Las famosas “vueltas de la vida” a veces existen, son palpables y tienen fecha y hora precisa. Año 1977, en la sala de teatro Martín Coronado de San Martín. Un jovencísimo Gabriel Goity fue a ver con su abuelo la obra de teatro El Cyrano de Bergerac. Para aquel pibe, eso fue una epifanía total.
“Absolutamente, sin lugar a duda. Yo me metí a estudiar teatro por Cyrano. Después, estudiando teatro me encariñé con el hecho de ser actor, pero cuando salimos con mi abuelo le dije, ‘Quiero ser Cyrano’”.
Le llevó un tiempo, pero increíblemente el destino le permitió a aquel niño llegar a interpretar aquel personaje que lo había fascinado.
Es que “el Puma” Goity va a estar protagonizando lo que asoma como uno de los grandes eventos teatrales del año en la cartelera local.
Se trata lógicamente de la obra Cyrano, una versión con una producción enorme que subirá a escena al Teatro del Libertador, del 14 al 17 de agosto.
Ya lejos de aquel niño embelesado con una historia clásica, Goity llega consagrado como uno de los actores más versátiles, eficaces y queridos de la escena nacional.
Sin embargo, su destino estuvo en algún punto cerca de haber sido otro. Le llevó un tiempo terminar de animarse a apostar por la actuación como sustento y modo de vida. “De alguna manera no me animaba. No es que vengo de una familia de actores ni mucho menos. Pasaron los años, iba fracasando en tantos lados… en los cursos de ingresos de Medicina, Abogacía, Guardia Parque... ¡Marino Mercante quise ser también!. Me gustaba el hecho de tomarme un barco e irme al ocote, ¿viste?”, dice con su verborragia simpática y atolondrada.
Pero ese deseo de entregarse a la mar chocó de bruces contra su falta de talento para la Matemática. Ahí empezó a entender que su barco era otro. “Fue un antes y un después cuando di el examen de ingreso en la Escuela Nacional de Arte Dramático, enfrentarme con ese jurado de profesores y demás. Ya estando ahí yo dije, ”Uy, ¡cómo me gusta esto!”.
Eso fue en 1980. Se habían presentado unos 1000 aspirantes y sólo iban a quedar 300. “Fue la gloria para mí, que me hayan elegido por mis medios. Fue una alegría tan grande, tan grande, que sentí un ‘llegué’” (risas).
Después de eso, el Puma recuerda un asado familiar de un domingo donde él les comunicó a todos que había entrado a la escuela de teatro. “¡Se generó un silencio!... ‘Ah, mirá… ¿Y qué vas a hacer además?’, me dijeron. Me acuerdo que una tía con mucho amor me dijo ‘bueno, mirá si algún día llegás’, y una cosa que me salió del alma, yo que tenía 20 años, le dije, ‘Tía, quedate tranquila que ya llegué, voy a hacer lo que me gusta. Al fin encontré algo de lo que estoy totalmente enamorado, feliz y voy para adelante. Llegué’”.
Sus aspiraciones en aquel momento no eran grandes. Él quería “tener algún laburito y hacer teatro a la noche”, pero después la profesión le dio mucho más. “Uno llega cuando hacés algo que te gusta, te sirve, te nutre y después no depende de vos si vas a ser famoso o no famoso. Ser famoso y ser actor son dos cosas totalmente distintas”.

“Cyrano”, un suceso
Cyrano lleva casi dos años en cartel, con un suceso inusitado, más aún tratándose de un clásico. Basada en el clásico de Edmond Rostand, cuenta la historia de amor de Cyrano de Bergerac, un poeta valiente y sentimental, aunque acomplejado por su gran nariz, que se enamora de Roxane y la ayuda a conquistar a través de cartas escritas por él mismo.
La obra rompió prejuicios cuando la llevaron a Mar del Plata donde además de ser un éxito en la taquilla, arrasaron con los premios. “El argentino es teatrero, tenemos cultura teatral nosotros, pero incorporar gente es lo más glorioso. Lo que yo trato de pregonar con todo respeto y humildad, es que si vos ves un clásico y te aburrís, no es culpa del clásico, es que lo hacen mal. ¿Por qué es un clásico? Porque es una obra popular, que fue escrita para que vos te conmuevas, para que pienses, reflexiones, pases por diferentes estados. Entonces, hay que estar a la altura de ese espectáculo”, explica con firmeza y convicción el actor.
“Reventamos Mar de Plata con un clásico. En total, llevamos 170 mil personas desde que empezamos. La gente quiere ver cosas buenas: una buena comedia, un buen drama, vos tenés que ofrecerle excelencia. No subestimamos a la gente, y gracias a Dios nos fue muy bien”.

