Detrás de Calor está también la historia de Blick, que este año cumplió dos décadas de recorrido entre la danza y la performance. Hace nueve años abrieron su propio espacio en el pasaje Pérez, el ya conocido pasaje de los teatros, y desde entonces esa sala funciona como un punto de encuentro para la escena independiente, donde conviven funciones, las llamadas Ferias de Obras Hermosas, festivales, entrenamientos y procesos de creación.
Blick mantiene viva una comunidad artística interesada en cruces de lenguajes, estéticas e investigación.
Con la compañía Oscuro Laboratorio Escénico surge un ecosistema para la experimentación, el deseo y la creación.
Sus producciones van mutando, como por ejemplo Feroz (2017), La nieta más Putx (2018), Babel (2019), Imposible (2023). Todas ellas son la génesis determinante para Calor, una lectura lorquiana filtrada por la corporalidad, por la intensidad del presente y por una poética que entiende la escena como un hábitat.
Federico García Lorca desarrolló su obra entre las primeras décadas del siglo 20, hasta que su vida terminó abruptamente en 1936, cuando fue fusilado al comienzo de la guerra civil española.
Su cuerpo nunca fue hallado y se presume que yace en una fosa común. Es un autor atravesado por disputas simbólicas: amado, discutido, manipulado, pero siempre vivo en la conversación cultural.

En la puesta dirigida por Facundo Domínguez, podríamos creer que el poeta y escritor español está dirigiendo frente a nuestros ojos sus obras, que incluso se enamora de uno de los actores y que también interpreta algunos personajes.
Desde el pasado al presente, desde lo rural a lo urbano, así, las alteraciones y transformaciones de esta puesta son tantas como atractivas e inquietantes.
La obra nos sumerge en un recorrido onírico por El público, Bodas de sangre, Yerma, Doña Rosita la soltera y La casa de Bernarda Alba. La lógica es la del sueño: aparecen imágenes, irrumpen personajes, máscaras, muñecos, canciones.
Brotan movimientos que no necesitan explicación porque lo que sostienen es una experiencia sensorial y el enorme imaginario lorquiano. Calor no ilustra los textos, los hace arder y el deseo, la violencia, el amor y la pérdida se expanden.
Las decisiones de dirección confían en los cuerpos como principal medio expresivo. El elenco, entre coro, individualidades y un cuerpo colectivo que respira como unidad, sostiene una entrega física notable: acciones en espejo, simetrías que se rompen, repetición, estallidos de movimiento, voces que recitan, cantan y danzan.
Pero lo que realmente empieza a abrir la pieza es otra cosa. La obra aparece en diálogo con apropiaciones contemporáneas de Lorca, feministas, queer, performáticas. De alguna manera, logra estimular nuevas ideas sobre las masculinidades.
Es interesante que un elenco íntegramente conformado por varones explore libremente los textos de García Lorca. Se percibe el trabajo puntilloso y dedicado de los actores. Funcionan como una membrana que respira al unísono y eso ha requerido paciencia, una mirada capaz de ir curando todas estas imágenes y momentos de una manera amorosa.
El legado lorquiano
Lorca todavía tiene mucho para decirnos y, en este sentido, la obra toma su legado, si es posible pensarlo así. Imaginemos, ¿qué le hubiera gustado a Federico estar haciendo hoy?
Aquí se propone una estética propia, sostenida en un ritual de larga duración (más de dos horas que pasan con sorprendente fluidez). El trabajo con la música y el humor provoca risas cómplices que nos aúna en recuerdos no tan lejanos.
Hay algo profundamente comunitario en esta versión: pareciera dirigida a espectadores conocedores del universo lorquiano, pero la energía del montaje, salvaje y poética, la vuelve accesible para cualquier público.
En un momento donde las relecturas de clásicos abundan, Calor aporta un gesto singular: entender que la escena no necesita repetir lo escrito, sino activar aquello latente. Hay ruptura y exploración.
Lorca, en esta versión, no es homenaje: es temperatura. Y en ese estado, su obra sigue ardiendo. Calor sube la temperatura a través del erotismo, la belleza y la tragedia.
Para ver Calor
Sábados 29 de noviembre a las 21 en la sala Espacio Blick, Pasaje Agustín Pérez 11, Pasaje de los teatros, ex Mercado de Abasto. Entradas: www.antesala.com o 2664 56-0119.
Ficha
En escena: Gonzalo Parejas, Rodrigo Angelone, Alejo Ruiz Michiavilla, Marcos García, Andres Malakkián, Pablo Muñoz y Gonzalo Leguizamón. Asistencia de dirección: Belén Escobar. Diseño escenográfico, lumínico y vestuario: Facundo Domínguez. Dirección y puesta en escena: Facundo Domínguez. Compañía: Oscuro Laboratorio Escénico.


























