Maju Lozano visitó Mil vidas y, acompañada por Nilda Sarli, se dispuso a abrir capítulos de su historia que durante años prefirió no revisar.
La conductora habló sobre cómo la salud mental de su papá marcó su infancia y moldeó para siempre su manera de entender a la familia.
“Y ahora, con mucha terapia encima, uno tiene una mirada más tierna con los padres”, reconoció. “Más comprensiva, más... viste que hay un momento donde uno critica mucho a su mamá, a su papá”, añadió.
“Mi papá era bipolar”, dijo sin vueltas. “Así que fue una infancia bastante cruda en ese aspecto, sobre todo porque en ese momento se sabía muy poco. Fue una vida muy atormentada por sus crisis y sus internaciones largas, sus curas de sueño. Fue bastante complejo en ese aspecto”.
“Mi mamá me decía: ‘Papá está enfermo’. Enfermo, ¿qué? Porque para mí era un señor que se sacaba, rompía todo, te cagaba a trompadas, qué sé yo”, profundizó, con crudeza.
Entre una carcajada y la ironía, sumó: “Había muchas cosas muy fuertes y me costaba entender que eso era un papá. Yo quiero un papá que haga asados”.
El diagnóstico, psicótico maníaco depresivo, era un peso sobre toda la familia. “En ese momento se sabía muy poco”, insistió Maju.
Con los años, y mucho trabajo en terapia, Maju pudo sanar. “Laburé mucho para poder comprender a mi mamá y poder comprender a mi viejo y poder entender que mi papá era un todo, que no era solo un papá enfermo... Como saber leer los matices que tenía mi papá y aceptarlo”, confesó.
Y agregó: “A mí me costó mucho laburo aceptar a mi papá, aceptar que el papá que me había tocado era un papá enfermo, sobre todo cuando tiene que ver con la salud mental y eso, que no es palpable”.
“Si yo heredé algo de mi papá, entonces también heredo la locura, ¿viste? Es como una alarma”, se sinceró.
Durante mucho tiempo, se resistió a cualquier semejanza. “No quería parecerme a mi papá... Yo decía: ‘No soy igual a papá, porque papá está loco’”, recordó.
Hoy, el vínculo está resignificado. “Creo que mi humor tiene que ver con él. Lo tengo intacto. De hecho, muchas veces me encuentro diciendo cosas o haciendo chistes y digo: ‘Mi papá...’”, resaltó.
Entonces, Lozano aseguró que en todo ese proceso, su mamá fue su pilar. “Mi vieja era una persona alucinante... bailarina, muy perseverante, siempre trabajando, tejía por encargo, tenía una mercería. Siempre estaba haciendo cosas”.
Recordó también los últimos años de su vida, atravesados por la enfermedad. “Se transformó casi en un bebé”, dijo.
“Cuando murió mi mamá, encontré un montón de cosas que guardaba, desde la primera nota que me hicieron. Todo guardado en carpetas por año, todos los programas de las obras, todo”, expresó, con ternura.
Con la voz quebrada, continuó: “Fue una gran compañera de vida, mi mamá. No hay edad para perder una mamá. Yo sigo necesitando a mi mamá como cuando tenía seis o siete años, de otra manera, pero igual”.
Y concluyó: “Uno extraña siempre a la madre”.
