El estreno de La sustancia, segunda película de Coralie Fargeat, es para celebrarlo porque no es habitual ver algo así en las salas comerciales y porque hay un claro amor a los géneros, subgéneros y tradiciones cinematográficas que aborda y homenajea, y porque tiene a dos actrices que entregan todo: Demi Moore y Margaret Qualley.
Ahora bien, hay decisiones que pueden hacer sentir un poco traicionados a quienes se entusiasmaron con su primera película, Revenge (2017), favorecida por su espíritu exploitation, por su efectividad juguetona y por el asombroso desempeño de su protagonista: Matilda Lutz.
En La sustancia, en cambio, hay algunas cuestiones que no convencen, aunque Fargeat no se olvida del desenfado bizarro y de la fiesta gore que supo entregar en su opera prima, a los que les suma los elementos del body horror y de las libertades de la clase B más pegajosa y salvaje.
El problema es que apela permanentemente a lo solemne, a lo prolijo, a la fotografía reluciente, quitándole la roña de las películas y de los directores que cita, desde David Cronenberg hasta Frank Henenlotter, pasando por Brian Yuzna, Stuart Gordon y, por supuesto, Stanley Kubrick (quien no tiene nada que ver con los anteriores).
Sin embargo, Fargeat intenta bucear en la cinefilia del siglo 20 para hacer la suya, y ese es su gran mérito, porque nos introduce en un mundo de películas monstruosas y deformes. Y lo logra principalmente gracias a las protagonistas y al secundario caricaturesco interpretado por Dennis Quaid.
No conviene adelantar demasiado, salvo decir que la protagonista es Elisabeth Sparkle (Moore), estrella de un programa de aeróbic entrada en años que por fin consigue su placa en el paseo de la fama, pero que es despedida por su jefe (Quaid) porque la considera vieja para continuar en la televisión (acaba de cumplir 50 años).
Cuando regresa a su casa, Sparkle ve la publicidad de un misterioso laboratorio que ofrece una sustancia que saca (literalmente) la mejor versión de quien se la inyecte, generando una persona más joven, más bella, más perfecta. Sólo hay que seguir los pasos y respetar las instrucciones, sin olvidar que siempre se es una sola persona.
Lo que sigue es la excusa para que Fargeat ponga en funcionamiento los códigos del body horror y para que juegue con una protagonista y un villano que es ella misma, creando situaciones que, si bien son referencias a filmes icónicos del subgénero (como La mosca), sorprenden por los efectos especiales y por cómo se las ingenia para meter una suerte de alegato en contra del deseo de la eterna juventud.
Dos modelos de puesta en escena diametralmente opuestos conviven en La sustancia: el de Kubrick y el de Cronenberg. Uno se impone en la primera hora (el de Kubrick), con esos planos ampulosos y geométricos a lo El resplandor, con primeros planos pulcros y planos detalle quirúrgicos a los traseros de las actrices, quienes comparten varias escenas desnudas.
La decisión “Kubrick” va con el mundo frío, vacío y desalmado que representa Sue (Qualley), la versión joven y bella de Elisabeth. Sin embargo, su fuerte está en la segunda mitad, cuando emerge el modelo Cronenberg, porque ahí la película pasa a ser una verdadera body horror y recupera su espíritu clase B.
Cuando Fargeat les da protagonismo a los monstruos y rienda suelta al splatter, la película gana. Y, si bien no dice nada nuevo sobre el nocivo deseo de la eterna juventud, el resultado es positivo porque se toma libertades que la mayoría no se anima a tomar.
Para ver “La sustancia”
The Substance, Reino Unido, 2024. Drama, terror. Guion y dirección: Coralie Fargeat. Elenco: Demi Moore, Margaret Qualley, Dennis Quaid, Hugo Diego Garcia, Oscar Lesage, Philip Schurer, Alexandra Barton, Joseph Balderrama, Tiffany Hofstetter, Gore Abrams y Oscar Salem. Fotografía: Benjamin Kracun. Música: Raffertie. Duración: 140 minutos. Apta para mayores de 16 años (con reservas). En cines.
