Así en el deporte como en los negocios, Gastón Giussani aprendió, a la fuerza, que no gana el más talentoso, sino el que más resiste. Lo supo en carne propia dentro y fuera de la cancha. Y aunque el tenis le enseñó disciplina, estrategia y resiliencia, fue el mundo de los emprendimientos el que puso a prueba, una vez más, todo lo aprendido.
Tras retirarse del circuito profesional, el cordobés se volcó a la gastronomía. Tenía una franquicia, varios locales y un plan que parecía sólido. Pero la pandemia barrió en pocos meses lo que tanto le había costado construir.
“MonkyForce surgió de un fracaso”, reconoce sin rodeos en diálogo con La Voz. “Vendí todo lo que tenía para indemnizar a los empleados y a los 34 años me encontré que tenía que volver a vivir con mis papás”.
El golpe fue duro, pero el instinto de jugador lo empujó a buscar una nueva oportunidad. Mientras muchos atravesaban el encierro entre series, películas o probando nuevas recetas de cocina, él pasó horas frente a la computadora. “Me enfoqué en aprender cosas que pudieran tener proyección a futuro, como la venta online. Pasaba horas viendo videos en YouTube sobre cómo vender o cómo crear una marca en internet. Buscaba algo que me diera la oportunidad de construir con una visión a largo plazo”.
Con cero recursos y muchas ganas, empezó a probar. “Así empezaron mis primeras incursiones en la venta online. Lo bueno es que, con solo un par de videos que encontramos en YouTube, pudimos concretar las primeras ventas”.
El inicio fue casi artesanal. “En ese momento, los gimnasios estaban cerrados, y como a mí me gustaba el deporte, empecé a vender unas barras para hacer dominadas o ejercicios en casa. La primera venta fue casi improvisada: usamos una captura de pantalla de otro producto que vimos en Google, sin presupuesto ni stock. Cuando un cliente nos llamó, le pedimos que nos pagara el 50% por adelantado y le dijimos que se lo entregábamos en 15 días. Con ese dinero, contactamos a un herrero y fabricamos la primera. A partir de ahí fue creciendo, creciendo… y cuando los gimnasios empezaron a abrir, nos fuimos mudando de a poco hacia la indumentaria, que veíamos como otra buena oportunidad”.
En 2021, MonkyForce tuvo su nacimiento oficial. Su hermano, recién recibido como arquitecto, no pudo concretar un viaje a Estados Unidos por las restricciones sanitarias y se sumó al proyecto. “Me ayudó con toda la parte de branding: el diseño del logo, el nombre de la marca… y después se fue”.

Desde el primer día, el objetivo de la marca fue claro: que MonkyForce no fuera solo ropa. “Siempre tratamos de que no fuera solo una marca que vende productos, sino un movimiento, una comunidad”, afirma. Hoy, la marca acumula más de un millón y medio de seguidores en redes sociales y, aunque por ahora sólo vende en Argentina, ya planea desembarcar en mercados internacionales como Chile y Europa.
El diferencial, insiste, no está en las prendas en sí, sino en lo que representan. “Buscamos que las personas se sientan identificadas al usar nuestras prendas, que no sea simplemente vestir algo lindo, sino llevar un mensaje y sentirse parte de algo más grande. En nuestras redes casi nunca mostramos los productos: lo que mostramos es nuestro mensaje. Eso nos diferencia, nos permite competir con marcas grandes sin entrar en la pelea por el precio. Lo nuestro pasa por motivar a la gente, inspirarla a que se supere y se sume a esta comunidad que siempre empuja para adelante”.

Pero detrás del mensaje, hay también un trabajo cuidadoso de diseño y producción. MonkyForce crea cada prenda desde cero. “Al principio, comprábamos algunas cosas y encargábamos a otros que hicieran nuestros diseños. Hoy tenemos un equipo creativo muy sólido: dos diseñadoras de indumentaria y una diseñadora gráfica que trabajan juntas para que cada prenda sea funcional, estética y de excelente calidad. Desde el principio, priorizamos la funcionalidad y el diseño por encima del precio”.
La confección se reparte entre talleres de Córdoba, Buenos Aires y otras provincias. “No tenemos talleres propios, pero trabajamos con aliados que entienden nuestra filosofía”, apunta.
En cuanto a la lógica de las colecciones, confiesa que la curva de aprendizaje fue ascendente. “La ropa deportiva tiene sus particularidades. Como marca nueva, recién este año empezamos a organizarnos para proyectar a futuro y no trabajar siempre sobre la marcha. Antes, por ejemplo, lanzábamos musculosas en invierno. Pero esos errores nos ayudaron a aprender, y mucho, gracias al feedback de la comunidad. Igual, tratamos de ser fieles a nuestras ideas y a nuestros conceptos básicos, sin perder nuestra identidad”.
–Si la vida te pusiera de frente ante el desafío de empezar un nuevo negocio desde cero, ¿qué repetirías?
–Sea un proyecto chico o grande, creo que siempre hay que tener una visión que abarque algo más grande, y no hacer las cosas a medias. Nuestra mirada global fue lo que nos diferenció. Aunque no tengamos los mismos recursos que otros, con lo poquito que tenemos intentamos hacer las cosas bien y pensar en grande.
Y Gastón reconoce que esa mentalidad es compartida entre el equipo que lo acompaña. “Todos comparten la misma cultura. Creen tanto en este sueño como yo, y eso es fundamental. Cada uno pone el cuerpo y el alma desde su lugar para que esto funcione… para demostrar que, desde Córdoba, con garra, cabeza y corazón, se puede trascender fronteras”, apunta.

“Nuestro sueño es ser la primera marca deportiva que lleve la bandera de Argentina al mundo, una marca que nació en Córdoba y que quiere inspirar a toda una generación”, agrega, y todo indica que ese momento llegará más pronto de lo que parece.