Un modelo vivo aparece misteriosamente sin vida en la Academia de Artes. Al descubrir que se trata de un crimen, el personal de la institución inicia una investigación inmediatamente. Pero las cosas no funcionan como es de esperar. Así comienza Modelo vivo muerto, la última obra de BlaBla y Compañía que mezcla policial, comedia absurda y suspenso, todo atravesado por un juego escénico donde lo ilógico se vuelve verdad.
Para conocer más sobre el detrás de escena, La Voz habló con Manu Fanego, integrante del elenco. “Estamos esperando que llegue la función, porque es un momento de la semana de conexión con lo lúdico, con la risa y con algo de lo lindo de vivir, la parte linda”, dice entre funciones desde Buenos Aires.
Y eso se siente. Modelo vivo muerto es, más que un espectáculo, un espacio compartido de juego, de absurdo, de desborde cuidado. Una celebración del teatro como encuentro, donde el público completa las escenas con su propia risa, sus asociaciones, su mirada.

Es una obra que destila humor absurdo y desparpajo escénico, poniendo al espectador frente a un enigma. Los interrogatorios avanzan entre delirios, sospechas y asociaciones libres. Todo se torna confuso y absurdo. Un delirio sostenido con tal convicción que lo ilógico se vuelve verdad escénica, y la risa, un acto de complicidad. Lo que a primera vista parece exagerado termina por desnudar lógicas del mundo artístico, educativo y social.
En ese torbellino de personajes, situaciones y ritmos inesperados, se cuela una reflexión: ¿de qué nos reímos cuando nos reímos? Manu apunta a lo que queda flotando, a esas asociaciones libres que se instalan en el imaginario compartido, a los pequeños absurdos cotidianos que todos reconocemos. “Mostrar esas jerarquías en el arte, reírnos de todo eso también afloja. Lo que más nos atraviesa es, más allá de lo que contamos, poder contarlo de una forma que nos divierta a nosotres, ahí está la cosa”.
Ese “fueguito” es el motor del grupo, una chispa lúdica que se sostiene más allá del tiempo, los formatos o los escenarios. Es lo que hace que el humor no sea solo un recurso, sino una forma de mirar —y compartir— el mundo.

Una obra para celebrar 15 años de juego
Este espectáculo llega, además, en un momento especial: los 15 años de trayectoria de la compañía. Para el grupo, esta obra marca un hito.
“Esta obra viene un poco a celebrar 15 años de carrera. Y lo que más nos motiva a continuar arriba de un escenario haciéndonos divertir entre nosotres. Es la clave que nos guía” explica el actor.
La obra es la primera con una estructura narrativa más clásica, que sintetiza algo del lenguaje en otro formato. “Antes eran pequeños números, un poco Les Luthiers, Monty Python, Todo por 2 pesos, que de alguna manera son referencias. Ahora es llegar a concretar una historia única”.
La obra no solo cierra un ciclo, abre otro. “Cerró un ciclo con la pandemia, paramos de hacer funciones –recuerda–, y la obra nos volvió a juntar. Y también, por otro lado, esto de haber madurado. Por eso lo que contamos ahora es un poco más complejo, todo eso está plasmado en la obra. Y sobre todo tratando de conservar ese fueguito de lo auténtico, algo de nosotres, de un juego. Poder conservar ese fueguito a pesar de un despliegue técnico superior, de funciones y giras, lo que se viene dando”.

Creación colectiva y barro fértil
La manera de trabajar del grupo también da pistas del resultado escénico. No hay una receta única. Cada obra y cada proceso tienen su forma.
“La creación colectiva, una forma de creación mutable, depende del momento, siempre fue tomando distintas formas. No tenemos una forma de trabajar, en este caso surge de un corto audiovisual que habíamos escrito, y que lo tomamos como puntapié y empezamos a desarrollar. Ahí estuvo Francisca Ure y Gustavo Lista, un dramaturgo amigo, y todes nosotres. Por momentos, cada une fue planteando textos y cosas de sus propios personajes, es un gran barro desde donde se van armando cosas”, cuenta Fanego.
No es menor: en el contexto actual, la risa puede ser una forma de resistencia.
“Es una caricia al alma, venimos viviendo mucha satisfacción y agradecimiento por el amor que nos da la gente todo el tiempo. Siempre hay alguien que se queda y te dice: ‘¡Qué lindo esto, qué lindo poder reírse en medio de una circunstancia tan peluda como es la realidad hoy en Argentina... y tener un espacio para reírse de las pavadas que hacen seis personas arriba de un escenario, me parece un buen ejercicio para estos tiempos’”, dice el intérprete.
Teatro, familia y viaje
En estos años, BlaBla se convirtió en algo más que un grupo artístico. Son, también, una familia extendida. Y salir de gira se vive como una mezcla de excursión y ritual compartido.
“Somos medio como Los Campanelli. Hay hijes que crecieron en el seno del grupo. Salir de gira es para nosotres una mezcla de excursión familiar con viaje de egresados. Es cansador, pero muy placentero”, revela.
La posibilidad de recorrer salas y provincias vino de la mano de una gran respuesta del público que no para de conectar con el espectáculo, devolviendo risas y ovaciones en cada presentación del grupo. La dinámica de trabajo sigue siendo la del teatro independiente, con todo lo que eso implica: autogestión, compañerismo, adaptación. Pero también libertad. Y una comunidad que se expande con cada función.
“Conocer gente en cada lugar, ver cómo se copan, cómo conectan... como no lo entiendo a eso, eso me sigue resultando alucinante”, dice.
–¿Por qué creen que la obra conecta tan bien con el público?
–Creo que es porque reflejamos lo que nos pasa. Confundirte un diploma con un título, por ejemplo… ¿es necesario un título para una carrera artística? No sé. Jugamos con esas asociaciones que todos vivimos. No tiene un señalamiento afilado. Va saliendo. Y si algo nos produce algo, queda.
Eso queda también en quien va a ver la obra: la sensación de haber sido parte de un código compartido, de un juego colectivo, de una escena donde la risa es más que un chiste: es una manera de estar juntos.
Ficha técnica artística
Intérpretes: Manu Fanego, Julián Doregger, Sebastián Furman, Pablo Fusco, Julian Lucero, Tincho Lups, Carola Oyarbide. Diseño de vestuario: Sandra Szwarcberg. Diseño de escenografía: Sol Soto. Diseño de luces: Gustavo Lista, Adrián Ruiz. Redes sociales: Diego Bocha Fernández. Colaboración coreográfica: Jorge Thefs. Diseñográfico: Manu Fanego, Diego Bocha Fernandez, Patricio Vegezzi. Música: Sebastián Furman. Dirección: Francisca Ure. Colaboración en dramaturgia: Gustavo Lista. Dramaturgia: Creación colectiva. Producción y asistencia: Maribel Villarosa. Duración: 90 minutos.
Para ver
Viernes 25 de abril, a las 21 y a las 23, en Sala Mayor Ciudad de Las Artes. Entradas agotadas. Sábado 26 de abril, Teatro Villa Dolores. Entradas aquí.