En la intimidad neobarroca de la mansión del Four Seasons porteño, la ficción se mezcla con la vida real. En un set decorado para la ocasión, Lali Espósito, Vera Spinetta, Julieta Zapiola y Tamara Tenenbaum se sientan juntas, cercanas, una al lado de la otra. Las une mucho más que una serie. Las une un proyecto con pulso feminista, reflexivo, argento hasta la médula. Las une El fin del amor.
En su primera entrega, que salió a la luz el 4 de noviembre de 2022, Tamara, nacida y criada en el seno de una comunidad judía ortodoxa en Buenos Aires, deja a su pareja para rebelarse contra el concepto tradicional de las relaciones amorosas, así como lo hizo en su adolescencia con su vida religiosa. Todo en pos de descubrir otra forma de vivir, bajo otros ideales, o sin ellos.
La segunda temporada de la serie, basada en el libro homónimo de la escritora y filósofa Tamara Tenenbaum, estrenó el 16 de abril por Prime Video. Esta nueva entrega arriba a la plataforma en una argentina cuyo contexto político y social se encuentra atravesado por una discusión constante sobre la libertad, la economía, los cuerpos y las relaciones interpersonales. Y eso, como era de esperarse, resuena fuerte mucho más fuertes en lo que se presenta en los ocho capítulos, ya disponibles.
Vivir el amor en tiempos de crisis
La serie retoma el viaje de Tenenbaum, interpretada por una Lali cada vez más excepcional, sincera y visceral, quien, como ya se estableció, en los primeros 10 episodios escapó de la monogamia y del mandato heteronormado para buscar nuevas formas de amar. Pero esa búsqueda, como la vida misma, está lejos de ser un camino lineal y es, más bien, una montaña rusa cargada de emociones antagónicas.
“Hay algo que le pasa a Tamara que es muy importante: a veces, hay que volver al pasado para reafirmar el presente”, soltó Espósito durante la entrevista con La Voz. “Ella necesita volver a repasar su historia, o las circunstancias la llevan a repasar su historia. Se le presenta un amor que es todo lo contrario al del que se había desprendido. Tiene que volver atrás para seguir reafirmando esa búsqueda en la que está”, apuntó la protagonista sobre lo que atraviesa su personaje en esta segunda entrega.

En esta continuación de la serie, la narrativa no solo profundiza en la intimidad de su trío protagónico, sino que dialoga (quizás sin querer, porque la serie se grabó antes de la crisis social de finales del 2023) con el afuera, con un país en el que la palabra “libertad” se usa sin pudor, con sentidos contradictorios, que varían según quién la pronuncie.
Sobre que el estreno haya ocurrido en 2025, las actrices apuntan a una especie de sincronicidad. “A veces, uno tiene que esperar mucho tiempo para que las series que hizo salgan; y en este caso, lo agradecemos bastante”, aseguró Espósito.
Julieta Zapiola, a su tiempo, agregó: “Lo festejamos. Estamos contentas de que salga ahora. Lali decía que todo contenido sale en un momento determinado por algún motivo y me parece que, que se muestre y de la manera que profundiza esta serie esas búsquedas, esas identidades, es muy importante, en este momento y siempre”.
Lali retomó la idea planteada por su compañera y subrayó el valor del arte como espacio de conversación social. “En un trabajo como el que nosotras hacemos, que hacen los músicos, que hace un pintor, que hace cualquier persona cuyo trabajo está relacionado directamente con la emocionalidad, se agradece mucho cuando esa pieza de la que participó viene a generar conversación”, profundizó.
Asimismo, la también cantante, destacó que tanto ella como sus colegas consideran que la serie es necesaria y que el público se sentirá abrazado por tener una representación en el mainstream.
Mostrar lo real, no lo ideal
Quizás una de las claves del éxito de El fin del amor es su capacidad para retratar la vida cotidiana sin idealizaciones. En sus episodios no predominan los cuerpos hegemónicos como norma ni los vínculos perfectos. Hay personajes que no llegan a fin de mes, que no pueden pagar el alquiler, que tienen padres imperfectos y trabajos mal pagos. Y eso, según su creadora Tamara Tenenbaum, no es casual.
“A nosotros nos encanta el tema de las expensas, ¿viste? Es un gran tema, siempre. El alquiler, las expensas… siempre vuelve… Para mí, era muy importante”, dijo entre risas. Y luego, en un tono más serio, amplió: “Como guionista, una cosa que me molesta mucho es cómo están puestos los trabajos de la gente en la tele. No lo soporto. No existe el concepto de oficina. Una oficina es una redacción o una empresa que vende algo, no eso genérico que muestran. No soporto esas oficinas que no se entiende qué son, donde la gente lleva y trae carpetas. Me obsesiona que no existe el concepto de oficina”.
Tenenbaum y Erika Halvorsen —la otra guionista de la serie— se propusieron construir un universo tangible y allí no hay lugar para, como lo llamó la escritora, “la glamurización del trabajo”. “Tamara es periodista, pero, obviamente, no es Carrie Bradshaw. Entonces, cuando empezamos con Erika a pensar en este universo de Tamara, nos gustaba poner esto de que la pega con el libro, pero en el capítulo tres, cuatro o cinco, en algún momento, tiene que volver al diario a pedir trabajo porque el libro no le termina de dar de comer. Contar cómo es la vida del escritor en América latina (...), que tenés que tener mil laburos para juntar la plata. Ver esas cosas en la tele, es lindo. Esa sensación de que no es una ficción donde todos tienen departamentazos, trabajos que no se entienden... para eso están las redes sociales”, completó.
Esa honestidad bruta también se puede ver transladada en la serie al plano de lo afectivo. Las relaciones, a lo largo de los capítulos, no están romantizadas ni mucho menos idealizadas. Son confusas, contradictorias, caprichosas, caóticas, como muchas de las que todos pueden tener en sus propias vidas.

