A favor: Ternura intergaláctica
Julia Candellero
Un niño queda huérfano de padres y de repente siente que no hay nadie vivo en el planeta Tierra que lo quiera. Quedó al cuidado de su tía, una joven que intempestivamente debe ejercer el rol de madre de su sobrino, una responsabilidad con la que debe lidiar mientras atraviesa el mismo duelo e intenta mantenerse en un trabajo que le requiere una disponibilidad y compromiso no compatible con los horarios de una cuidadora full time.
En este contexto no es de extrañarse que Elio, un niño fascinado con el espacio, quiera ser abducido por un extraterrestre. Si en este mundo siente que no encuentra cariño, quizás en otro alguien lo esté esperando.
Tal y como se lee, hay mucho Disney en la manera en la que comienza a desarrollarse esta nueva propuesta de Pixar. Elio se permite jugar, experimentar, y apostar por una narrativa que se aleja de los caminos más transitados por la productora en los últimos años.
Pero, así como nos enseñan los protagonistas de esta historia, lo diferente no tiene por qué ser malo y aunque esta apuesta lleva a la pantalla una historia más sencilla, sin tantos niveles de lectura, esto no la convierte en una producción menor.
El relato no se estanca en el golpe bajo o lacrimógeno. A partir de ese punto de partida emocional, Elio despliega lo que mejor sabe hacer Pixar: construir un universo visualmente deslumbrante, lleno de criaturas fantásticas, tiernas, adorables, planetas imposibles y colores que vibran con la misma intensidad que los sentimientos por los que atraviesan a sus personajes.
La película encuentra en el espacio exterior una excusa perfecta para hablar de los vínculos, del duelo, de la identidad y, sobre todo, de lo que significa pertenecer. Elio habla un lenguaje más sencillo, pero deja un mensaje universal capaz de resonar en niños y adultos por igual: todos necesitamos ser vistos, escuchados y amados.
En contra: ¿Qué hay de nuevo, viejo?
Jesús Rubio
Para que se den una idea de lo fallida que es Elio, la nueva película de Pixar y Disney: el personaje que ahora es la tía del protagonista, en los primeros borradores iba a ser su madre. Al parecer, prefirieron dejarlo huérfano para forzar un impacto emocional que la historia, por sí sola, no logra generar.
Ese cambio parece sintomático de una película que nunca logra asentarse del todo. A diferencia de otras producciones de Pixar (como la saga Toy Story, Coco o la primera Intensa-mente), Elio carece del ingenio y la frescura que supieron distinguir al estudio, sobre todo en su primera etapa. No es solo que repite una fórmula conocida, es que lo hace sin chispa, sin ideas nuevas, sin riesgo.
Uno de los ejemplos más claros es el villano, Lord Grigon, que jamás logra imponerse como una verdadera amenaza. Los tres directores optan por darle un tono amable, casi ridículo, que termina por neutralizar cualquier intento de tensión o suspenso. Esa falta de carácter se traslada al resto de los personajes, como Glordon, el alienígena amigo de Elio, que está construido desde una ternura excesiva y una inocencia poco funcional, más decorativa que narrativa.
Y la relación entre Elio y su tía, que debería ser la clave familiar del filme, tampoco resulta convincente. Sus conflictos quedan apenas esbozados, y no alcanzan a interpelar al público adulto ni a darle profundidad al viaje del protagonista. Todo se siente blando, superficial, sin el peso dramático que Pixar suele manejar tan bien cuando está en forma.
Elio recurre una y otra vez a giros previsibles y lugares comunes que no hacen más que evidenciar lo floja que es. El resultado es una película deslucida, que se queda muy por debajo del nivel al que Pixar nos tiene (o tenía) acostumbrados.