Pese a las complejidades logísticas de un “feriadazo” sin colectivos y una vida urbana adormecida por el impacto lógico de cada 1° de mayo, el Festival Nacional de Cuarteto confirmó su localía definitiva en la ciudad, bautizada por la organización como la “capital mundial del ritmo”.
De hecho, nuestra música característica fue la banda sonora ideal para una jornada que desde temprano tuvo ecos de tunga-tunga en las terrazas y en los patios que en distintos puntos de la ciudad se preparaban para una sobremesa extendida.
Ya en el estacionamiento norte del Kempes, el festival volvió a reunir a diferentes manifestaciones de un género que no para de crecer ni de encontrar referentes. Y pese a que la fórmula básica de todo el asunto tiene más de 80 años de historia, todo indica que está lejos de agotarse.
Por el contrario, la idea misma de cuarteto no deja de ensanchar sus límites. Aunque durante décadas fue un género asociado a los laburantes y a las clases populares, este tercer Festival Nacional también mostró la expansión de una música (y un sentir) de alcance cada vez más amplio.
Que “nuestro estilo cordobés” sea protagonista de megaeventos como el de este jueves es un gran síntoma de su vigencia. Si bien a comienzos del jueves había unas 20 mil entradas vendidas, cuando cayó la noche el predio comenzó a colmarse de más público y el cónclave cuartetero organizado por Universo Jiménez terminó de exhibir -a nivel artístico y en su audiencia- una foto actualizada de un género en plena metamorfosis.
La Mona Jiménez, en tanto, volvió a escribir una nueva página de su vasta biografía. El ídolo actuó casi todo su show sentado, se paró solo ocasionalmente y evidenció signos de molestia. Según dijo, sufrió una lesión que le generó dos fracturas en uno de sus pies pero no quiso posponer su participación. Por eso tuvo que estar contenido entre una banqueta y un bastón. Se notó, pero no mermó para nada la energía del cuartetero, que terminó su show exultante junto a los miembros de Un Poco de Ruido.
Todos los cuartetos, el cuarteto
Desde temprano, el festival hizo gala de su puntualidad. Con movimiento en los alrededores desde pasado el mediodía, no hubo demoras ni sobresaltos en un comienzo de tarde que todavía tenía a varios rezagados lejos del Kempes.
En el escenario, el único y con un despliegue de pantallas con curvas y movimientos a tono con el ritmo celebrado, todo se inició con Trulalá. A las 16.30, las más de 12 horas de música que prometía la grilla se pusieron en marcha en tiempo y forma durante toda la jornada.
La banda creada por Manolo Cánovas jugó con su legado y revivió clásicos de la Trilogía de finales de los ‘90 tales como Tres, Mi cama no habla o Como tú. También hubo lugar para un mix de versiones del rock nacional (de Las Pelotas a Jóvenes Pordioseros) y un cierre aún más nostálgico con La gaita de la cenicienta. Fue apenas el inicio de una tarde-noche en la que desde el escenario o en los parlantes los himnos cuarteteros sonaron en continuado.
Además, hubo tantas formas de entender el cuarteto como artistas que se subieron al escenario. A su turno, Monada ratificó su condición de banda fuera de los cánones del género. Temas como Tu jardín con enanitos, Luna en Capricornio, Revolución o Mi habitación dan cuenta de los rasgos particulares de los hermanos Ninci y el grupo de músicos que los secunda. No por nada fueron los elegidos para componer la banda sonora de La zurda, película de Rosendo Ruiz.
Ida y vuelta
Si Juanito Ninci terminó agitando al público sin remera y como si fuera uno más de “la popu” (es impresionante el cariño que cosechan él y sus hermanos arriba y abajo del escenario), lo que vino después fue un viaje directo al pasado.
Lore Jiménez encontró en el cuarteto característico (ese que suena como hace 50 o 60 años) un nicho que le queda como anillo al dedo. Enfundada en un imponente vestido, la actriz y cantante sacó chapa de Jiménez desde la cuna (Yo soy la Lore) y también regaló cadenciosas versiones de viejos éxitos de su padre.
Inmediatamente después, la otra mujer de la grilla volvió a dar un volantazo en términos musicales. Magui Olave puso sobre la mesa una versión mucho más actualizada del tunga-tunga.
Junto a una banda potente y rendidora desde la percusión, la cantante tuvo aguante desde el público, que la acompañó en su repertorio propio y en covers como Con otra, su reciente versión de Cazzu. Magui, que llegó al festival “sin dormir” después de un show en Buenos Aires, se despidió con un mix del “Mandamás” (Solo contigo, Celosa, El divorcio) y se fue ovacionada.
Otro festival
Cuando Damián Córdoba subió a escena, otro festival parecía haber empezado. El “Wacho”, que actualmente celebra 25 años con la música, fue la transición hacia la parte final de la grilla, que esperaba a La Konga, DesaKTa2, Luck Ra y La Mona en una seguidilla.
El catamarqueño recordó a Walter Olmos, hizo propios varios clásicos de Jiménez y también se dio el gusto de invitar a Pablo Tamagnini y a Magui Olave. Esa seguidilla de referencias y presencias en el escenario fue también otra postal de un festival comprometido con todos los cuartetos posibles, más allá del origen o del público objetivo de cada variante.
Para cuando llegó el turno de La Konga, el predio mostraba el color habitual de los eventos protagonizados por La Mona y el clima de fiesta había contagiado a la multitud. Como si fuera poco, los de Villa Dolores ratificaron el poder y el alcance de sus hits desde el comienzo (La cabaña fue el ¡tercer tema!) y le dieron un nuevo matiz a una noche que esperaba por sus momentos más álgidos con mucho más baile en el horizonte.

