Cuando pasó la etapa de mayor exposición de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Daniel “Semilla” Bucciarelli se instaló en Córdoba y continuó su vida aquí junto con su familia. Siempre ligado a la música y al arte, el bajista se mostró cercano a varios proyectos locales, como Cuatro al Hilo, La Pata de la Tuerta y Armando Flores.
Sin embargo, desde hace una década, gira con La Kermesse Redonda, proyecto que nació a partir de la dupla SemiDawi, integrada por él y por Sergio Dawi, el saxofonista de Los Redondos. Con el tiempo se sumaron otros exintegrantes del mítico grupo, como Tito Fargo y Hernán Aramberri, y el proyecto fue creciendo hasta convertirse en una experiencia colectiva que mantiene vivo el espíritu de Patricio Rey.
Renovados por el impacto de la era digital y por el alcance de sus videos en YouTube, en los últimos dos años el público ricotero comenzó a acompañarlos con más fuerza, llenando los recintos donde se presentan. Hoy en día, hicieron del teatro de Flores su casa y allí tocan de forma recurrente.
Con la excusa de un nuevo show en Córdoba, “Semilla” visitó la Redacción de La Voz y pasó por el archivo histórico para revisar las crónicas de las visitas de Los Redondos a la provincia.
De las primeras dos presentaciones (en la Asociación Española en octubre de 1987 y en la discoteca Flop de Villa María) no hay registro, pero sí de las siguientes tres: los shows en el anfiteatro de Villa María en 1997 y en 1998, y el último concierto del grupo, en 2001, en el Chateau Carreras (hoy Mario Alberto Kempes).
Consultado por sus recuerdos, Bucciarelli advierte con humor que no tiene buena memoria.
–Si bien cumplen 10 años, da la sensación de que el proyecto se consolidó en el último tiempo. ¿Lo ves así?
–Fue creciendo con el tiempo. Esto se originó con Sergio (Dawi) y con Walter (Sidotti). Tocábamos con la banda de Walter y hacíamos lo de SemiDawi, que es una performance medio rara, donde él toca el saxo con pistas y yo dibujo en tiempo real. Bueno, empezamos con eso, y un amigo un día nos dice: “Che, ¿por qué no juntan lo que hacían antes con lo que están haciendo ahora?”. Entonces tocaba Walter con su banda, haciendo sus temas, nosotros hacíamos los nuestros, y después metíamos seis temas de Los Redondos como para sacarnos las ganas. Y así lo hicimos varias veces en distintos lugares. En un momento hicimos uno de estos shows para juntar dinero para Enrique Symns, que estaba mal. Fue en un centro cultural de Palermo y después sumamos lugares. En realidad, el que más insistía era yo, porque al principio la banda no quería hacerlo; nos parecía raro que no estuvieran ni el Indio ni Skay. Pero después, al ver el espíritu de los pibes ese día, cambió todo. Me pareció buena la idea de mantener esa energía. Porque esa energía hay que conservarla, más en los tiempos que estamos viviendo. Hay mucha gente joven que nunca vio la banda en vivo, y también gente grande, de todas las edades. Tenemos público de 80 años y pibes de 15. Eso nos pareció hermoso, y por eso decidimos seguir, mantener viva esa energía.
–¿En los conciertos de La Kermesse desplegás tus artes plásticas también?
–Nos pasa en el teatro de Flores, donde venimos tocando mucho, donde podemos armar los shows de otra manera. Ya tenemos el sonido preparado y proyectamos cosas en las pantallas. Es algo parecido a lo que hacíamos con SemiDawi, pero a lo “guaso”: un escenario gigante, todos vestidos de blanco, y detrás una proyección con mis dibujos y algunos videos.
–¿Te imaginaste que esa cuestión de artista visual y plástico iba a decantar en eso?
–No, en Los Redondos no. Más allá de que para la banda hice la tapa de un disco. Yo laburo y surfeo la vida, no estoy pensando en lo que va a pasar. Las cosas van saliendo solas, pero también la gente te da un espacio. Para muchos, esto es algo nuevo. Difícilmente los chicos entren a un museo a ver un cuadro, y si avisás que va a haber una performance, probablemente tampoco vayan. Entonces está bueno lo que pasa en los shows, porque ahí se mezcla todo: la música, el dibujo y la energía del público.
–¿Qué reflexión hacés sobre la obra de Patricio Rey y esta cuestión de que haya tres proyectos musicales haciendo las canciones? Están ustedes, la banda de Skay y Los Fundamentalistas...
