A favor: No los va a defraudar
Noelia Maldonado
Chespirito: Sin querer queriendo, la serie que estrenó en Max hace pocas semanas (y cuyo tercer capítulo acaba de ver la luz), es una buena parábola para tratar de entender a la persona detrás del genio.
Florinda Meza, actriz y pareja de Roberto Gómez Bolaños por más de 30 años, dijo días atrás en sus redes que la serie “es un cuento, puede ser bonito, incluso divertido, pero no es su biografía”. Y seguramente tenga razón.
Si hay algo que se le puede cuestionar a Chespirito: Sin querer queriendo es que se nota que tiene mucha ficción como parte de la trama (tal como advierte el cartel de “basado en hechos reales”).
Tanta, que cuesta saber qué fue verdad y qué es creación del guionista Roberto Gómez Fernández.
A pesar de eso (y de algunas marañas temporales que confunden en la trama), la bioserie es entretenida porque siempre es bueno mirar por la cerradura de una puerta y ver qué le pasaba a aquellas personas que daban vida a personajes icónicos.
Además, la ficción tiene un muy buen trabajo de casting: uno ve a los intérpretes actuales y está viendo prácticamente a los actores originales. También tiene un excelente trabajo de producción (léase vestuario, maquillaje, escenografía) para recrear más de medio siglo de historia porque la historia arranca contando los años 30 y recorre todo el camino del héroe.
¿De dónde surgieron frases como “síganme los buenos”; “Fue sin querer queriendo” o “No contaban con mi astucia”? La serie de Chespirito ensaya a modo de juego aquellos orígenes creativos y, aunque algunos parecen un tanto naif, permiten acrecentar el mito de la figura.
En suma, Chespirito: Sin querer queriendo es una buena oportunidad para volver sobre nuestro archivo emocional y recordar aquella ficción que vimos hasta el hartazgo e intentar sorprendernos como cuando nos sorprendimos porque El Chavo llegó a Acapulco.
En contra: Es que no le tengo paciencia
Nicolás Lencinas
Roberto Gómez Bolaños es sinónimo de risa: quienes nacimos en los ‘80, ‘90 y 2000 crecimos acompañados de sus entrañables personajes.
En esta parte de Latinoamérica, el que más disfrutamos fue El Chavo del 8: la vecindad nos sacó carcajadas durante años, y recordar a Bolaños es refugiarse un rato en su genialidad para el humor.
Por ahora, la bioserie Chespirito: Sin querer queriendo se enfoca en recorrer su vida antes de llegar al estrellato. Así, vemos varios tintes dramáticos: su etapa como obrero antes de dedicarse al arte, su contexto familiar y luego su matrimonio, con seis hijos incluidos.
De manera confusa y sin ritmo, los episodios muestran fragmentos de cada situación, y todo se vuelve una ensalada de escenas con poca claridad.
Además, de la nada, se presenta como punto de partida el viaje a Acapulco en 1978 con el elenco de El Chavo.
¿Cómo llegamos hasta allí? Solo quien es fan sabe que en ese viaje se pudrió todo con los compañeros de Chespirito y que la vecindad se vino abajo por cuestiones amorosas y de egos.
Hasta el momento, sólo conocemos algunas interacciones con sus compañeros de humor: su dupla al inicio con Rubén Aguirre (Profesor Jirafales) y algunos cameos de Don Ramón, Quico, Doña Florinda y María Antonieta de las Nieves. Todo suelto y con poco contexto.
La serie se detiene bastante en su personalidad creativa y amable, sobre todo con su familia. Pero, hacia el final, termina presentando a un personaje soberbio, ambicioso y sin lealtad. Todo ocurre de una escena a otra, sin mostrar cómo se volvió así.
Sin dudas, las mejores escenas son aquellas en las que Chespirito comienza a crear sus personajes, nutriéndose de la ingenuidad de sus hijas. Esperemos que mejore, síganla los buenos.