Alguien muy cercano a él lo definió así: como el padre del protagonista de la película El gran pez. El conductor radial Carlos Julio (CJ) Carballo juega permanentemente con las palabras y al límite de la ficción, al punto de hacer dudar a sus interlocutores en más de una anécdota rimbombante. ¿Será verdad? ¿Estará exagerando? La dimensión de los relatos, su épica y sus detalles invitan a poner en suspenso la credulidad.
Pero basta escucharlo en su ya histórico programa Cualquiera (de lunes a viernes a las 20, en la 104.7 FM de Radio Sucesos) para encontrarse con un periodista de esos que ya no abundan. Alguien capaz de consumir música, cine, literatura, series, artes plásticas, teatro y cualquier otra disciplina cercana con una voracidad y una capacidad de análisis que resultan anacrónicas en tiempos de reels, de redes sociales y de tendencias efímeras.
Emblema de la radiofonía local y agitador cultural como pocos, por estos días está de festejo. El pasado 23 abril, Carballo celebró el aniversario número 25 de Cualquiera, que comenzó su periplo en el año 2000 y apenas unas semanas después de la fecha que él conmemora como un tesoro personal: la del debut de su primer programa radial, germen del ciclo que desde hace un cuarto de siglo musicaliza (y narra) las noches cordobesas.
De pecho
“Yo era superfán de La Rocka, una radio revolucionaria que tuvo una vida efímera pero que alcanzó como para cambiar los parámetros, los statements, de lo que era la radio de ese momento”, cuenta CJ luego de atender el llamado de La Voz el mismo día de aquel debut, pero 25 años más tarde. “Me gustaba mucho, seguía a varios de los que estaban ahí, sobre todo a Rodrigo Artal, que para mí es una influencia directa”, recuerda Carballo, que se “peleaba” escuchando la radio y discutiendo cualquier dato erróneo.
Ese impulso lo llevó, junto con su compañero Pablo Daus, a tomar coraje y, pese a no tener experiencia previa, a presentar un demo en la radio de sus sueños. “Nuestros compañeros de la ‘facu’ nos decían que hablábamos como si tuviéramos un programa de radio. Y un día dijimos ‘vamos’. Grabamos un programa, el que a nosotros nos gustaría, y fuimos de pecho a tocar la puerta con el demo”, recapitula sobre aquel contacto con Pablo Mansilla, director artístico de La Rocka, que derivó en el big bang de todo lo que vino después.
“Le dije que este programa iba a revolucionar todo y me miró como diciendo ‘¿qué le pasa a este loco?‘. Salimos de ahí y yo pensé que me la había mandado. Eso fue un viernes, el miércoles nos llamaron diciendo que empezábamos el domingo 23 de abril a las 19”, recuerda, sin dejar de subrayar esa condición de “bocón” que lo llevó hasta ahí.
El resto, como suele decirse, es historia: “El programa se llamaba Si supieras y tenía una sección que presentaba discos y se llamaba Cualquiera. No había pasado un mes y el sábado a la noche se desocupa. Me preguntaron si me animaba y obvio que dije que sí. La sección se hizo programa, y al morirse Si supieras fue natural el cambio a Cualquiera”.
–Tu formación tiene mucho que ver con la cultura anglo. ¿En qué momento empezás a ver más de cerca lo que sucedía en Córdoba?
–Mi ADN periodístico ha sido la curiosidad. Siempre fui un pibe muy sobreinformado, estaba suscripto a mil revistas; me pasaba la vida en lo del Perro (la disquería Perro Records); escuchaba con locura a Fabián Zurlo, al Gordo Gómez, a los chicos de La Rocka. Y, segundo, la calle, que es fundamental. Siempre he sido salidor, poco volvedor (risas), y sigo saliendo. Iba al Ojo Bizarro, donde estaban el ciclo Mielcitas, el (DJ) Rodri Ulloa, las bandas under de ese momento. Por el boca en boca me enteré del boom de Camila Sosa Villada en Carnes tolendas, sus primeras notas fueron en Cualquiera. Me enteraba de algo, como que (Federico) Falco y (Luciano) Lamberti tenían un grupete de escritores, y me iba y trataba de husmear. Siempre buscando dónde estaba la cosa para después reproducirlo en el programa para expandirlo con el mayor alcance posible.

