No es un riesgo afirmar que la Superman de James Gunn es muy buena por el simple hecho de ser de izquierda. O al menos su protagonista decide confiar en quienes lo rodean e intervenir en una guerra del lado de los débiles para combatir al bando financiado por el millonario Lex Luthor, convirtiéndose así en un superhéroe más humano, alguien que entiende que las acciones son las que nos definen como personas.
Mucho se habló sobre qué podía hacer Gunn al mando de uno de los personajes más importantes de DC. Los fans dudaban de si lograría algo novedoso, y algunos temblaban ante la posibilidad de que siguiera la línea marcada por Zack Snyder, quien generó admiradores y detractores en partes iguales.
Por suerte, Gunn le da a esta nueva etapa el reinicio refrescante que todos esperaban (es la primera del Capítulo uno: Dioses y monstruos), con personajes entrañables como Krypto y secundarios con intervenciones relevantes, como Lois Lane y los integrantes de la “Justice Gang”.
Gunn logra imponer su mirada a la vez que ofrece la película de superhéroes que ya conocemos, respetando los códigos del género y jugando dentro de los límites de Hollywood, con las habituales escenas de acción que fusionan las viñetas de trazo grueso del cómic (basadas principalmente en All-Star Superman) con los efectos especiales más espectaculares.
Y esta quizás sea su única debilidad: no animarse a ser más irreverente en lo formal, aunque está bien su apuesta por una posición políticamente correcta, ya que no es común ver a un superhéroe mainstream expresar abiertamente su decisión de proteger a un pueblo que remite a Palestina, o que un niño humilde plante una bandera de Superman como si fuera el símbolo de un partido político revolucionario.
Gunn le hace decir a Superman que ser bueno y confiar en los demás es ser punk, sobre todo porque vivimos en un mundo donde el odio, el desprecio, el maltrato, la mentira y las rabietas de todo tipo son fomentados, amplificados y celebrados por políticos de derecha y validados con entusiasmo por sus votantes.
El contenido de Superman cobra relevancia y hace olvidar la forma narrativa trillada, como en un pasaje revelador en el que se muestra, en un plano fugaz pero claro, a trolls representados por monos que trabajan como autómatas para Luthor, quien se refugia en la mentira y en las fake news para ensuciar a Superman y hacer que todos en Metrópolis crean que es el enemigo.
El nuevo protagonista
David Corenswet compone un Superman/Clark Kent más vulnerable y terrenal, no tan ridículamente invencible, con gestos y enojos llevados con convicción. Esto se nota especialmente en su intimidad con Lois y en su relación con Krypto, con sus compañeros del Daily Planet y con Luthor, a quien nunca le muestra odio, sino más bien compasión.
Rachel Brosnahan como Lois está a la altura del personaje, con mucho más protagonismo y no sólo como la simple novia y colega de Superman. En cambio, a Nicholas Hoult como Lex Luthor le falta un poco más de carácter para ser un villano verdaderamente amenazador, aunque justifica bastante bien el conflicto central.
El argumento gira en torno a un mensaje clave dejado por los padres biológicos de Superman, que no hace más que reforzar la relación con su familia adoptiva (siempre con los toques de ternura y humor de Gunn). Así, Superman deja claro que lo que somos no se hereda, sino que se decide. El resultado es una película que deja llorando al fascista Luthor y a sus secuaces, mientras el público celebra con su balde de pochoclos.
Para ver
Superman (Estados Unidos, 2025)
Acción.
Calificación: muy buena.
Guion y dirección: James Gunn, basado en los personajes creados por Jerry Siegel y Joe Shuster.
Elenco: David Corenswet, Rachel Brosnahan, Nicholas Hoult, Skyler Gisondo, Zlatko Buric, Sara Sampaio, Edi Gathegi, Nathan Fillion, Isabela Merced, Mikaela Hoover, Frank Grillo, Anthony Carrigan, Wendell Pierce, Bradley Cooper y Angela Sarafyan.
Fotografía: Henry Braham.
Música: David Fleming y John Murphy.
Duración: 129 minutos.
Apta para mayores de 13 años. En cines.