En una entrevista de 1982, el filósofo Michel Foucault dijo al pasar: “En la vida y en el trabajo lo más interesante es convertirse en algo que no se era al principio. Si supiera al empezar un libro lo que iba a decir al final, ¿cree usted que tendría el valor para escribirlo? Lo que es verdad para la escritura y para la relación amorosa, también es verdad para la vida. El juego merece la pena en la medida en que no se sabe cómo va a terminar”.
La cita puede ser extensa, pero glosa perfectamente lo que Constanza Niscovolos consigue entrever con su cámara del período biográfico de quien considera amiga y maestra, la extraordinaria fotógrafa Adriana Lestido. El instante de la filmación es el de una crisálida. Lestido experimenta abiertamente una mutación.
La historia personal de Lestido se cuenta en fragmentos. Se aportan datos significativos, que apenas se enuncian y tienen un desarrollo breve y preciso. Dos veces estuvo casada, quiso tener hijos y no pudo, militó en los 70, siguiendo el compromiso de quien fue su primer esposo (desaparecido). Empezó joven como fotógrafa, y comprendió en el ejercicio de su oficio el deseo de narrar a través de las fotos.
En un encuentro internacional de fotógrafos, en 1989, la palabra de un colega consagrado como Fred Ritchin esclareció su trabajo: una serie de fotos puede fabricar una narración.
Clarividencia de aquel entonces: la naturaleza inmóvil de una fotografía puede sortear su condición de corte definitivo sobre lo que existe en un instante. El montaje no se circunscribe al cine; la relación entre fotos bajo un motivo común contiene el despliegue del tiempo.
Los momentos en que Lestido habla mirando a cámara son pocos y austeros, y tienen como contrapunto escenas de la cotidianidad de la casa cerca del mar, que está a punto de abandonar. Es el escenario central de la película.
Las anécdotas que matizan el retrato pueden ser motivos de una revelación inesperada, como también los detalles dispersos que adicionan información sobre cómo trabaja Lestido y cómo su sensibilidad ha sido forjada.
¿Qué importancia tiene para su obra lo que cuenta sobre el rodaje de El sacrificio? ¿Qué puede haberle interesado en particular de Vida y destino, el inolvidable libro de Vasili Grossman que Lestido lee en la siesta? ¿Por qué tiene un retrato de James Stewart? Para los fotógrafos hay un develamiento de su método que resulta pedagógico. Conversar y grabar conversaciones, incluso transcribirlas y dárselas a las futuras retratadas. ¿Es este el secreto de la contundencia de las fotos que hizo con mujeres detenidas?
Niscovolos elige muy bien los momentos para mostrar algunas fotos de distintas series. Algunas de “Madres e hijas” y “Mujeres presas”, otras de” Madres adolescentes”, algunas de “Hospital Infanto-Juvenil”. La icónica foto “Madre e hija de Plaza de Mayo” no podía faltar. La razón por la cual siempre hay mujeres y se prescinde de hombres tiene una hipotética explicación. No resulta una razón excluyente, más bien una contingencia que puede ser algo para pensar.
En la película también faltan hombres, excepto por una cena en la casa de Mar de Las Pampas. Juan Forn y Guillermo Saccomanno visitan a Lestido. Son sus vecinos marítimos. En la cena, Lestido cuenta una escena ominosa de la magnífica Grizzly Man de Werner Herzog. Los escritores no la han visto. Forn suelta un comentario humorístico. Verlo con vida es uno de los regalos de Niscovolos. Los otros hombres son todavía más secundarios. Simplemente sucede así, y sintonizan con los retratos de la fotógrafa.
El momento del rodaje coincide con un estadio nuevo para la fotógrafa. La serie de fotografías conocida como “Antártida negra” ha modificado su perspectiva. La vastedad de una geografía había incidido en algo que alcanza a formularse en el epílogo.
Es el descubrimiento de un nuevo deseo: hacer cine, o componer “fotografías que se mueven y suenan”. Cuando en el 2022 Lestido estrenó Errante. La conquista del hogar, resultó ostensible que el cine había encontrado a una nueva representante. Sin decirlo, Niscovolos también retrata a una cineasta.
En verdad, no importa clasificar qué realiza específicamente la retratada. Puede escribir, filmar, pintar, dibujar, fotografiar, o dar clases de todo lo que implique ver y plasmar lo visto. Lo que elija será siempre una forma de conocimiento al servicio de la curiosidad.
Para ver Yo y la que fui
Argentina, 2025, DCP, 69’, ATP. Documental dirigido por Constanza Niscovolos.