Este fin de semana, Ignacio Copani volverá a cantar en Córdoba capital después de “ocho o 10 años”, según sus cálculos. El cantautor lo hará en un espacio afín a su sentir político, el restó Perón Perón (Isabel La Católica 664), donde está programado los próximos viernes, sábado y domingo.
El tiempo de ausencia que interrumpirá y el hecho de que se expresará en una plaza que se autopercibe “gorila”, y que sedimentó el triunfo de Milei, vuelven especial a esta cita.
Pero esta lectura es más válida para un analista random que para el propio artista. “Tengo otra caracterización mucho más de izquierda del cordobés porque viví en México durante la dictadura. Cordobés y cordobesa eran igual a psicólogo o psicóloga, y más de izquierda que los Montoneros”, cuenta Copani en contacto con La Voz vía Zoom.
“Lo único que me sorprende de esta convocatoria es que esta es la primera nota que estoy haciendo. Les he pedido a distintos amigos que me vinculen un poquito porque hace tanto que no voy. Igual, en los lugares que hace mucho que voy, como en Buenos Aires, no creas que es fácil que un medio destaque lo que hago. Entonces, dependo de la base en mis propias redes”, añade.
Copani suma que no está tan sorprendido por tener que afrontar una tripleta en su regreso a Córdoba porque Perón Perón es “chiquito”.
Luego precisa: “Quiero volver a tener en Córdoba la continuidad que tengo en Rosario. Córdoba es más complicado porque los costos se acentúan. Tampoco es tan lejos, pero ya no es como Rosario que, de última, te permite volverte después de una presentación. También es probable que no haya ido por un tiempo debido a prejuicios que me llevaron a preguntarme: ‘¿Qué me van a decir ahí en el Living de King Kong?’”.

Ignacio Copani, con camino transitado en Córdoba
Para Copani, como para tantos otros no enceguecidos por la grieta, la proscripción implícita de un artista peronista en Córdoba es cosa de este tiempo. “Puse mi primer pie en Córdoba identificado con lo que es mi ideología y con lo que es el peronismo. Allá, a la vez que me pasaba las canciones Mario Pereyra, me nombraba De la sota en los discursos. No había contradicción en eso”, señala.
“En mi época de mayor éxito, nunca especulé con respecto a mis preferencias políticas. Y mi vínculo con el público cordobés ha sido, durante décadas, muy espontáneo, de mucho cariño en la calle. O sea, son muchos años… Los cordobeses saben que no nací el día que pusieron la 125. La mayoría sabe eso”, amplía.
“La mayoría sabe que iba a Telemanías cuando también se emitía el programa infantil Pan y Manteca; que estaba dispuesto para participar en festivales en los barrios; y que muchas veces toqué de manera realmente desinteresada, tanto en el interior de la provincia como en el Chateau Carreras. Conocí el estadio mucho antes de que se llamara Kempes. Ahora no, ahora se ha ido cortando hace unos cuantos años eso”, completa.
Copani cuenta que nos ha “rondado el rancho cada tanto, tocando en algunos de los lugares turísticos y en la periferia”. Y suma que tiene “muchas más ganas de hacer más propaganda para avivar a los que no van”.
–¿Acaso querés dejar en claro algo en particular?
–Sí, porque algunos me dicen: “¿Pero por qué vas a Perón Perón, que es muy sesgado?”. Punto uno, porque de ahí me llamaron. Punto dos, porque el público militante de las cuestiones populares, además de tener pensamiento crítico, es exigente. No podés salir a hacer un remixado de La Marcha Peronista con Lo atamo’ con alambre de dos horas. En ese caso, te tirarían tomates por más que te quieran. Así que no será una misa partidaria. Mostraré lo que me permite mi oficio, que me lleva por todo el mundo hace más de 60 años. Al oficio lo he sostenido como un trovador, no como un peronista. Recomiendo Perón Perón porque es un lugarazo. Ponele que haya existido la idea de peronizar Alta Córdoba, pero también es una buena opción en otros sentidos y lo que tiene colgado en las paredes no se colgó porque sí, sino que se hizo en función de un criterio.
–¿Y qué recorte harás de tu obra?
–Llevo lo mismo que llevaría a cualquier teatro; más precisamente, con un espectáculo que se llama “Juglarse la vida”. Si bien no llevo la fórmula para ser felices, ni para que el peronismo gane una elección, sí llevo algo asociado a una idea de música popular. Interpretaré mayoría de canciones mías, pero sin hacerle asco a cantar un tema de folklore, Maldito Serrat u otro más de María Elena Walsh. Tampoco a un tango o a un clásico del rock nacional. En la juglaría no basta con imponer una destreza circense para entretener. También tenés que saber hilar la historia. Si te considerás un artesano de este oficio, no podés elaborar el show diciendo: “Bueno, esta es una canción de un disco de Platino del ‘95” o “Esto lo compuse ahora porque nos gobierna Milei”. Lo que tenés que hacer es una obra integral. Eso lleva mucho tiempo. Es muy difícil que, por más talento que tenga, lo pueda hacer un pibe de 17. Necesitás un recorrido para armar esa propuesta, necesitás una madurez.