Cuando salió la chance de hacer una gira nacional, la exigencia de Goity fue hacerlo con la misma puesta que en Buenos Aires. Así, llegará al Libertador con 30 artistas en escena, y un equipo en total de 56 personas.
“Dije, ‘o salimos todos o no salimos nada´, vamos a apostar. Yo me la juego artísticamente, ustedes jueguen también. Confiemos en esto”, revela entusiasmado.
Los recuerdos del “Puma” Goity con Córdoba son muchos y variados. Desde cuando jugaba al rugby, (“siempre me rompieron el or... acá, me fue muy mal”), hasta sus aventuras como actor independiente. “Hasta he pasado la gorra acá en la peatonal”, rememora.
Ahora, llegará para encabezar la puesta ni más ni menos que en el coliseo mayor de la ciudad. Las funciones serán del 14 al 17 de agosto, pero antes, el día 13 de agosto, habrá un ensayo general abierto al público, con entrada gratuita.
“Lo probamos en Rosario y fue buenísimo. No quiere decir que van a ver el espectáculo completo. Ese es el ensayo, lo que sería futbolísticamente hablando, que me encanta hacer analogía con el fútbol porque soy un jugador de fútbol frustrado, como el reconocimiento del estadio, si usamos tapones cortos, el campo de juego, ponemos los conos y pasamos alguna que otra escena. Es para ver la trastienda, que también es muy interesante, incluso para el que tiene entrada también después para la función”.
De cuando fue basurero en Nueva York
“El Puma”, que pasó por el streaming La Voz en Vivo, es de esas personas que, además de que en su vida le ocurren cosas extraordinarias, tiene también el don de ser un contador de anécdotas brillante.
Y hablando precisamente de pasadas previas de obras de teatro, rescata una vieja historia increíble.
Todo se dio en un momento de su vida en que trabajó como basurero en Nueva York, allá por el año 1991. ¿Basurero? “Sí... garbage man… si querés decirle (risas). No tenía mucha posibilidad de decir, ‘Déjame analizarlo a ver si lo tomó al laburo’… tenía un hambre, estaba desesperado”.

Él trabajaba junto a un grupo de ecuatorianos, y un día fueron contratados para limpiar una zona en la Gran Manzana. “Así que conocí Nueva York juntando basura… y estábamos ahí en la zona de la octava y la 42, creo que era al lado del teatro Majestic, y en un momento sale un tipo y nos empieza a hablar. ¡Nosotros pensamos que era la policía de inmigración!. Y nos dice, ‘No, tranquilos, acá estamos haciendo un ensayo y si les interesa, en una hora vamos a hacer una pasada de la obra. Nos gustaría si quieren pasar a verla y nos dan su opinión’”.
Por supuesto que “el Puma” insistió para entrar. Fueron solo 8 los afortunados que tuvieron la suerte de ver esa pasada. “¿Sabés qué me vi? Estaba la Old Big Company haciendo El mercader de Venecia ¡con Dustin Hoffman! Yo dije, ‘No me lo va a creer nadie a esto’. Bueno, eso fue lo mejor que me pasó en Nueva York, después todo lo demás un desastre" (risas).
–Te cambio el tema. ¿Cómo estás viviendo este presente del arte, del cine argentino, tras el virtual cierre del Incaa?
–El cine está totalmente abandonado. Se equivocan muchos con esto de ‘es con la nuestra’. El cine es embajador de un país, amigo. A nosotros nos conocen por el cine. Es un tema cultural, esto es lo que tienen que entender algunos ignorantes. Uno conoce a los países por el cine, y abandonarlo de esta manera no está bueno. Entonces estamos más que agradecidos con que Córdoba busque ese lugar, que haya toda una movida en torno a nuestra industria cinematográfica.
–¿Es posible hacer cine sin el Estado?
–Sí es posible sin el Estado para los consagrados, digamos, pero el Estado y el Incaa justamente están para los que no son tan consagrados y porque no todo tiene que ser comercial. No todo tiene que apuntar a meter tres millones de espectadores. No todos están en condiciones de competir. Hay mucho talento que después se convierten en competitivos, pero el talento que recién empieza necesita una ayuda.
–¿Y qué modelo creés que funcionaría?
–No sé, pero tiene que funcionar, tiene que haber un apoyo para el cine, porque el cine necesita el apoyo, no es como el teatro. Yo el teatro lo armo en cualquier lado: yo me saco acá la remera y hacemos teatro. Por eso te digo, ojo con el teatro porque no tenemos excusa. No lloremos con el tema del teatro porque no hay excusa. Teatro, hacelo. En el cine, materialmente necesitás el apoyo porque es muy caro. Necesitas una decisión política en función de esto: que sea un embajador.
Para ver
Cyrano. Con Gabriel “Puma” Goity, Fernando Lupiz, Pedro Ferraro, Daniel Miglioranza, Larry de Clay, Pablo Palavecino y más. Precios: platea, $ 60.000; Cazuela, 45.000; Tertulia, $ 40.000; Paraíso, $ 35.000; Palco Alto Completo, $ 220.000 y Palco Bajo Completo, $ 240.000. A la venta en Autoentrada.