En un momento, una representante de músicos le aconseja a la Zurda, un carismático cantante de cuarteto que todavía busca su lugar en el universo musical en el que desea destacarse: “Está bueno encontrar un estilo y defenderlo”. Es un consejo atípico, porque la lógica del éxito consiste en hacer lo conveniente, no lo que se cree. En ese pasaje veloz, lo que sucede delante de cámara es exactamente lo mismo que lo que pasa detrás: Ruiz ha erigido un estilo y lo ha defendido con películas. En ese gesto radica la consistencia de sus trabajos.
El regreso a su universo estético y conceptual vuelve más diáfano su comienzo y asimismo las películas que hizo después, incluso las que filmó con alumnos de colegios secundarios. Lo popular nunca dejó de ser la matriz de su cine, y esto propició un enfoque firme para exponer la interacción de clases en situaciones de tensión. Lo otro que siempre quiso hacer Ruiz fue traducir en planos la ciudad que habita. El espacio es una categoría clave en sus películas. Cuando se quiera percibir la ciudad de Córdoba en el período de tiempo en que él se desempeñó, sus películas devolverán una época y sus signos, con sus ritmos y prácticas, con su arquitectura y los sonidos propios de esta metrópolis.
En efecto, los primeros 15 minutos de La Zurda glosan lo mejor del cineasta. Cuatro o cinco planos contundentes de la ciudad es lo primero que se ve. En una panorámica notable irrumpe el movimiento en su interior: Yonathan, compositor y letrista del grupo “Una manga de negros”, en el que su querido amigo Zurda es el cantante, irrumpe en la quietud del plano. Alguien lo persigue. Alguien luego le lanza una advertencia y lo amenaza. Su transgresión: estar saliendo con la hija del dueño de un frigorífico, que no es precisamente un hombre virtuoso.
La aparición de Zurda viene después. Está en su hábitat artístico, allí donde se baila y se canta cuartetos. Ruiz lo presenta como es: un pibe con talento, lo suficientemente bueno para ser un galán que no reivindica el estereotipo del macho juvenil. Tras la presentación de ambos personajes, habrá otra escena posterior en la que se comparte un mismo espacio; es una secuencia ostensiblemente del gusto de Ruiz: el plano secuencia le fascina. Los amigos caminan por el barrio, discuten sobre alguna que otra cosa relacionada a sus intereses musicales mientras el territorio por el que se desplazan le pertenece a la cámara. Ruiz es un cineasta a secas, ¿quién se anima a cuestionarlo?
En La Zurda hay una desgracia que articula el relato. Los dos amigos conocerán el sentido irreparable de una muerte. También aprenderán algo que se explicita en el desenlace como filosofía social: los de abajo reciben más palizas que caricias. Escapar de la policía es parte de la trama, analizar la relación entre una oportunidad artística y la lealtad afectiva es otra inquietud que se desenvuelve a medida que La Zurda avanza hacia su desenlace. Hay algo que subyace a todo.
Ruiz no abandona un artículo de fe innegociable. De las pocas cosas que no se mancillan, la amistad es la más preciada. Pertinencia del cineasta en su estética: dos o tres veces, el paso de una escena con Zurda a otra con Yonathan se plasma a través de un fundido encadenado. El rostro de uno es el rostro del otro y viceversa. Notable. La pretérita clarividencia de Atahualpa Yupanqui cuando decía que un amigo es “uno mismo con otro cuero” no es ajena a la película. Es, en cierto sentido, la razón de su ser.
Hay varias persecuciones, momentos musicales, escenas de sexo, muertos. La relación entre todo lo descripto puede ser más o menos armoniosa, tanto respecto de la eficiencia dramática como de la amalgama de tonos y conflictos. Algunos diálogos tienen la nitidez que experimenta el oído de un ciego que trabaja sentado en la calle y presta atención al habla de los transeúntes. El filme no siempre consigue mantener alineados sus materiales, pero está vivo de punta a punta, y si es un avance, pero no aún un paso decisivo en la carrera de Ruiz, se debe a problemas que no son del orden del saber hacer, sino de lo que se necesita a veces para poder sacar provecho de lo que con tanto esmero e inteligencia se ha planificado.
La Zurda ha dejado atrás el costumbrismo heterodoxo y seductor de De caravana. Acá se prefirió acertadamente otra cosa: la dureza entrevista se siente como una amenaza real, aunque cierta prudencia refrena el sabor amargo de lo trágico, porque la última de Ruiz podría haber sido la película más oscura del cine hecho en Córdoba. Acaso esa sea la película por venir, y lleve también la firma del cineasta Rosendo Ruiz.
Ficha técnica
Argentina, 2025. Guion: Alejandro Cozza y Rosendo Ruiz. Dirección: Rosendo Ruiz. Con: Juan Cruz El Gáname, Marcio Ramsés Salas Ortuay y Alejandro Orlando. Duración: 85 minutos. Clasificación: Apta para mayores de 16 años. En Córdoba, en cines Hoyts (Patio Olmos y Nuevocentro), Gran Rex, Showcase y Cinemacenter Rivera Indarte.