El octavo y último capítulo de la segunda temporada de La casa del dragón estrenó este domingo y dejó en suspenso aquello que se ha venido cocinando a fuego lento desde el primer episodio: la batalla final entre el bando negro, de Rhaenyra Targaryen, y el verde, de sus medio hermanos Aegon y Aemond.
Finalmente, el cierre de temporada fue consecuente con lo que mostró hasta ahora la precuela de Game of Thrones: un entretejido de conspiraciones y estrategias desarrolladas en simultáneo antes que una sucesión de batallas.
Si bien la consecuencia de sumar dragones al asunto ha sido palpable en diferentes momentos de esta segunda tanda de episodios, da la sensación que, salvo excepciones puntuales, aún no hemos visto mucho de lo que se podía imaginar de La casa del dragón a nivel acción en pantalla.
Hasta ahora, y con una multiplicidad de personajes que tejen de manera conjunta una historia coral a distintos niveles, la guerra civil desatada dentro de la dinastía Targaryen se ha cobrado algunas víctimas circunstanciales. En el cierre del octavo episodio, dirigido por Geeta Patel (también a cargo del tercero), sin embargo, la evidencia de una noche oscura que se aproxima se manifiesta en diferentes formas y detalles.
A continuación, un detalle de lo sucedido en el final de la segunda temporada de La casa del dragón. Para quien todavía no vio el más reciente episodio estrenado en Max, esta nota contiene spoilers. Para no recibir información antes de tiempo, se sugiere retomarla luego de ver el capítulo.
El final es en donde partí
Si en el comienzo de esta segunda temporada alguien pensaba que al cierre de la misma tendríamos un panorama más claro sobre quién es efectivamente el rey de Poniente, el octavo episodio ratificó que esta no es una historia sencilla.
Rhaenyra ha reunido a seis dragones y sus principales consejeros, Mysaria y Corlys, le sugieren aprovechar esa ventaja estratégica que se completa con el poderío naval Velaryon y los aliados militares que finalmente se consolidan de la mano de Daemon. Sin embargo, la reina vive con amargura la necesidad de avanzar en el frente (y matar inocentes) para evitar una catástrofe bélica mayor.
Del otro lado, Aemond sabe que su desventaja es definitiva y actúa con desesperación. Su hermano Aegon quiere aprovechar la situación para retomar el poder, pero lord Larys le hace ver la necesidad de salir del tablero al menos por un rato. Alicent, en tanto, está convencida de que su lugar está fuera de Desembarco del Rey pero todavía está a tiempo de cambiar la historia una vez más.
El episodio comienza con parte de la negociación de la corona (vía Tyland Lannister) con la Triarquía de Essos para garantizar el apoyo naval. Eso deriva en un “intercambio cultural” entre el enviado y la almirante Lohar que aporta algunos toques de comedia, pero el tono general del capítulo es el de una tragedia que se percibe cada vez más cercana.
Larys y Aegon, juntos a la par. Jugado definitivamente por el rey Aegon, el traficante de influencias lo visita en sus aposentos y le comenta las últimas novedades: Aemond quemó una aldea luego de verse sobrepasado en número por los dragones de Rhaenyra. Allí el rey esboza la posibilidad de aprovechar el momento para tomar nuevamente el trono, pero Larys lo desaconseja y le propone huir antes de que su hermano lo mate. Juntos, en Essos, pueden esperar hasta que el príncipe regente y “la pretendiente” Rhaenyra se destruyan entre sí. Así, le insiste, Aegon podría volver triunfante a un desolado Desembarco del Rey como “el Pacificador” o “el Reconstructor”. El rey parece derrotado (“estoy quemado, asqueroso y solo, y soy un lisiado”, se sincera) y enumera detalles genitales de por qué no volverá a ser el mismo, pero eso no es suficiente para bajar los brazos, como vemos al final.
Jacaerys, de regreso. El hijo de Rhaenyra es presa de sus propias inseguridades. No está cómodo con los jinetes de los dragones, en especial Ulf, y su relación con su madre está en un impase. Baela lo saca de su propio barullo en una charla en la que lo termina enfrentando con su destino: estar al lado de Rhaenyra. El joven se suma a la cena en la que su madre plantea el plan de asedio al bando enemigo y la secunda. “Es duro pero no se pueda evitar”, le dice a Baela cuando esta la reprocha a la reina sobre su decisión de matar inocentes para vencer a Aemond.
Alyn, sin vueltas con lord Corlys. En otra de las subtramas que tuvo esta temporada, finalmente se dio el careo entre Alyn de Hull y su verdadero padre, lord Corlys. El hermano de Addam, pieza clave en la compañía naval de la mano de Rhaenyra, se rebela ante un nuevo gesto de supuesta gratitud de su progenitor. En un gran monólogo que sirve para entender la lógica del mundo de Poniente, le reprocha los años de carencia en los que tuvo que verlo pasar junto a sus hijos legítimos mientras añoraba los privilegios que le eran ajenos. “Seguiré como comencé, solo”, le dice luego de garantizarle su lealtad hasta que acabe la guerra.
