La prepotencia del título puede estimular la saliva de quien se prepara para un banquete de sociología burlona aplicada a una de las más nocivas entelequias de cualquier retórica reaccionaria: el ser nacional.
Basta recordar El ciudadano ilustre o 4X4, para citar dos ejemplos precedentes de los directores, para conocer el método: elegir un estereotipo, despacharse en denuestos revestidos de comicidad, estrujarlo todo lo que se pueda hasta que escupa (la propia) miseria y vulgaridad. Por la naturaleza de la propuesta, Homo Argentum prometía una sobredosis de misantropía. ¿16 historias en menos de dos horas de burla y vilipendio para todos?
Como embajador de todos los argentinos, un solo hombre, Guillermo Francella. Puede ser un relator de fútbol, un cambista, un cuidador, un presidente, un abuelo, muchos ricos con y sin escrúpulos en distintas situaciones, un cura villero, un cineasta oportunista reconocido por los festivales, un padre de clase media, un vecino sin más, entre otros.
Cada personaje presupone una característica del argentino. El caleidoscopio de estereotipos en Homo Argentum es profuso, aunque impreciso; solamente sirve para certificar prejuicios, no para dilucidar qué relación tienen con la singularidad de cada persona. No hay personajes, solo estereotipos que encarnan, a modo de ilustración, ideas preconcebidas de los publicistas detrás de cámara.
El repertorio de imprecaciones desconoce el matiz. Las mujeres son decorados o arpías; el mundo del arte es calculador y cínico, y los ricos hacen, por supuesto, lo que otros querrían hacer si estuvieran en su lugar.
En el primer relato, alguien entrevé que los argentinos no pueden salir adelante como un todo. La sociedad está a la deriva, pero desde el punto de vista individual cada argentino se las ingenia como nadie y resuelve. Sin embargo, Homo Argentum es ambivalente respecto de la tesis que parece abrazar.
Dada la filosofía social que organiza el mundo simbólico de los cineastas, el segmento “Un hombre decidido” puede ser cinematográficamente estéril, pero resulta una sorpresa ideológica: los machos que militan el derecho a portar armas y repartir balas para poner orden tienen sentimientos. No es tan fácil dispararle a un hombre. La conciencia moral existe. Dadas las circunstancias, es todo un avance.
Francella, cosplayer de sí mismo
A lo largo de décadas, Francella ha demostrado ductilidad. En los papeles, debe resultar excitante ser el protagonista excluyente de una película con 16 relatos, pero la mediocridad del guion y la perezosa puesta en escena revela un compendio de gestos exangües y otros recursos repetidos que apenas se disimulan por un sinfín de caracterizaciones.
Francella no está lejos de convertirse en un cosplayer de sí mismo. Cuando no es así, se debe a que el relato deja de ser un sketch televisivo ampliado. Los travellings que abren y cierran “Noche de suerte”, el mejor episodio, el segundo, en el que Francella parece haber sintonizado con Chiquito Reyes de Olmedo para darle vida al cuidador que tendrá la mejor noche de su biografía (erótica), son lo más parecido a una película, incluso buena.

Quien espere la gran comedia vernácula del año se habrá de encontrar con una desgarbada sucesión de situaciones que quieren ser bendecidas por el humor y quedan truncas por una escenificación despareja, tiempos imprecisos y poco ingenio.
El episodio mundialista, el del abuelo obsesionado con el juguete de 250 dólares para su nieto y el último que tiene lugar en Italia, titulado “Troppo dolce”, constituyen lo peor de la filmografía de los cineastas. Debe ser el viaje cinematográfico más anodino de la historia del cine argentino, un momento de vergüenza involuntaria en el que parece deslizarse una consolación: los italianos son peores que los argentinos.
Homo Argentum tiene inesperadas conquistas. Ha perfeccionado el maridaje del cine con la publicidad. Como película cara, no teme agradecer los “apoyos” en la mayoría de sus planos-billetes, y ya no en los créditos. Es una película con alfajores y yerba mate, y tantas otras marcas y mercancías como protagonistas, una película-logo (con un QR en pantalla, la innovación habría sido imbatible).
La otra proeza es paradójica: quiere decir algo de los argentinos y del presente, pero se refugia en un esencialismo ramplón en el que la Historia permanece elidida, y así condensa, involuntariamente, mucho acerca de nuestro tiempo y de nuestro horizonte como sociedad.
En efecto, faltan los nombres propios; reclamar el coraje de decir las cosas por su nombre es pedir demasiado. Resulta sintomático el flojísimo episodio del presidente que abandona la tele; se va, y a continuación la bandera argentina flamea en el vacío, como la propia película, cuya engreída insignificancia va a la par de su falta de gracia.
Para ver
Homo argentum
Calificación: regular
Dirección: Mariano Cohn y Gastón Duprat. Guion: Andrés Duprat, Mariano Cohn y Gastón Duprat. Elenco: Guillermo Francella, Eva de Dominici, Milo J, Migue Granados, Clara Kovacic, Vanesa González, Juan Luppi, Gastón Sofriti, Dalma Maradona y Guillermo Arengo. Duración: 98 minutos. En cines.