Su grado de responsabilidad en el crecimiento exponencial del cuarteto quedó demostrado en su seguidilla de cierre. Luego de la participación de Joaco Martin, de DesaKTa2, La Konga juntó Ya no más, Te mentiría, Universo paralelo, Te perdiste mi amor (con el aporte fundamental Damián Cordoba) y Ya no vuelvas.
Ya cruzado el umbral de la medianoche, Un Poco de Ruido tuvo su primer intervalo y llevó al escenario su contenido nacido en redes y plataformas. En ese primer segmento se sumó Damián Cordoba, el que más veces pisó el escenario en la noche. Y en el siguiente, Ulises Bueno se subió a su ola viral tras su reciente participación en el ciclo de streaming.

Antes, Ulises se había sumado a Fer Olmedo para cantar No puedo fingirlo, uno de los himnos de DesaKTa2. El joven artista, que está cerca de ser papá, fue uno de los más emocionados por el marco del festival y por el respeto del público jimenero, que recibió a la banda de “la nueva generación” con los brazos abiertos. Tanto él como Martín se destacaron en los hits que vienen cosechando (Olvidarte de mí, Mónaco) y mostraron otro cuarteto: uno que por momentos se vuelve mucho más rápido por momentos y es capaz de conectar con la salsa o el funk carioca.
Hablando de hits, Luck Ra fue el penúltimo artista en subir al escenario. Que me falte todo inició un recorrido de temas que suenan en supermercados y boliches y han convertido al cordobés en un artista querido por niños y adultos mayores. En el Kempes, algunos fanáticos de La Mona ignoraron al creador de La morocha y Hola perdida. Pero es cierto que la gran mayoría de los presentes bailó y cantó sus temas con Chayanne, Maluma o Elvis Crespo. “Es muy especial estar al frente de todos ustedes”, dijo el pibe cuando se dio un momento para hablar con la gente.

Para el cierre, llegó el turno de un “la Mona” Jiménez diezmado desde lo físico (antes de comenzar aclaró que iba a actuar sentado a raíz para continuar la recuperación de una lesión) pero agigantado desde el corazón. Aunque no pudo moverse demasiado, el cuartetero se amparó en su carisma y en su pasión por la música de Córdoba, con el gobernador Martín Llaryora y Luck Ra ubicados cerca del escenario sólo para verlo a él.
Ese magnetismo es el que salió a la luz especialmente este jueves y para redondear otro show inolvidable, que inició con El marginal y tuvo un desfile de clásicos para bajarle el telón a la tercera edición del festival y a las 12 horas de música que habían sido anunciadas. En definitiva, un repaso variopinto de un género que no deja de adaptarse a los cambios y a las nuevas modas sin perder aquello que lo ha vuelto cada vez más popular (e internacional).