Criston Cole, oscurecido. El comandante de la Guardia Real recibe la afrenta de Gwayne Hihgtower, el hermano de Alicent, y termina escupiendo una mirada desoladora sobre Poniente. Devastado por el horror de la guerra, la corrupción y la ambición de quienes quieren tomar el poder, el futuro no existe y ya no hay causa justa por defender. “Los dragones bailan y los hombres son como polvo debajo de ellos”, asegura antes de afirmar que la marcha hacia la aniquilación es inevitable. “Morir será un alivio”, le dice a su compañero, que sólo atina a sentarse a su lado.
Daemon, el que la vio. El rey consorte finalmente se muestra en su salsa en Harrenhal. Al mando de un importante ejército, consolidó su posición en las Tierras de los Ríos y recibe la visita de sir Alfred, que le ofrece traicionar a Rhaenyra (“en este momento, necesitamos un rey”, le dice). No obstante, junto a Alys tiene una última visión, esta vez en forma de presagio. Mediante la savia de un árbol logra ver, entre otras cosas, a los caminantes blancos y a la futura Madre de Dragones, pero también observa con claridad a su esposa sentada en el Trono de Hierro: “Todo es una historia y tú eres solo una parte de ella. Conoces tu parte, le dice Helaena en medio de la sucesión de imágenes. Luego de esto, Daemon recibe en Harrenhal a su reina y le jura lealtad junto a su ejército. Sin embargo, le advierte que el mundo no es lo que ellos creían que era y le anticipa: “El invierno está en camino”.
Aemond, desesperado. El príncipe regente está en su peor momento. Intenta recurrir a su hermana Helaena pero esta se niega una primera vez y recibe el apoyo de su madre, que le reprocha a Aemond su deseo de victoria a toda costa, sin medir consecuencia alguna. Luego, el príncipe vuelve a acercarse a la esposa de Aegon para intentar convencerla. No sólo recibe una negativa rotunda, sino también un presagio para nada alentador de parte de una de las figuras más enigmáticas de Poniente. “Aegon será rey de nuevo, aún está por ver victoria. Y tú estarás muerto. Fuiste engullido en el Ojo de Dios y no volvieron a verte”, le dice su hermana.
Rhaenyra, con las cartas para ganar. Incluso pese a sus dudas y su falta de certezas, la reina está decidida a atacar y entiende que es el momento para hacerlo. Convoca a sus jinetes y, una vez más, plantea con dolor la necesidad de “quebrar la voluntad del enemigo”, cueste lo que cueste. En ese momento llegan un mensaje de Harrenhal en el que Simon Strong le advertía de ciertas sospechas. Rhaenyra le pide a Addam que la acompañe y juntos vuelan hacia un épico encuentro con Daemon, que deja sellada una unión que vivió momentos de zozobra a lo largo de toda la temporada. Al final, la reina recibe una visita inesperada que parece ser definitiva para sus planes.
Alicent, lista para huir. “¿Por qué todos nos odian?”, le pregunta su hija Helaena antes de ser solicitada para la guerra por su hermano. La reina viuda ve en este apriete la gota que rebalsó el vaso y decide tomar cartas en el asunto para abandonar la corta junto a su hija y su nieta. En el tramo final del episodio pide “pasaje” y llega hasta Rocadragón, donde le plantea a Rhaenyra la posibilidad de tomar el trono una vez que Aemond marche al campo de batalla junto a Vaghar. La reina negra le hace ver que un sacrificio de su parte es inevitable, más allá de cualquier intención suya de irse de la ciudad. “Un hijo por un hijo”, le plantea al pedirle la cabeza de Aegon. Y todo parece volver al mismo punto de partida, aunque es evidente que las fichas se moverán más temprano que tarde en el tablero de Poniente.
¿Un nuevo amanecer?
El cierre del episodio llega con una postal del sol naciente. Luego del encuentro entre Rhaenyra y Alicent, mientras la reina viuda regresa a Desembarco del Rey, la secuencia musical que baja el telón de la temporada muestra los preparativos previos a la batalla por parte del bando negro, tanto en Rocadragón como en Harrenhal.
En el mar, aparecen lord Tymond Lannisster y la flota de Essos que negoció a cambio de los Peldaños de Piedra. También están los navíos Velaryon y, al mando La reina que no fue (en honor a Rhaenys Targaryen), lord Corlys y su hijo bastardo Alyn.
Entre las sorpresas, la huida de Aegon y Larys “por la puerta de atrás” promete sumar acontecimientos y experiencias varias a un personaje que todavía parece tener mucho por mostrar. Otro que vuelve a decir presente es Otto Hightower, de quien no hemos sabido nada más desde su salida de Desembarco del Rey.
En definitiva, todo aún por definirse, pero con la sensación de que Rhaenyra parece cada vez más cerca de concretar aquello que Daemon ya vio con claridad. Habrá que esperar hasta ¿2026? para ver qué sucede con los Targaryen la Danza de Dragones.
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