un chico de mi ciudad, y el productor e ingeniero de sonido es Matías Gordo, que es mi cuñado y también es muy buen guitarrista. Grabó varias guitarras, pero lo neto, neto, el disco lo grabé todo yo.
–¿Cómo lo fuiste trabajando? Teniendo en cuenta que es artesanal, pero que a la vez suena muy bien, muy logrado el sonido.
–Mi cuñado es asesor financiero. No es productor musical de profesión, pero lo hace como un hobby. Cuando volví de Córdoba, y también a raíz de los ataques de pánico y demás, yo estaba en un momento medio triste. Entonces él me dijo: “Che, yo te ayudo a grabar el disco, sé que tenés canciones”. Fuimos al quincho de su viejo –que también es sala de ensayo de su banda– y nos pusimos a grabar. Obviamente, él también se fue entusiasmando con la situación, y, como le gustaban los temas, empezó a comprar equipo. Yo también fui invirtiendo: fuimos mejorando a la par. Y creo que el disco tiene esa esencia: entre lo casero y ese profesionalismo que va naciendo.
–¿El proceso catártico está puesto en el disco?
–Sí. Pero no sólo dedicado a la salud mental. En 2020, empecé a armar el concepto. Lo pensé de manera conceptual: como si la vida se conformara por distintos huracanes. Por ejemplo, te enamorás y te arrasa un huracán de amor; te separás y te arrasa uno de tristeza. En 2023, a raíz de los ataques de pánico, tenía las emociones a flor de piel. Eso dio vía libre a que todo esto se hiciera. Pero el concepto ya lo venía armando desde antes de que pasara toda la tormenta.
–¿Y ahora te parás como artista? ¿Cómo es tu proyecto?
–Mirá, es una discusión que tengo siempre con mi vieja. Si bien ella me banca en absolutamente todo, entiendo el miedo de una madre. El arte es jugado y no tenés certeza de nada. Cuando volví de San Francisco en 2023, estudié un año más Comunicación Social. Ahí me di cuenta de que la quería dejar. Después empecé Programación, como un manotazo de ahogado para hacer algo. Pero cuando empecé a ver que todo trastabillaba –porque yo siempre seguí con la música–, dije: “No, tengo que hacer música nomás”. Pero no me cierro. A mí me gusta estudiar, me gusta aprender. Soy una persona que se aburre rápido y no puede estar haciendo una sola cosa. Entonces, con certeza no sé… Quizás el año que viene arranque algo más afín con la música o con la gestión musical, que es algo que me interesa del negocio. La verdad, no me cierro.

–Es curioso que hables de estudiar carreras y no me digas con certeza que sos músico de profesión.
–No, de hecho, este año, después de tanto tiempo de pensarlo, me puse la 10 con esto y dije: “No, esto es el plan A”. Porque yo siempre que arrancaba una carrera o algo, decía: “Bueno, es el plan B”. Pero después la carrera se va transformando en plan A porque te demanda más tiempo. Y este año dije: “No, el plan A es la música”. Vamos con esto, confiemos y demos todo, porque es lo que amo y a lo que aspiro ser en el futuro.
–¿Cómo preparás los shows?
–Hicimos todo medio tarde, porque antes de sacar el disco lancé cuatro temas, pero tardé mucho en encontrar músicos. Estaba ensayando con un amigo; después ese amigo se bajó, y ahí decidí optar por músicos profesionales, que fue la mejor decisión que tomé. Empecé a tocar con Fran Grosso, que es el baterista de la banda pero también guitarrista. Tocamos dos veces: tocamos en Cochera hace muy poquito, compartimos escenario con Lost in Babylon y después nos fuimos a Buenos Aires, donde tocamos en la presentación del disco de Felipe Chantada, también con Fran en formato acústico. Así que esta va a ser la tercera fecha con mi nombre.
Para ir
Ivo Macchieraldo se presenta el domingo 30 de noviembre en Sala Formosa (Achával Rodríguez 349). Entradas, desde $ 9.500 en alpogo.com
También estarán presentándose Francesca Tombolini en la apertura y Juli Cardozo en el cierre.


