Una Buenos Aires que sí reconocemos
Para quienes consumen ficción local, muchas veces cuesta encontrar una representación que se parezca a lo cotidiano, y uno puede pensar que, al tratarse de ficción, eso está bien, y en parte es cierto. La ficción puede ser un escape, pero también puede ser un espejo, y en un mar de series que intentan imitar el estilo hollywoodense o apuestan a un tono más aspiracional, El fin del amor planta bandera en la realidad. Esa realidad que incluye contratos basura, maternidades no deseadas o dificultosas, soledades agudas y amigos que son refugio; y lo hace retratando una Buenos Aires auténtica, con sus calles llenas de gente, con bares reales, con personas que podrían ser amigos, compañeros de trabajo, o bien uno mismo.
Esa “argentinidad” de la serie es lo que más emocionó a Lali. “Eso es de lo que más me erotiza de El fin del amor. No es ni costumbrismo porque, de hecho, esa palabra no entra. Son personas... personas que tienen sus laburos, que tienen sus familias, que tienen sus contradicciones, que tienen su jarana, que tienen sus dolores y que tienen vidas de verdad, ¿no?“, destacó.
Y agregó: “Se muestra este Buenos Aires no tan filmado, no tan visto en el mainstream. Estos bares, estos lugares donde están las personas que frecuentamos en nuestras vidas. Todo eso está, y eso vuelve muy valiosa a la serie”.
Feminismo en clave pop: un nuevo lenguaje para nuevas generaciones
Uno de los grandes logros de El fin del amor es la facilidad con la que se traducen debates complejos en un lenguaje pop, accesible para todos, sin perder profundidad. En la pantalla conviven el judaísmo ortodoxo y la cultura de las apps de citas, la maternidad, la precarización laboral, las familias disfuncionales, y la amistad femenina como trinchera.

La segunda temporada recupera esa complejidad, y la lleva un paso más allá. Muestra cómo, entre tanta libertad proclamada, también puede aparecer la pérdida de sentido, el mareo emocional, la falta de herramientas. Todo esto a través de la contradicción y la vulnerabilidad de sus personajes que, como cualquiera sobre esta tierra, están buscando algo parecido a la verdad o, al menos, un poco de paz.
El fin del amor llegó a Prime Video en un momento sociocultural complejo en el que se está llevando a cabo un intenso y polarizado debate sobre muchas de las conquistas simbólicas que los feminismos lograron en los últimos años.
Mientras el discurso oficial banaliza y corroe el concepto de libertad, la serie propone una libertad con raíces, con historia, con cuerpo. Así, los capítulos se disponen ante el público como un oasis honesto, profundo y necesario, para recordar que no hay fórmulas mágicas y, sobretodo, que la libertad no es un eslogan, sino una construcción viva, en constante movimiento y evolución que se va adaptando a las circunstancias cambiantes de la sociedad, la historia y las experiencias individuales.
Para ver
Los ocho capítulos de la segunda temporada de El fin del amor ya se encuentran disponibles para ver en la plataforma de Amazon Prime Video.