Ignacio Copani, juglar ante todo
Copani precisa que propone ese estilo de juglaría cantado en las bodas, en los entierros y en los bautismos, para luego amalgamarlo “con canciones nuevas y otras viejas que parecen hechas en estos días”.
“Ese es el mérito más grande que uno puede tener cuando tiene una carrera larga: el mérito de que no se lo devoren las modas ni la coyuntura”, se enorgullece.
Y puntualiza: “Podría referir al contexto de creación sólo para criticarme a mí mismo. No podría cantar Bruja, por ejemplo, aunque sí Cuántas minas que tengo, que nació como crítica hacia el machirulo. No era un homenaje. Algunos me plantean “¿Te animarías a sacar otro Cuántas minas que tengo? Y yo les contesto “Ojalá me saliera algo tan de avanzada”. Tiene 40 años esa canción; es de la época que en el ranking todos los temas eran onda “tú eres mía”, “yo soy tu dueño”.
–Recién planteaste al pasar sobre “la posibilidad de que el peronismo gane las elecciones”. ¿Puede pasar en el corto plazo? ¿No quedó atrapado en una guerra de egos?
–Mirá, toda la política es así. Si los dirigentes que después se convirtieron en funcionarios no tuvieran esa libido, no llegarían a los lugares que llegan. Prohibiría que sea candidato un CEO de una gran compañía, porque esa persona está incapacitada para pensar en el bien común. Prohibiría que alguien que se educó en las Fuerzas Armadas tuviera lugar en el Ejecutivo. Y prohibiría a los cantautores, porque no estamos capacitados para la gestión colectiva tras probarnos como sobrevivientes de la autogestión. Los dirigentes políticos van haciendo una capacitación y después un camino. Es muy difícil quitar eso en cualquier fuerza política. Para mí, eso no inhibe las posibilidades de que gane el peronismo.
–¿Entonces?
–En la derecha se presentan con eslóganes abarcativos (“brotes verdes”, “las luces al final del túnel”) y atractivos (“el cambio”, “echarle la culpa al otro”), pero cuando les toca gestionar, son tantos panes menos, tantas lágrimas más, nada es abstracto. Para la derecha, y más para la ultraderecha, su peor enemigo es la gestión. Mostrar su gestión, quiero decir. Siempre es mala para las mayorías... Siempre es mala para el futuro productivo y el consumo. Y eso, sin contar con que va a contramano de los pilares en los que uno cree: solidaridad, compañerismo, horizontalidad. Hay una batalla que no la llevo a lo cultural. Es más comunicacional. Esta adjetivación hiriente e insultante que usan es medio infantil, porque al final de cuentas me pueden decir Ignacio Cobrani, pero mis canciones perdurarán, del mismo modo que nadie sabe quién escribió “Viva el cáncer”, pero sí quién era Evita. Salvando las distancias, no hay un ring donde pueda subir León Gieco con El Gordo Dan.
–Desarrollá, por favor.
–León Gieco canta En el país de la libertad, mientras que la ultraderecha plantea “Viva la libertad carajo”. Libertad y carajo en la misma oración: no hay compatibilidad. La libertad debe honrarse como exige el Himno Nacional, con noble igualdad.
–Hablabas de una batalla más comunicacional que cultural.
–Hay un triunfo en lo comunicacional de los que gobiernan en este momento. Yo las rebato con mi lógica de cantautor explícito: el Gobierno dice que sacó 11 millones de personas de la pobreza; entonces, yo debería conocer una. Las encuestas, pagadas y de resultados inexactos, van creando un sentido de desazón en la oposición. Te dicen permanentemente que, a pesar de los pesares, la popularidad del Gobierno crece cada vez más. Lo único que pregunto para constatar eso es: ¿existe la persona que no haya votado a Milei que ahora sí lo haría? Yo no la conozco. Me dicen que no hay inflación, pero los remedios para la presión valen el doble. A veces te reconocen que está mal medida y que no se repara en los alquileres, el agua, la luz, los servicios… Ah, bueno, no repara en los indicadores que hacen al sostén de nuestra vida.
–¿Cómo reaccionás ante eso?
–Dentro de esas lógicas que impone este tiempo tan irracional que estamos atravesando, sigo apostando a lo propositivo, a plantear este disenso. Y desde ahí digo “la verdad que yo creo que sí que puede ganar el peronismo”. Aparte, el peronismo tiene mucho que ver con el argentinismo. Estos años en que parecería estar divorciado del cordobesismo, ahí tiene su simiente. Habría que ver cómo hubiera sido el país si (José Manuel) De la Sota hubiera sido presidente en lugar de Néstor (Kirchner). Creo que algunas fronteras se borrarán ante la violencia de lo que impone la ultraderecha. Eso hará que la mirada democrática se extienda. No te olvides de lo importante que fue la multipartidaria en el final de la dictadura.
–Se te lee esperanzado…
–Hay días que tengo más esperanza que otros. Cuando se arma lo de las listas, me molesta. Quisiera que en cada renglón me digan: “Mirá, este es el candidato que representa a los jubilados; este, a los estudiantes; y este, a las pequeñas empresas”. No me interesa escuchar: “La Cámpora logró poner este acá, porque Massa y Kiclilof tal cosa”. Pero, bueno, es así, ¿qué le voy a hacer? Si te gusta el durazno…
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