–¿Qué aprendizaje te dejaron estos 25 años de hacer un programa de radio?
–Que no por mucho caminar vas a llegar a la tierra prometida (risas). Fundamentalmente, el esfuerzo. La verdad, que en estos 25 años me rompí todo, creo haber dado todo y sigo dándolo. Estoy ilusionado por que la semana que viene se estrena una nueva columna. A mí lo que me seduce y lo que me hace muy feliz es pensar en cómo le va a entrar esa información en la cabeza a alguien. Cuando Pablito Durio (columnista de literatura) habla de un libro, digo “guau, esto le está rompiendo la cabeza a un montón de pibes”, y me ilusiono de que van a Volcán Azul a comprarlo y flashean. La reproducción de la verdad revelada es maravillosa. Es el acto comunicacional perfecto.
–Viviste muchos cambios. ¿Sentís que se perdió algo del espíritu de los comienzos de “Cualquiera”? ¿Extrañás esa radio que ya no es?
–No extraño nada porque soy muy poco adicto al pasado. No guardo nada ni tengo registros grabados. El pasado es algo que vuelve alguna vez del exilio para volverse a exiliar de nuevo. Me parece algo banal, inclusive. Me interesa más pensar en qué viene mañana. Y en cuanto a los cambios, de hecho han puesto a nuestra profesión, a nuestro oficio, en crisis. Siento que somos especies que desaparecen, pero lo digo desde un lugar romanticoide. Más bien pienso que todo es cíclico, que somos como pichichos medio locos que se muerden la cola. La tecnología está buenísima: yo pasé por el casete, por el CD, por el minidisc y por el MP3. Si vos me decías que iba a volver el vinilo, yo pensaba que estabas loco. Creo que es como una cuestión cíclica. Hay mucha gente que les tiene miedo a los cambios con esto de la IA. No hay nada más poderoso que la sensibilidad que te puede dar una metáfora y la IA no tiene sensibilidad. Tampoco, ironía o sarcasmo. Siempre un guaso que sea elegante con las palabras va a garpar más que un puro chamullo de algoritmos.
–¿Qué momentos de estos 25 años sintetizan esa identidad que vos le imprimiste a tu forma de hacer radio?
–Tienen que ver con mis Everest periodísticos, como les digo. Esos momentos de llegar a gente que tenías en los pósteres. Walas, Boom Boom Kid, Adrián Dárgelos, que estuvo casi tres horas y media hablando conmigo. Tenerlos ahí sentados fue una locura. O a grandes cerebros como Daniel Melero, y que se sorprenda siendo que ha sido un tipo que me ha tirado dogmas; Gabo Ferro, un tipo dificilísimo; Gordon Raphael; Simon Reynolds, que lo leés hasta el hartazgo y de pronto le hacés una entrevista y te agradece y te trata como un par. Ver a Zoe Gotusso cantando en el programa cuando era una nena y ahora es una superestrella. Camila (Sosa Villada), Marcelo Nusenovich, Paco Jiménez, Cheté Cavagliatto, héroes de la cultura de la ciudad. Y después, el hecho de salvar algo del anonimato más cruel y duro, el hecho de vivir en una pequeña obra, que lleve un poquito de tu empuje, me parece maravilloso.
–¿Qué te imaginás para lo que viene? ¿Le ponés una fecha límite a “Cualquiera”?
–Me imagino haciéndolo mucho tiempo más, no sé cuanto. Estoy metido en una suerte de camino de samurái, pero del nunca. Nunca sé cuándo va a llegar, hasta dónde va a llegar. Nunca sé adónde voy, adónde iré, y nunca sé cuándo empieza ni tampoco cuándo termina. Es como una suerte de servicio, ya tengo la vida jugada en esto, así que no me imagino retirándome del periodismo. Tampoco sé qué otra cosa haría.
–En tus entrevistas más profundas, cerrás preguntándoles a tus interlocutores cómo empezarían a escribir una carta en una habitación que se está prendiendo fuego. En tu caso, ¿cuáles serían esas primeras líneas?
–Diría con tranquilidad: “No me juzguen severamente”.