–Es natural que eso haya pasado, porque el Indio y Skay querían hacer otras cosas. Son compositores que buscaban otros sonidos y otras canciones. Habría que preguntárselo a cada uno que va a cada concierto; cada uno debe tener su pensamiento y su mambo. Las letras del Indio uno las toma según su estado de ánimo y su forma de ser. Para mí, Los Redondos fue una gran experiencia. Aprendí mucho, me profesionalicé y me ordenó toda esta cuestión de los ensayos, de salir a tocar... Yo soy un tipo tímido, y todo lo que fue Los Redondos a escala masiva era una responsabilidad enorme. Y el material es muy bueno, muy diverso. Las letras dicen mucho.
–Por eso la música no envejeció, ¿no?
–Claro. Un chico baila y canta la canción y la entiende a su manera. También ve que su papá tiene mucho cariño por la banda, y eso tiene un gran significado. Siempre nos pasó eso. Nosotros no hacíamos publicidad, no pegábamos carteles; notas hacíamos una cada tanto. Entonces era alguien del público que traía a otro cercano y hacía correr la bola. Era de boca en boca.
Un par de sienes ardientes
En el repaso por el archivo de La Voz, “Semilla” Bucciarelli reparó en la crónica policial del show en Villa María el 14 de junio de 1997. Más allá del espectáculo, el diario relató los enfrentamientos del público ricotero con la Policía.
El músico leyó atentamente la crónica y recordó que el ánimo de la gente estuvo muy caldeado, sobre todo cuando los disturbios pasaron de afuera hacia adentro.
“Fue importante la figura de Poli (Castro) en la cuestión de negociar cosas pesadas. Nuestros shows no eran tranquilos: se armaban unos quilombos bárbaros y ella tenía que estar ahí, charlando con los comisarios y demás. De hecho, nosotros nos enterábamos siempre al final, porque a los camarines no llegaba nada. Nos decían: ‘No, se rompió una cosita afuera’, y al final estaba hecho mierda todo. Después, desde el escenario, veíamos en el campo que había algún quilombo, y afuera también pasaban cosas con la Policía. Se ponía bastante complicado. Acá en Villa María le robaron el caballo a un cana; o en Uruguay, el chumbo a un policía. Era bravo”, recordó.
–Ustedes marcaron un camino a la hora de ser autogestivos, desde la producción de discos hasta los shows...
–La independencia es una de las cosas más importantes de Los Redondos. Eso fue algo que me gustó al momento en que entré, porque yo no los conocía. Venía tocando en Buenos Aires y amigos míos me dijeron: “Hay una banda que viene bien”. En esa época estaban los talentos: actores, actrices, músicos que hacían lo que se les cantaba en el escenario, y a mí me encantaba. Había lugar para eso. Eso me atrajo de la banda. Después, con el tiempo, la gente ya no se lo bancaba y quería ver más a la banda que a los talentos.
–Mencionaste que hay que conservar la buena energía en estos tiempos que estamos viviendo. ¿Cómo ves al Gobierno? En su “setlist” de rock nacional, Milei podría haber incluido “Mi perro dinamita”.
–Por suerte no se le ocurrió, zafamos. No sé qué pasa con los chicos de La Renga, parece que no pueden hacer nada. Porque hicieron el comunicado y demás y le siguen usando el material. El Presidente es un desastre, un demente. Hace cualquier cosa, es un chupaculo de los yanquis. Es basura y les está arruinando la cabeza a los pibes. Un pibe ve la televisión o el celular y repite las cosas que dice. El otro día, un jubilado se estaba manifestando y vino un pibe a decirle que fuera a trabajar. Una locura. ¿Qué le podés decir al pibe? No entiende nada. Por eso está este mamerto. Es un plan del sistema general en el mundo, porque no somos sólo nosotros. Está (Donald) Trump y hay varios personajes más.
–¿Cuál es tu línea de bajo preferida?
–Pura suerte, que no es mía. Me cuesta cuando me preguntan eso porque todas las canciones son buenas. Es como preguntarme cuál es el mejor guitarrista: hay muchos buenísimos y no puedo elegir uno. Ahora que repaso y escucho de nuevo los temas, veo cosas muy buenas. Es que estuve mucho tiempo sin escucharlos.
–¿Hiciste un duelo largo cuando se separaron?
–Sí, estuve 10 años sin volver a escuchar la banda.
Para ir
La Kermesse Redonda se presenta el sábado 15 de noviembre en Club Paraguay (Marcelo T. de Alvear 651). Entradas, desde $ 50 mil en alpogo.com

























